Opinion

Compu de bolsillo

Sergio Sarmiento

2017-09-13

Ciudad de México– Nos habíamos acostumbrado a tener productos electrónicos cada vez mejores y a menor precio. Esto era consecuencia de la Ley de Moore, según la cual el número de transistores en un circuito integrado se duplicaba cada dos años. Pero este 12 de septiembre, mientras daba seguimiento a la presentación del director general de Apple Tim Cook en el Apple Event de Cupertino, me di cuenta que esa tendencia ha terminado. Los teléfonos inteligentes son cada vez más caros.
El iPhone X, el nuevo teléfono codiciado por los entusiastas de Apple a pesar de que sólo empezará a venderse en noviembre, tendrá en los Estados Unidos un precio al público de 999 dólares para su versión con menos memoria, 64 gigabytes (GB). Para México ya se ha anunciado un precio de 23,499 pesos. Si uno quiere el modelo de mayor capacidad, con 256 GB de memoria, tendrá que invertir 26,999 pesos.
Los teléfonos celulares de gama alta ya cuestan tanto o más que una computadora portátil. El nuevo Galaxy Note 8 de Samsung, ya lanzado en Nueva York y que será presentado en México el 26 de septiembre, tiene un precio sugerido en Estados Unidos de 929.99 dólares. El Samsung Galaxy S8 Plus que yo uso se vende en México a 19,699 pesos.
Quizá el alto precio es inevitable. Estos dispositivos no son ya simples teléfonos móviles. Son computadoras con alta capacidad de procesamiento, conectadas permanentemente a la red y equipadas con cámaras digitales de fotografía y video. Permiten realizar una amplia gama de trabajos profesionales y son también centros de entretenimiento personal.
Es muy fácil criticar a los millennials que se hunden horas en la contemplación de sus pequeñas pantallas iluminadas; pero yo también, millennial del milenio pasado, le doy un uso intenso a mi teléfono. Lo empleo para leer periódicos y revistas de México y el mundo. Me da acceso a mis correos electrónicos. Me comunica con mis compañeros de trabajo, lectores, radioescuchas, familiares y amigos de manera instantánea. Me permite revisar archivos que guardo en la nube y realizar investigaciones. Lo empleo para escuchar música mientras trabajo y para ver videos y películas. Ya no es inusitado que un libro completo en la pantalla de un teléfono.
Unos instrumentos tan útiles han generado inevitablemente un mercado enorme. Sólo en 2016 se vendieron 1,495 millones de teléfonos inteligentes en el mundo, un aumento de 5 por ciento sobre el año anterior. Ésta es una cifra extraordinaria ante una población mundial de 7,500 millones. Samsung registró la mayor participación de mercado con 20.5 por ciento, seguido de Apple con 14.4 por ciento. Huawei ha venido ganando terreno y cerró 2016 con 8.9 por ciento del mercado, si bien su presencia sigue estando concentrada en China (gartner.com). El mercado ofrece muchas otras opciones.
Hay fuertes debates sobre las consecuencias del uso que hoy se da a los teléfonos inteligentes. Robin Sharma, autor de El monje que vendió su Ferrari, afirma que éstos han causado "masivas pérdidas en nuestra creatividad y productividad". El empresario y bloguero francés Fabrice Grinda dice, en cambio, que han sido "los principales promotores de los avances en productividad". No sé cuál de los dos tiene razón, pero quizá lo puedo averiguar. Sólo tengo que usar mi teléfono inteligente para buscar información seria sobre el tema. Lo haré una vez que termine el artículo sobre literatura erótica que estoy leyendo.

Subsidiar gasolina
El Frente Ciudadano del PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano ha presentado una agenda legislativa que, entre otras medidas, pretende dar marcha atrás al gasolinazo. En otras palabras, estos partidos quieren que el gobierno use el dinero de los pobres para subsidiar la gasolina de los ricos y contaminar más el ambiente.
Twitter: @SergioSarmiento 

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