Raymundo Rivapalacio/
Periodista
Ciudad de México.– La bufalada lleva semanas rindiéndole honores adelantados al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, a quien ven perfilado como único finalista para la candidatura presidencial del PRI –y quien se le sume–, para 2018. La semana pasada lo trataron con cordialidad y hasta genuflexión en su comparecencia en el Senado por la glosa del quinto informe de Gobierno. Pero hay que tener cuidado. En el pasado, ya han sido varios quienes se fueron de bruces. En 1975, el secretario de Trabajo, Porfirio Muñoz Ledo, recibió una visita inesperada del presidente Luis Echeverría a su casa, quien le comentó que veía que su jardín era muy chico para recibir contingentes. Muñoz Ledo, dijo años después, pensó que el dedo lo había iluminado y rápido compró el terreno de atrás para ampliarla. El equipo de Alfredo del Mazo entendió mal las señales del presidente Miguel de la Madrid, y destapó al procurador Sergio García Ramírez como candidato, mal informando a La Jornada que lo citó en una edición especial de ignominia. La moraleja es que cuando el presidente es priista, hasta que decida a quién quiere como sucesor, se conformará al candidato.
Meade, a diferencia del coro fácil de la política, lo tiene claro. No se acelera y entiende que esa decisión recae únicamente en el presidente Enrique Peña Nieto. Hace bien. A Peña Nieto no le gusta que interfieran en sus decisiones electorales, que toma en la soledad absoluta. Sus señales suelen ser contradictorias, a veces engañosas, otras cristalinas. Pero, ¿cómo saber cuándo es cuál? Por meses, su equipo en Los Pinos, bastante indiscreto por cierto, ha dejado salir de la casa presidencial la especie del alejamiento de Peña Nieto con su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y dicho, como murmullo, que la única razón por la que no lo ha destituido o cambiado de cargo, es porque prefiere tenerlo cerca y vigilarlo, que enfrentar a un experimentado y perverso operador electoral a la distancia.
Osorio Chong, de acuerdo con un secretario de Estado que ha visto su interacción con el presidente en reuniones de gabinete, sostiene que es de enorme respeto para el secretario de Gobernación. No obstante, en los tramos finales de la sucesión presidencial Osorio Chong estaba prácticamente fuera de la contienda. Así lo reconocía él mismo en privado, aunque mantenía que no dejaría de luchar por cambiar su suerte. No lo habría hecho con su mera voluntad, pero los sismos de septiembre abrieron las condiciones para cambiar su destino. El propio Peña Nieto lo ha aceptado en su entorno más íntimo: Osorio Chong, volvió a ser considerado como un aspirante real para la candidatura del PRI a la Presidencia.
Peña Nieto no abundó las razones y consideraciones por las cuales lo regresó a la carrera presidencial. Existen hechos, sin embargo, que ayudan como contexto para entender como la sucesión volvió a abrirse. Desde el sismo del 7 de septiembre, el presidente lo responsabilizó de manejar la crisis y emergencia en Oaxaca y Chiapas, donde Osorio Chong trabajó diariamente, estableciendo casi un puente aéreo diario entre esos estados y su despacho en Gobernación, para supervisar 24 horas al día lo que se estaba haciendo. Para el tamaño del desastre, en esos estados de alta conflictividad, el trabajo político que se hizo detrás de las tareas de rescate y reconstrucción creó condiciones altamente positivas para que Peña Nieto pudiera viajar regularmente a esa región y ser bien recibido. La forma como actuó le permitió un repunte en su aprobación presidencial, lo que parecía muy difícil que sucediera por el resto del sexenio. El intenso trabajo de medio gabinete, organizado por Osorio Chong, le dio al presidente nuevos márgenes de operación política.
Los estragos del esfuerzo de Osorio Chong fueron palpables en las fotografías, donde el deterioro físico se le notaba con días de diferencia.
Su trabajo fue apreciado por el presidente. No se sabe cuál es la consideración que pudiera hacer el presidente sobre el sucesor que crea necesite el país. El secretario de Gobernación tiene déficit en seguridad pública, pero su argumento que es responsabilidad de los gobiernos estatales y municipales, fue adoptado por el presidente. ¿Piensa Peña Nieto en que la gobernabilidad será la clave en el próximo sexenio? ¿Vio en él fortalezas para enfrentar crisis? Imposible saber. Lo único de cierto es que revivió Osorio Chong en la cabeza del presidente.