Opinion

Todo lo demás… igual

Adela S. González/
Analista

2017-10-08

Tras sucumbir la dictadura porfirista bajo el movimiento armado de 1910, entramos a la prolongada etapa de la “dictadura perfecta”, llamada así por el Nóbel, Mario Vargas Llosa. Siguieron casi ochenta años de “gobiernos revolucionarios” hegemónicos que dan paso  a la formación de gobiernos de distintos partidos políticos y coaliciones que cobran auge en cada etapa electoral.
Durante esos períodos, el país se ha sumergido más en la mediocridad que en el desarrollo; no ha podido librarse de lastres que lo mantienen en estado agónico, sin posibilidad de alcanzar metas y objetivos característicos de países sostenidos por ciudadanos dispuestos  y participativos, contrarios a nuestra idiosincrasia conformista y aletargada.
A principios del SXX se impuso un cambio por la fuerza de las armas, movimiento liderado por personajes que condujeron a la caída de don Porfirio cuyo error, además de su prolongada permanencia y abuso del poder fue desatender demandas de clases populares suprimidas del progreso sólo permitido a clases altas y  extranjeros, virtuales dueños de nuestros patrimonios naturales y sociales.
Los gobiernos emanados de la Revolución, o sea del Partido Revolucionario Institucional, dieron un viraje al sistema porfirista y bajo el sonsonete de la justicia social, movieron las masas a su antojo manteniéndolas perversamente en grado de sumisión. Sindicatos, políticos, empresarios y sectores potencialmente fuertes contribuyeron al autoritarismo de gobiernos sexenales, cuyo declive evidente desde los años setenta marcó la paulatina rebeldía que socava el mito de paz y bienestar proclamado por políticos impulsadores de pobreza e ignorancia cuyas verdaderas intenciones se esconden tras promesas repetidas hasta el cansancio en cada convocatoria electoral.
No sorprende que el tropiezo del priismo en los albores del siglo en curso haya sido efímero. Doce años de alternancia fueron insuficientes para que la semilla del cambio, incipientemente sembrada por el panismo, tuviera como fruto la desilusión hermanada a la formación de nuevos partidos en el contexto de una sociedad acostumbrada a la simulación y siempre en la esperanza de mejores gobernantes y representantes en el poder adheridos a las tradiciones de aprovechamiento personal.
Menos sorprenden quienes en una u otra instancia de gobierno o partido han sido tapadera de los hoyos de corrupción y ahora, bajo la máscara de “independientes” pretendan una curul en el Congreso y gobierno federal. Los candidatos registrados en el INE local para diputaciones han colaborado al continuismo del sistema. Queda corta la explicación de encubrimiento de unos a otros y la falta de pudor y dignidad. Nada qué ofrecer a los electores.
Hace un año, la esperanza de un mandato distinto reactivó la rebeldía chihuahuense ante la rapiña de César Duarte y su club de ladrones que miran a los fregados sin ápice de vergüenza. Su partido, PRI, y correligionarios, se mueven como peces en el agua estructurando nuevas frases de convencimiento para solicitar el voto que los devuelva al poder, ideando cómo protegerse y cubrir atrocidades. Esa casta de canallas privilegiados debería estar frente a la justicia demandada por el nuevo gobernador y negada por instituciones judiciales que  encuentran resquicios legales para mantenerlos fuera del lugar donde debieran estar despojados de patrimonios mal habidos. Justicia ausente, otro de los grandes pendientes del sistema.
El detrimento social, la incesante depredación de bienes públicos, la rapiña, etc., se mantendrán si continúan en el poder personajes tutelados por partidos y vividores de la política que desvirtúan la modalidad de independientes en tanto siguen el mismo estereotipo sin asumir están lejos de instrumentar el cambio ofrecido debido a que cambian nombres, partidos, colores, pero… todo lo demás, igual.

asierra040@gmail.com 

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