Opinion

Negociar con delincuentes

Raymundo Rivapalacio/
Periodista

2017-10-05

Desde que el presidente Felipe Calderón emprendió una estrategia de combate frontal contra los cárteles del narcotráfico —echando mano de las Fuerzas Armadas—, se ha suscitado un debate público de carácter maniqueo que vuelve de tiempo en tiempo.
Por un lado, hay quienes dicen que Calderón hizo lo que tenía que hacer. Él mismo lo dijo una vez con estas palabras: “Si sólo hubiera tenido piedras a la mano, piedras les habría lanzado”.
Por otro lado, hay quienes acusan a Calderón de haber “pateado el avispero” con su estrategia. Y que el enfrentamiento contra el crimen organizado sólo dejó como resultado un reguero de cadáveres.
Si usted me pregunta a mí, pienso que el país ha padecido por la violencia criminal en años recientes porque ha dejado de hacer una serie de tareas fundamentales: fortalecer el Estado de derecho, reducir la impunidad, combatir la corrupción e integrar cuerpos policiacos bien adiestrados y bien calificados en la medición de sus niveles de confianza.
Pero hay otras opiniones, como las de quienes creen que es posible negociar con los delincuentes, como se hizo —alegan algunos de ellos— con los mafiosos estadunidenses durante los años de la Segunda Guerra Mundial.
Yo nunca he creído que tal solución funcione en México —mucho menos en las actuales circunstancias de debilidad institucional— pero, como el planteamiento aparece con mucha frecuencia, me parece pertinente señalarlo a fin de que la gente no compre esas ilusiones, particularmente en esta temporada de proselitismo electoral.
En febrero de 2011, un año antes de que comenzaran las campañas electorales de 2012, varios medios del norte del país dieron cuenta de unas declaraciones que el exgobernador neoleonés Sócrates Rizzo —priista él— hizo durante una conferencia en Saltillo.
De acuerdo con las notas, Rizzo afirmó que los problemas de la violencia asociada con el narcotráfico habían comenzado cuando se acabaron los pactos que había entre gobierno y delincuentes.
Las palabras que presuntamente pronunció causaron tal escándalo —luego de que fueron citadas por el presidente Calderón en una entrevista—, que Rizzo debió convocar a una conferencia para decir que no había dicho lo que le atribuían.
Ahora, en otro quinto año de sexenio, es el aspirante presidencial Andrés Manuel López Obrador quien ha sacado a pasear ese argumento.
El pasado fin de semana, de visita en Chihuahua, el líder de Morena dijo que había que cambiar de estrategia para acabar con los efectos del crimen.
Leo en la página de internet del tabasqueño: “López Obrador agregó que es necesario buscar la paz, acabar con la guerra, ya que no se puede enfrentar violencia con violencia. ‘Hay que hacer una convocatoria. Cuando triunfe nuestro movimiento vamos a cambiar la estrategia que es atender las causas, no el uso de la fuerza’”.
“Propone AMLO acabar con narcotráfico y violencia a partir de un diálogo de paz”, cabeceó la nota el diario La Jornada.
Y luego, en el cuerpo de la información, el mismo periódico detalló: “El dirigente del partido Morena ofreció replicar el modelo que llevó la paz a Colombia, llamando al diálogo y la reconciliación a través de una convocatoria pública nacional para definir bajo qué condiciones se buscará la pacificación del país”.
Además de hablar de Colombia, López Obrador se refirió al caso de El Salvador.
“Acabo de visitar países de Sudamérica: estuve en Chile, Ecuador y El Salvador; en este último había una violencia terrible, una guerra, murieron miles de campesinos, obreros, empresarios, policías, soldados, monjas, sacerdotes”, dijo López Obrador en Ciudad Madera, según se publica en su página web.
“Añadió que luego de esa tremenda crisis, los salvadoreños tomaron la decisión de hacer la paz; firmaron un acuerdo en 1992 y desde entonces disminuyó la violencia, ‘siguen con problemas sociales, pero no hay el nivel de violencia que había antes’”.
El problema con su argumento es que ese acuerdo acabó con una guerra civil entre dos facciones políticas.
Y lejos de que haya desaparecido la violencia en el país centroamericano, ésta —que ahora es de índole criminal— se expresa mediante una tasa de homicidios de 64.2 por cada 100 mil habitantes, cuatro veces más grande que la de México.
Por eso hay que preguntarnos: ¿La solución al problema de la violencia criminal es pactar con los delincuentes? ¿De verdad?

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