Opinion

Mexicanos

Yuriria Sierra/
Analista

2017-09-22

Ciudad de México– Han pasado más de 60 horas del sismo. Ha sido una de las jornadas más largas que me ha tocado vivir. También una de las más inagotables. Porque sin importar la lluvia, las horas sin dormir, sin comer, las manos de los mexicanos no se han quedado quietas.
Levantan escombros, los mueven. Levantan su mano para pedir silencio. Transportan comida, insumos, herramienta. Llevan cobijas, linternas. Ofrecen agua y alimento. “Que nunca nos vuelvan a decir que tenemos el gobierno que merecemos...”, decían ayer en redes sociales. No podría estar más de acuerdo. Los mexicanos no han dejado de apoyarse: las convocatorias quedan rebasadas, los centros de acopio llenos. Las cadenas de ciudadanos que auxilian a cargar, lo que sea, pero que es necesario para apresurar la marcha: escombros, ayuda, herramienta.
La desgracia siempre nos trae lecciones. De ellas ya habrá tiempo de reflexión. Porque ahora lo que se ve en las calles, lo que se lee en las redes, lo que me ha tocado informar, ha sido la respuesta de un pueblo que se ayuda, que se ha descubierto nuevas empatías. Nos vemos ahora como esos mexicanos que estrechan su mano, algunos por primera vez, y no vuelven a soltarse. No es la primera vez. Ni tampoco es un autocumplido.
La prensa internacional destaca la solidaridad de los mexicanos como una de las más importantes cualidades de un pueblo como el nuestro. Basta abrir cualquier diario para reconocernos ahí, en cada una de esas manos e historias. Somos éso. Los que han aprovechado su tiempo libre para acudir a las brigadas. Los que se han organizado para dirigirlas. Los que han hecho a un lado sus paseos en bici y han convertido a la bici en el medio para llevar víveres, palas, picos y medicina. Los que han abierto las puertas de sus casas para el descanso de los voluntarios. Los que se han puesto a cocinar para extraños. Los que ofrecen sus servicios como profesionales: médicos, ingenieros, arquitectos, abogados, para dar auxilio y calma. Los que desde casa movilizan y gestionan la entrega de ayuda. Los que hicieron esa cadena humana y no detuvieron la ayuda a pesar de la lluvia. Los que han alzado la voz por las comunidades más alejadas. Los que han logrado llevarles ayuda. Los que buscan la manera de ayudar: mujeres y hombres de todas las edades, que se las ingenian para ofrecer algo.
Esa ventana para ofrecer electricidad. Esos negocios que hicieron todo a un lado para contribuir a que ese espíritu tan mexicano no se extinga: las taquerías, los puestos de tamales, de tortas, las fondas, que en los últimos tres días han dado lo que tienen y demostrado lo que son.
Ahí debemos de reconocernos. En los rostros de los miles que hoy se sonríen cuando antes jamás habrían esperado coincidir. En las miradas que hoy se cruzan para generar esperanza. En las manos que hoy se estrechan para transmitir fuerza. No son momentos para el halago, pero sí son momentos para impulsarnos y llevarnos a un lugar que nos permita reconocer todo nuestro potencial.
Yo creo que hoy todos los mexicanos estamos haciendo lo mejor que podemos. Que es mucho. Que es tanto, aunque a veces parezca poco y se nos desgarre el corazón ante las desgracias. Pero no nos regateemos también eso. Abracémonos y sigamos en ello. Que estas horas son cruciales.

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