Arturo Mendoza Díaz/
Analista
No hay ninguna razón para el asombro en cuanto a las calificaciones que los juarenses dieron al gobernador del estado y al presidente municipal, en las que el primero obtuvo 4.68 y el segundo 5.92.
Los motivos saltan a la vista. Para ello ni Javier Corral buscó expresamente ser un gobernante neutro para Juárez ni Armando Cabada se esforzó por ganar una hipotética competencia.
Para tales resultados cabe recordar que ningún acto de gobierno es inocuo o carece de efectos. Cada omisión, acción o reacción que en ese ámbito tenga lugar es de interés público.
Y no es poco lo que Corral le debe a Juárez. Por ejemplo, dijo que la Junta Municipal de Agua y Saneamiento se transferiría a este Municipio, a donde pertenece por mandato constitucional y por resolución de la Suprema Corte.
Asimismo, la inseguridad prevalece, de lo cual los once asesinatos del fin de semana son una muestra, las escuelas están en la situación de siempre, y Juárez no tiene el trato fiscal ofrecido.
A esto se suman faltantes como el de la diversificación de la economía, la realización de obras materiales y el cambio de ubicación de la Ciudad Universitaria.
Más aún, frecuentemente trasciende que algunos agentes ministeriales cometen tropelías con los ciudadanos, lo cual es grave, y peor aún si lo hacen por estar obligados a pagar su uniforme.
Así que, ¿cómo iba a tener Corral en Juárez una calificación de más de 4.68? Lo raro es que no haya sido más baja, vistas la falta de coordinación con el Municipio y, en particular, su actitud hacia Cabada.
Jamás debe olvidarse que la forma es fondo, que un desaire político a un alcalde abarca a la ciudadanía, y que el bien superior de la colectividad está por encima de todo, principalmente del impulso visceral.
Cabada, por su parte, gobierna una parcela más auténtica que la de Corral, pero no menos compleja. El municipio tiene una existencia per se, a diferencia de la de un estado, nacida a partir de una convención.
De ahí que el contacto entre sus habitantes sea de toda la vida, y más en el caso de Cabada, a través de un programa de noticias. El conocimiento ahí adquirido fue definitivo para que se convirtiera en presidente municipal.
Eso, sin olvidar los problemas en el PRI por la nominación de Héctor Murguía como candidato a alcalde, el proceder de Duarte como gobernador y los oleajes de la política nacional.
Según la encuesta, la mayoría de la gente está conforme con su forma de gobernar, al notar un cambio en relación a otros alcaldes, pero no percibe el cumplimiento de sus promesas como candidato.
Aparte, debe de haber dejado buena impresión el enfoque social de su gobierno, con la atención médica a la gente, al igual que el trato humanitario que se da a los animales maltratados o sin hogar.
Este rubro no era atendido a pesar de que el ciudadano es sensible a ese tipo de crueldad, en una postura que es consciente de los derechos que tienen los seres sin voz que vagan hambrientos por la calle.
Por otro lado, no gustó lo relativo a la donación de vehículos viejos por parte del Gobierno de la Ciudad de México. Generalmente en el norte nos desagrada la nada digna imagen de menesterosos.
Luego, en cuanto a la renta de vehículos nuevos para uso oficial, siempre pareció que el arrendamiento resultaba tan caro, que era más conveniente una adquisición por compra.
Todo ello incidió, positiva o negativamente, en su calificación de 5.92, además de sus constantes viajes para contactarse con otros políticos, útiles para la reelección, pero inoficiosos para su tarea.
Esta percepción que pone a los dos gobernantes en una odiosa comparación, podría mejorar o ser peor en un grado acorde a la forma en que eleven la calidad de vida de los ciudadanos.
Seguramente pondrán su esfuerzo en ello, para beneplácito de la ciudadanía, en una etapa que empezó a partir de la asistencia de Javier Corral al evento en que Armando Cabada dio su mensaje político. Enhorabuena.
Las cosas no serán fáciles, pero mucho se logrará si prevalece el sentido común, teniendo en mente el objetivo prioritario, dejando de lado la soberbia, y evitando conflictos innecesarios.
Teniendo esto en la mente, mejorará la percepción que sobre ellos tiene el pueblo, y su calificación será más alta, circunstancia en la que tampoco habrá ningún motivo para el asombro.
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