Opinion

La liturgia del PRI

Pascal Beltrán del Río/
Analista

2017-10-19

Hace año y medio, en una entrevista que le realicé, pregunté al presidente Enrique Peña Nieto si seguía siendo vigente la máxima priista, atribuida a Fidel Velázquez, que sentencia que “el que se mueve no sale en la foto”.
Pregunté a José Elías Romero Apis, una enciclopedia de la política mexicana, cuándo se habría acuñado esa frase, que retrata muy bien al funcionario con aspiraciones que busca no hacer olas, manteniéndose quietecito, con la esperanza de que le toque aquello que tanto anhela.
“Yo diría que en el tiempo de Luis Echeverría”, me respondió Romero Apis. “Si fue así, se refería al desbordamiento de Mario Moya Palencia”, el secretario de Gobernación, quien se sabía el favorito de la sucesión de 1976, entre otras razones porque cuatro de los anteriores cinco candidatos presidenciales del PRI habían sido titulares de la Segob justo antes de su postulación.
A Fidel Velázquez “quizá le hayan dictado la frase desde Los Pinos”, agregó Romero Apis. “Y como Moya no salió en la foto, la frase se convirtió en dogma”.
Por eso, en marzo del año pasado, me interesaba conocer, de boca del presidente Peña Nieto, si esa misma lógica funcionaría en el proceso para designar al candidato presidencial del PRI para 2018.
—¿Todavía opera aquello de que quien se mueve no sale en la foto? –pregunté al mandatario.
—Hoy no es así. Hoy es justamente todo lo contrario, para bien de México y para bien de nuestra democracia. Hoy la ciudadanía tiene la oportunidad de poder elegir, contrastar opiniones, trayectorias personales, profesionales, historias personales y perfil para, eventualmente, desempeñar distintas responsabilidades.
Agregó: “Hoy vemos una mayor vitalidad en nuestra democracia y en la forma de hacer política.
“Hoy, más bien, es el desempeño de cada quien en su ámbito de responsabilidad, lo que, a final de cuentas, da espacio de oportunidad, de estar o no en la consideración de los partidos políticos para convertirse en sus abanderados”.
El martes pasado, el Presidente invitó a un grupo amplio de periodistas y comunicadores a tener un diálogo con él y parte de su gabinete en Los Pinos.
El encuentro fue franco, en cuanto a que cada quien preguntó lo que quiso, hasta donde alcanzaron las tres horas que duró, convocado para dar información sobre las labores del gobierno en el contexto de los sismos de septiembre.
Por la presencia de cuatro secretarios de Estado que han sido mencionados como presidenciables –José Antonio Meade, José Narro, Aurelio Nuño y Miguel Ángel Osorio Chong–, me pareció interesante volver a preguntar sobre la frase atribuida a Fidel Velázquez, fallecido hace 20 años.
—En la entrevista que tuvimos hace año y medio, usted me dijo que ya no era válida la máxima de que quien se mueve no sale en la foto. Que hoy en día es al contrario: que para salir en la foto había que moverse. Pero cuando uno entrevista a algunos miembros del gabinete, no hablan abiertamente de sus aspiraciones, dicen que están dedicados a su trabajo, que no son los tiempos, etcétera…
—¿Alguno de los aquí presentes? –bromeó el presidente Peña Nieto.
—Algunos, sí…
—A mí no me ha preguntado, señor Presidente –aclaró en guasa el secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos Zepeda.
—Lo que quiero preguntarle esta vez, Presidente, es si esas respuestas de sus colaboradores tienen que ver con la persistencia de esa cultura priista o si es instrucción suya o un acuerdo entre ustedes…
—Pues yo los he visto muy movidos, pero todos respetan la liturgia del PRI –respondió el mandatario, extendiendo los brazos para señalar a los secretarios que tenía a la derecha y a la izquierda.
Y agregó: “El PRI tiene una liturgia y una forma de hacer las cosas, criticada por unos, denostada por otros, pero nuestra (…) Es una decisión de los priistas ser como somos”.
A los presentes les quedó claro que en el PRI –cuyo Consejo Político discutirá mañana viernes la mecánica mediante la cual será postulado el candidato presidencial, entre otros– no habrá una pasarela de distinguidos aspirantes, como en 1987, ni elecciones primarias, como en 1999.
Lo que operará esta vez será la liturgia, es decir, un proceso de nominación marcado por el orden y la forma, el ritual de una ceremonia cuyas raíces están en la historia del sistema político mexicano y cuyo control, ni duda cabe, tendrá el Presidente.
En pocas palabras: él decidirá quién le parece el más competitivo. Eso sí, de entre los más movidos.

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