Opinion

La cadena humana

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2017-09-20

¿Qué se hace después de un sismo? Cuando uno se encuentra a cientos o miles de kilómetros de distancia, viendo de reojo la televisión, leyendo a medias encabezados periodísticos, siguiendo por momentos el desarrollo de ese mundo alterno de las redes sociales sin saber cuánto es real, cuánto imaginario. ¿Cómo se actúa si de súbito el mundo parece haber entrado en estado de emergencia por doquier —al grado de considerar en comparación juegos de niños las pullas entre Trump y Kim Jong-un— mientras el tiempo apenas alcanza para cumplir con las obligaciones cotidianas?
De alguna manera trascienden las imágenes, las cifras de víctimas fatales y desaparecidos, los puntos geográficos. Oaxaca, Chiapas, la Ciudad de México, Los Ángeles, Illinois, Camargo, Perú, otra vez la Ciudad de México, Puebla, Edomex, Morelos, Oaxaca: en todos estos lugares se han sentido movimientos telúricos en los últimos días, si bien no en todos se sufrieron daños serios.
Quienes recordamos el terremoto del 85, quizá —como yo— hayamos vivido de lejos aquella experiencia cual una increíble especie de aventura en la que queríamos participar como héroes. Tal vez hayamos deseado acudir formando parte de algún contingente de voluntarios con el sueño de sentirnos parte importante de algo único, en unas intensas vacaciones fuera de una vida monótona. Y probablemente nos quedamos sin movernos, continuando una aburrida rutina mientras nos enterábamos por los medios masivos previos a internet de historias mucho más allá de nuestra imaginación tras lo que constituía hasta entonces el suceso más dramático de nuestra joven existencia.
Hoy es distinto. Quizá la mayoría tampoco podamos viajar al sur del país. Pero, un poco más maduros y un mucho más informados, eso no importa ya. Cualquier catástrofe mayor se refleja a gran distancia de donde haya ocurrido, y por un lapso considerable. Pero la influencia puede correr en ambos sentidos. Es decir, desde aquí podemos auxiliar a las regiones afectadas aunque no conozcamos técnicas de rescate ni dirijamos ningún albergue o banco de alimentos. Ayudar, asimismo, nos conviene tanto a nosotros como a las víctimas directas.
Esto se debe a que existe una necesidad mutua. En los lugares dañados hace falta apoyo en muchos sentidos, es obvio. Y entre más pronto se reciba mejor. Sin embargo, quienes hemos presenciado indirectamente la tragedia combatimos la sensación de impotencia —y el temor a una catástrofe similar— poniéndonos en acción. Así hacemos un ejercicio de lo que se encuentra bajo nuestro control. Se trata de una especie de simulacro ante emergencias. Brinda confianza, desarrolla aptitudes de respuesta. 
Porque, claro, si algo dejan claro estas catástrofes es la posibilidad de llegar a padecer en carne propia los embates de la Naturaleza. Aún no termina la temporada de huracanes y ya ha habido una racha de sismos ¡hasta en nuestro geológicamente tranquilo estado! En vista del intensificador efecto del cambio climático en los fenómenos meteorológicos y de la urbanización y población cada vez más grandes, urge prepararnos para eventualidades.
Lo anterior implica entender que todos formamos parte de la misma comunidad, radiquemos en Ciudad Juárez o en Chiapas. Los medios actuales permiten como nunca tener acceso a información en tiempo real, sirviendo también de línea de emergencia para numerosas víctimas. Es hora de difundir los beneficios de la tecnología. Aprendamos, especialmente los adultos mayores, a usar las redes sociales.
Sobre todo, incorporémonos a la cadena humana de asistencia con la certeza de que siempre se puede aportar algo y de que saldremos de la experiencia como una sociedad más fuerte, más preparada.
Sí, probablemente, se registren abusos o casos de corrupción o mala administración. Quizá no todos los donativos vayan a dar a quien los necesite. Eso no es pretexto para no cooperar. Por el contrario, hace evidente la importancia de involucrarnos a fin de vigilar la transparencia de los fondos. 
Colabore usted con las víctimas de Oaxaca, la Ciudad de México o donde sea, a través de cuentas de instancias como la UNICEF, o algún centro vecinal de acopio, gracias por reforzar el mecanismo colectivo para emergencias. Lo mismo que la aplicación de primeros auxilios, se mejora con la práctica.

ceccastaneda@hotmail.com

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