Opinion

Seguridad sin armas

Elvira Maycotte/
Académica

2017-10-17

Cuando de seguridad se trata, de inmediato vienen a nuestra mente imágenes de control, patrullas, armas… esfuerzos y recursos adicionales que el Gobierno y nosotros mismos erogamos para cuidarnos del “otro”, de rostro desconocido, que nos acecha sin siquiera darnos cuenta de ello: vivimos en un nivel de paranoia diaria que ha cambiado nuestros hábitos y nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Desesperados por obtener la integridad de nuestra persona y de nuestros bienes, pocas veces pensamos que existen caminos mucho más sencillos que no nos significarían costo alguno si de inicio se tomaran en cuenta. Hablo del diseño mismo de los espacios, particularmente, de carácter público.
Aunque se trata de una cuestión de sentido común, tal parece que cada día se ha vuelto menos común razonar de forma lógica; los nuevos paradigmas se han adentrado tanto que quienes nos dedicamos al diseño urbano hemos dejado de lado criterios tan elementales que, en lugar de generar espacios seguros, nos hemos empeñado en retomar esquemas de una sociedad ‘vanguardista” que gusta de tener en nuestra ciudad calles vacías, sin gente, sin actividades por realizar, controlada por mecanismos autoimpuestos que satisfacen la necesidad de sentirnos seguros y, ¿por qué no? hasta darnos un toque de elitismo.
Ya desde mediados del siglo pasado el tema de la vigilancia natural en los espacios públicos tomó importancia como una vía eficaz para favorecer su seguridad bajo el lema “ojos en la calle”. Surgió desde ese entonces la idea de que mientras más personas hicieran uso de los espacios públicos, más seguros serían ya que, de manera natural, nos autovigilaríamos unos a otros cohibiendo así, en cierta medida, la comisión del delito. Es simple: una calle con muros ciegos y oscura invita a que se cometan delitos, mientras que una calle con movimiento, iluminada y con una vigilancia natural adecuada, lo inhibe.
Este enfoque de naturaleza espacial se retomó en la metodología que se postula en la Prevención del Delito a Través del Diseño del Ambiente, CPTED por sus siglas en inglés, que ha mostrado sus bondades en muchos países. Abandera la idea de que el espacio deja de ser un elemento pasivo y que de acuerdo a sus cualidades puede facilitar o dificultar los actos delictivos. Podemos decir que los criterios para diseñar espacios públicos son un listado de recomendaciones accesibles a todos que no requieren de una capacitación técnica específica, como por ejemplo, evitar la dispersión, ya que los espacios compactos facilitan la efectividad de la vigilancia; colocar actividades seguras en lugares inseguros para llevar dinamismo a espacios en desuso; reducir el uso de barreras naturales conflictivas trabajándolas adecuadamente; aumentar la posibilidad de utilizar la vigilancia natural en las áreas lúdicas y de encuentro facilitando el uso de esos espacios a los peatones, entre otras.
Se trata entonces de promover la vigilancia natural, fomentar el control natural de acceso a través de estrategias de diseño -no de casetas de vigilancia-, estimular la confianza entre vecinos, reforzar la identidad con el espacio público, planificar fraccionamientos a una menor escala para favorecer los lazos comunitarios, fomentar a participación y responsabilidad de la comunidad y también de administrar adecuadamente los espacios públicos tanto por parte de las instancias gubernamentales facultadas para ello, como de la comunidad.
Si ya sabemos que los delitos no se distribuyen al azar en el espacio público, sino que tienden a concentrarse en lugares específicos ¿Por qué exponernos al riesgo, si éste se puede evitar a través de una medida tan sencilla como es el buen diseño de los espacios? Hemos comprobado que ni los diferentes niveles de gobierno, ni la sociedad, tienen la capacidad de perseguir y enfrentar a la delincuencia. Nos hemos empeñado en combatir con bardas, armas y castigo sin siquiera probar con estrategias que nos darían la oportunidad de disfrutar una ciudad más libre, más segura.
Ya desde la Academia se ha propuesto a anteriores administraciones del gobierno municipal la implantación de un capítulo en el proceso de autorización de proyectos comerciales y habitacionales destinado particularmente a revisar que los espacios que se van a construir tengan cualidades que favorezcan la seguridad tanto l interior de sus instalaciones, como en los espacios perimetrales que generan, es decir, que eviten las grandes extensiones de bardas, que los espacios públicos no sean áreas residuales y mal localizadas y que por el contrario, se favorezca el uso del espacio público, abierto y sin barreras que obstaculicen su control y vigilancia natural. Desde aquí pedimos, de nueva cuenta, que se retome el tema y que las actuales autoridades asuman esta sencilla práctica para que combatamos a la delincuencia desde el diseño, sin armas, pero eso sí, con muchas ganas de hacer ciudad.
elvira.maycotte@gmail.com

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