Opinion

La rapiña tras el sismo … y la incertidumbre

LA COLUMNA
de El Diario

2017-09-23

Normalmente el obispo católico, Ramón Castro Castro, no es atropellado para hablar. El enojo y la indignación lo descompusieron al denunciar el robo de tres camiones con apoyo para damnificados por el sismo en Morelos.
Agentes policiacos secuestraron los vehículos y cómodamente los condujeron al gobierno de Cuernavaca para ser repartidos por el Gobierno estatal. Los víveres serían distribuidos por Cáritas (organización internacional humanitaria). Ya los esperaban cientos de víctimas. “Esto sobrepasa cualquier lógica moral mínima”, acusó el líder religioso.
Un palmario acto de rapiña política cual peor a los cometidos por ladrones corrientes en las mismas circunstancias.
Son impredecibles todavía para nuestro país esas consecuencias del temblor ocurrido el martes en la Ciudad de México y otras entidades más del centro de la República. El dolor y el luto fueron mezclados de inmediato con lucro político, comercial, delictivo y hasta económico. El de Morelos es uno entre tantos.
El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, fue recibido de mala manera en zona del desastre. Insultos, manotazos, gritos. Un golpe a la cabeza del funcionario con puño cerrado. Menos perturbado el recorrido de Peña Nieto.
Profesionalmente traumática para el gremio periodístico la lección de la niña que nunca existió: Frida Sofía. Televisa difundió hasta la desvergüenza el tema pero contaminó con una mentira a todo el mundo atónito con el desarrollo del rescate en el colegio Rébsamen.
Muchos otros edificios cayeron desmoronados pero el que “vendió” fue la escuela de niños. La Jornada calculó el récord impresionante de 64.6 millones de audiencia en vivo para la televisora de Azcárraga.
Del tamaño monumental del engaño fue el desplome. Nos recordó en menor medida aquellas fotos falsas de un Hugo Chávez enfermo manejadas como noticias exclusiva por El País (2013). Pifias y errores puede haber muchos; lo imperdonable es la mala fe.
Tampoco hubo misericordia para la popular empresa al ser descubierto el embuste. El golpe a su credibilidad ha sido demoledor. Ni siquiera la autoinculpación de la Secretaría de Marina salvó a Carlos Lorett de Mola, Denisse Maerker, a sus reporteros en campo y a la televisora en general de ser pulverizados, irónicamente, por la opinión pública.
Concentrados como estuvieron en las labores de rescate, quizá los miles de voluntarios de distintos países que llegaron a las zonas afectadas por el terremoto ni pudieron enterarse del deprimente espectáculo.
Tampoco los rescatistas extranjeros pudieron percatarse que la avalancha nacional de indignación pasó del tema particular de “Frida Sofía” a la clase política mexicana. Un ligero murmullo iniciado con la petición de una firma se convirtió luego en un estruendo con millones de decibeles.

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Activistas de todo el país consiguieron con rapidez inusitada montones de firmas para que el Instituto Nacional Electoral (INE) destine a las regiones afectadas por el sismo: la Ciudad de México, el Estado de México, Tlaxcala, Puebla, Morelos, Guerrero, Oaxaca y Chiapas, los siete mil millones de pesos que destinará en prerrogativas a los partidos políticos para el 2018.
Prendió el reclamo como lumbre en pasto seco. Líderes regionales de los partidos consideraban inicialmente imposible y hasta inadmisible ejecutar la exigencia “porque las prerrogativas son irrenunciables por ley”. Eso dijo acá en el solar el presidente del comité municipal panista, Jorge Espinoza. Al senador también blanquiazul, Javier Lozano, le preguntaron si estaba dispuesto a donar su dieta. No, respondió, “me voy a poner a robar o qué”.
Lo imposible debió hacerse realidad muy pronto. Inútil el intento de reventar con pretextos y malos discursos la cadena de recolección de firmas. Participaron hasta los más infantes. La dirigencia nacional del PRI fue la primera en ceder. Hizo el anuncio el jueves a través de un comunicado de prensa. Dejará sus prerrogativas y hará la devolución de 258 millones de pesos para ser llevados a los damnificados. Desde días atrás venía manejando la misma propuesta Andrés Manuel López Obrador. Ayer fue concretada en el consejo nacional de Morena. Acordaron quedarse solo con el 50 por ciento de las aportaciones públicas.
El trío PAN, MC, PRD fue obligado también a deshacerse del 100 por ciento de sus ingresos oficiales. Lo anunciaron el viernes por la mañana. Otros partidos ‘mini’ se descontaron porcentajes menores, Encuentro Social únicamente el 20 por ciento.
Podemos tomar la “cesión” como una victoria ciudadana, ciertamente. Es un impacto notable al confort específicamente de la clase política partidista y algo de su operación hacia las campañas electorales, esos monstruos que devoran sumas insultantes de recursos.
Pero ya veremos más pronto que tarde. La aceptación de los partidos ha sido inscrita en una circunstancia de alta vulnerabilidad emocional ocasionada por el terremoto. Así que no deja de tener dosis considerables de demagogia. Impuesta pero demagogia. Una salida hasta fácil para dar escape a la irritación de los mexicanos fuera de la burocracia.
El dinero para las campañas de alguna parte saldrá al menos que lo impida determinado fenómeno extraordinario social tangible en las calles. La recolección digital de firmas convertida en movimiento ciudadano en campo sin duda conduciría al país al menos por un esquema refrescante de autogobierno y no por la actual partidocracia insensible y presa de múltiples vicios, la corrupción y la indolencia, los principales. Infortunadamente no observamos que venga un cambio de esa magnitud.
Antes que finalice el año deberán tener los partidos a sus candidatos presidenciales. No se andarán entre ellos con ingenuidades de no gastar recursos para disputar el poder. La tentación mayor es un pastel compuesto por muchos billones de pesos anuales. Las secuelas del sismo serán usadas para conseguir votos no para garantizar la reparación de los daños. Las más de 300 personas fallecidas y desaparecidas representarán en pocos meses solo una estadística más en la tarjetas informativas de los candidatos.

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El tema que viene es de igual o mayor trascendencia para el país que el anterior. Las cantidades retiradas a los partidos son importantes. Por supuesto no llegarán a los siete mil millones de pesos reclamados en la petición de origen, pero aunque fuera ese 100 por ciento, el monto es infinitamente menor respecto de las cantidades requeridos para la reparación de los daños ocasionados.
Esa debe significar una preocupación social del mismo tamaño. Los estropicios en la infraestructura urbana: energía eléctrica, agua, colectores, calles, carreteras, edificios públicos como escuelas, hospitales, son todavía incuantificables en las entidades afectadas por el movimiento telúrico. Siete mil millones seguramente apenas representarán una aspirina.
Esos efectos sí serán nacionales junto con el sufrimiento emocional de la tragedia. Justo andamos en fechas de que los órganos legislativos estatales y nacionales reciban los llamados paquetes económicos 2018. El gobierno de la república ha empezado a discutir el propio con el Congreso de la Unión. En breve harán lo mismo los gobiernos locales en el interior del país.
Ahí se verá reflejada la dimensión real de los perjuicios con disminuciones a los presupuestos ordinarios para ser canalizados a las áreas destrozadas. El golpe sin duda será importante en múltiples rubros del llamado gasto social. No hay petróleo, no hay ingresos extraordinarios. La economía en descenso. Meramente simbólicos los 150 mil dólares donados por el Papa Francisco. La ayuda humanitaria apenas para mantener con vida a los sobrevivientes de Chiapas, Guerrero...Oaxaca.
Esa debiera ser la ocupación central de la clase gobernante para las siguientes semanas y meses. Cómo evitar que la desgracia en las zonas siniestradas profundice las carencias en el resto del país. No desaparecerá la realidad bajo el argumento de que no hay dinero.
Imposible pedir peras al olmo. Ni un terremoto como el ocurrido el 19 de septiembre de 1985 sacudió el cerebro amodorrado de la clase gobernante. Es igual de impensable que ocurra hoy el milagro de la creatividad e inteligencia para resolver la nueva grave dificultad que se viene encima.
Queda entonces la presión y la vigilancia ciudadana para que al menos se haga lo que se deba hacer con los recursos a la mano. Más corrupción, más negligencias, más burocracia aflojerada, zombie, carísima...no son “lujos” que deban ser consentidos. No más.

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