Opinion

Atizan la violencia por nómina y negocios

LA COLUMNA
de El Diario

2017-09-16

Ricardo Monreal Ávila es un político advenedizo y de conveniencias. En pocos como él se aplica con precisión matemática la frase del que no da paso sin huarache. Fue alto funcionario público desde las filas del PRI, luego saltó al PRD y obtuvo la gubernatura de su natal Zacatecas; también fue coordinador parlamentario del Partido del Trabajo (PT) en el Senado de la República; de ahí brincó a Morena. Actualmente es jefe de la rica delegación Cuauhtémoc de la ciudad de México bajo las siglas de ese partido... pero está desahuciado también en Morena!.
Monreal está aplicando a Andrés Manuel López Obrador la especialidad de siempre: si no es para mi la candidatura me largo. Lo hizo en Zacatecas con el PRI y lo hizo con el PRD. Ahora pretendió la nominación de Morena a la jefatura de la Ciudad de México que una presumible encuesta le concedió a Claudia Sheinbaum, delegada morenista de Tlalpan.
Con las manos en el pecho jura Monreal que “jamás” atacará a Andrés Manuel pero ya no está en sus filas aunque todavía espera que sea repuesto el método de elección en la candidatura por el gobierno del ex D.F.
El botón de muestra llamado Monreal recorre la élite política mexicana hacia el 2018. Enojos, golpes, zancadillas, pruebas...Cruenta la lucha por el poder. Todos llegaron encarrerados para el ocho de septiembre que inició el proceso federal .
Dos chihuahuenses en el presupuesto del gobierno estatal fueron acuartelados en la Ciudad de México para respaldar la guerra de Ricardo Anaya contra el PRI y varias figuras del PAN. César Jáuregui, secretario de Gobierno; y Gustavo Madero, coordinador del Ejecutivo de Gabinete, fueron vistos participando activamente en las negociaciones partidistas. Representaron en las discusiones al gobernador, Javier Corral.
Todo ese ambiente denso y envenenado en la historia reciente del país solo se vivió al interior del PRI en 1994 con el asesinato de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu. Hoy aquellos episodios de odio y pelea aparecen por igual en el PRD, el PAN... Morena. Todos por igual. Aun con su tercer lugar en las encuestas, el PRI con sus principales actores disputan bajo las mismas condiciones de dureza la candidatura presidencial.
La vida ordinaria de los mexicanos a expensas del humor, ánimo e intereses de los políticos.

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La disidencia de Monreal en Morena es el inicio de la historia 2018 para ese partido y su presidente del consejo directivo, “El Peje”. Son todavía impredecibles las consecuencias para ellos y para el propio país. El pleito está arrancando.
En Acción Nacional la relatoría de amores y desamores, de odios y traiciones, está más presente que nunca. Sus líderes huelen que pueden regresar a la Presidencia de la República. Los frentes que encabezan Margarita Zavala, Rafael Moreno Valle y Ricardo Anaya no dan señales de ceder el uno por los otros bajo ninguna circunstancia. Su pelea es fatal.
Al contrario del acuerdo y del diálogo interno, los blanquiazules han decidido enfrentarse hasta las últimas consecuencias entre ellos sin temor al qué dirán por alianzas confesas aun con opositores partidarios ideológicamente incompatibles.
El equipo de Felipe Calderón se hizo de la presidencia del Senado de la República en un contrato con el PRI cuyo clausulado iremos conociendo en la medida de los acontecimientos futuros.
Margarita Zavala navega en las aguas turbias de ese pacto liderado evidentemente por su marido Felipe Calderón y el senador, Ernesto Cordero. Su flanco institucional mantiene aprecio por el panismo en general. La guerra con Anaya no tiene vuelta atrás salvo algún suceso muy extraordinario. Es una historia bastante similar a la que libraron Felipe Calderón y el otrora dirigente del PAN, Manuel Espino Barrientos. La derecha contra la ultraderecha.
Anaya enfrenta al PRI, a Calderón, a Moreno Valle... pero también a sus excofrades de Querétaro y toda la región Yunquera de ese zona del país. Desde el gobierno estatal de aquella entidad recibió Ricardo el mayor golpe en su trayectoria política: los libros abierto del Registro Público de la Propiedad que demuestran un enriquecimiento multimillonario familiar en el corto tiempo de tres lustros.
Ha demostrado Anaya habilidad para la venganza. Se desquitó en la Cámara de Diputados del golpe sufrido en la de Senadores y la publicitación de los bienes familiares. Presumió la firma de los 32 dirigentes estatales del PAN en su favor. Bajo el argumento del “fiscal carnal” dejó al país sin mesa directiva de la Cámara Baja durante casi una semana.
En ese maremágnum apareció el gobernador chihuahuense, Javier Corral Jurado. Es innegable que le hace cosquillas la Presidencia de la República para el 2018 aunque repita que solo busca ser un interlocutor de los principales que habrá en los siguientes meses para conseguir “un cambio de régimen”.
El embrión del Frente Amplio Opositor fue sembrado por Corral con los partidistas “encuentros Chihuahua”. Ahora ese frente es el Movimiento Ciudadano, PRD y PAN, dirigido más por Corral que por Anaya. La historia entre ambos no es precisamente de verticalidad y de congruencia, ha sido de peleas encarnizadas y “reconciliaciones” coyunturales. Así parece la de hoy. Odio y amor. Amor y odio. Un solo paso entre ambos.
Sabemos que el PRD es un rompecabezas. Ya nomás falta que María Alejandra Barrales Magdaleno, presidente nacional, brinque a las filas de Morena. Poco a poco el partido del sol azteca va quedando yermo cual paisaje lunar. El bastión de poder, la ciudad de México, va regresando al control de El Peje”, igual que cuando fue su gobernante.
Miguel Ángel Mancera no tiene mucho hacía dónde dirigir su futuro político. Su desempeño en la jefatura de la CdMx no le dio siquiera para ser contemplado como precandidato presidencial. Tampoco la vía independiente es alternativa. Ha trabajado intensamente hacia el interior del PRD, ubicó algunas piezas fuera de su territorio, incluido Cuidad Juárez, con Armando Cabada; y “El Caballo” Lozoya en Parral, pero en las encuestas no aparece como figura relevante para ser tomado en cuenta. Su distancia de la Barrales es cada vez más clara.
El tercero en el frente, Movimiento Ciudadano, va quedando desnudo, en puras siglas. El expriista jefe del MC, Dante Delgado, ha seleccionado mal a sus aliados.
Ese partido tiende a desaparecer. Durante la semana hemos hablado del caso Guadalajara. Su alcalde, Enrique Alfaro, decidió regresar al redil priista. Tiene alianzas sólidas con el gobernador tricolor de Jalisco, Aristóteles Sandoval.
Puede contar entonces el frente opositor justo con esas siglas, ya no con los votos.

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El PRI ha mostrado capacidad de regeneración y resurgimiento (en el plano nacional y por regiones). Es la esperanza pero también la ambición que impulsa a sus jefes de tribu para salir de la cola en las encuestas donde los tiene particularmente el desempeño de Enrique Peña Nieto y varios de sus colaboradores. Ayotzinapa, la Casa Blanca, el sacavón, presentes siempre. Los dislates convertidos en memes hilarantes y demoledores.
Adentro es innegable la confrontación entre Miguel Ángel Osorio y el equipo “amigo” del Presidente Peña Nieto, encabezado por Luis Videgaray. Por otro lado está la figura predominante del sonorense, Manlio Fabio Beltrones, que así como se dio el lujo de montarse sobre la decisión presidencial para conseguir la dirección nacional del PRI, así renunció a su presidencia tras perder ese partido la mayoría de las gubernaturas en juego el año pasado.
Manlio y su equipo desplegado por toda la República no le atribuyeron aquel resultado a la bendita democracia ni al furor ciudadano por cambios de partido en los gobiernos locales. Traición desde el propio PRI. La herida permanece abierta.
Aun en esas condiciones las cartas siguen sin ser abiertas ni las decisiones tomadas. Beltrones y otros “críticos” fuertes como Ivonne Ortega volvieron sobre sus pies de plomo.
La Presidencia de la República y su caudal económico adecuadamente manejados pueden conseguir buenos acuerdos entre los enormes intereses internos y seguir influyendo en las decisiones del PAN, del PRD, del Verde...PANAL...y si la mano alcanza hasta en Morena.
El reto tricolor aparece más bien en la estabilización inmediata de la crisis interna, el control de las tribus y la influencia sobre los opositores. No conseguir ese objetivo antes de diciembre, propiciaría una nueva etapa de mayores desavenencias y hasta mayor violencia tipo los noventas. Eso provoca la incertidumbre en la nómina pública y los negocios privados.
El estrés recorre a todo el sistema político nacional.

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