Opinion

Hombres buenos

Jesús Antonio Camarillo/
Académico

2017-10-13

El péndulo en el que oscilan los “independientes” es intenso. Cuelga desde los extremos de la mera ocurrencia hasta el proyecto y la cosmovisión de las posturas más progresistas, pasando por la mesura y el estandarte de “más de lo mismo”.
Los aspirantes a candidatos independientes abren un abanico de posibilidades que se convierte, en algunos de sus aspectos, en un auténtico show. Algunos de ellos irrumpen en una caravana que ofrece desde las perlas de la virgen hasta los libros más vendidos de Paulo Coelho.
En los casos de algunos de los aspirantes a candidatos independientes a diputados federales, uno no tiene más que aplaudir su empeño y su alto grado de temeridad. Ya pasaron el primer filtro; se tomaron la foto con el burócrata puesto en la modalidad de árbitro electoral; aparecieron en los medios tomando el documento; emocionados hasta la médula contagian su entusiasmo republicano al resto de los mortales… ¿Y ahora qué?
La pregunta puede calificarse como injusta, quizá. Porque ellos, los más, portan buenas intenciones, pero también es cierto que una buena parte de los aspirantes traen un costal de ocurrencias bajo el brazo. Conozco personalmente a un puñado de ellos, quizá a los más independientes, y son todos unos soñadores. En eso radica, quizá,  su valía intrínseca, pero también su lado más endeble. No dudo que quieran trabajar para el bien común y representar a su distrito como nunca, en la historia de Chihuahua, alguien lo haya hecho; sin embargo, están cargados de demasiados y nobles sueños, pero  además, de  extrañas, en ocasiones muy extrañas, expectativas.
Siempre que uno se encuentra con estos personajes, traen un plan o proyecto en su peculio. Y es que a todo le llaman “proyecto”. A cualquier idea vaga y en ocasiones hasta irracional la llaman así. Esos “proyectos” los van contando de tertulia en tertulia, de café en café, de oficina en oficina. Se suelen rodear de oyentes a prueba de balas, que tengan la paciencia para escuchar sus largas peroratas ancladas generalmente en su laxa imaginación.
El caso es que cuando uno se los vuelve a topar – y no crea que meses, sino solo días después– el “proyecto” ya es otro. Y lo vuelven a desempacar con toda la parsimonia de la que sólo las buenas almas, como ellos, son capaces.
Cuando las candidaturas independientes llegaron, estos buenos hombres hicieron fiesta. Al fin una institución jurídica de carácter electoral los arroparía en su seno. Sus “proyectos” transitarían de ser castillos en el aire a auténtica política pública, o cuando menos, tramo de legislaciones específicas. No contaban con la sarta de obstáculos y candados propios de la burocracia legislada en materia electoral. Aun así, algunos de ellos recibieron su constancia como aspirantes independientes a un escaño, otros más se quedaron ya en el camino. Lo bueno  es que nunca pierden la esperanza y suelen ser personas muy optimistas, a veces, quizá, desmesuradamente optimistas.
Debo aclarar que esta glosa sobre un sector de los aspirantes a independientes no es posible extenderla a la generalidad, de tal forma que solamente se adscribe a un puñado de ellos, quizá, como lo asenté líneas arriba, los más independientes. Otro sector, sabemos que de independiente no tiene más que la denominación, pero nos gusta construir realidades y ficciones con el lenguaje. A esos independientes no puros –si es que acaso se puede hablar de pureza en el terreno de la política práctica- la adscripción de significados transita por otro sendero y podría ser –más no necesariamente- temática de otra entrega.
Hoy simplemente quise hablar de esos amigos. Los que suelen construir castillos en el aire y eventualmente una candidatura independiente los pudiera arropar. Esos, a los que a todo le llaman “proyecto”, pero que como están las cosas en la política práctica mexicana, quizá podrían hacer mejor papel que los enquistados en la partidocracia de este país.

epistemek@yahoo.com

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