Opinion

Democracia, inseguridad y alternativa

Sergio Pacheco González/
Analista

2017-09-11

Es usual asumir que la democracia es una forma de gobierno. Otras acepciones enfatizan otros elementos. De hecho, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos expresa en su artículo 3°, fracción I, inciso ‘a’, que se considera “a la democracia no solamente como una estructura jurídica y un régimen político, sino como un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”.
Para lograr estos altos fines, se han establecido los marcos legales que pretenden conciliar los diversos intereses presentes en los sectores y grupos sociales, los mecanismos para resolver los conflictos que entre ellos se pudieran presentar, así como los procedimientos que se pueden utilizar cuando se considera que las autoridades gubernamentales violentan los derechos.
El mismo artículo 3° constitucional, indica: “La educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente, todas las facultades del ser humano y fomentará en él, a la vez, el amor a la Patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad internacional, en la independencia y en la justicia.” En los tiempos de inseguridad y violencia que vivimos en los ámbitos local, nacional e internacional, la responsabilidad del Estado en el fomento de estos valores y en las prácticas que los hagan prevalecer, es incuestionable. No obstante, la noción de Estado, como concepto abstracto, dice muy poco.
Un ejemplo del Siglo XVII en Europa, nos permite ahondar en su contenido. Este es el caso del Rey Luis XIV de Francia, conocido con el sobrenombre de El Rey Sol, a quien se le atribuye la frase “el Estado soy yo”, frase que nos indica la manera en que se concibe el ejercicio unipersonal de poder. En este supuesto, el titular con plena autoridad decide qué se debe y qué no se debe hacer, qué necesitan o qué no necesitan los miembros del Estado. Su responsabilidad es, consecuentemente, plena también, en tanto que a los súbditos, para emplear el lenguaje de la época, sólo les corresponde acatar lo dispuesto.
No son estas necesariamente las condiciones de nuestro tiempo. Más valdría preguntarnos ¿qué pasaría si hoy día asumimos colectivamente la misma potestad que se atribuía Luis XIV? ¿Qué podría cambiar si afirmamos que el Estado somos nosotras y nosotros? ¿Qué pasaría con los valores de amor a la patria, con el respeto a los derechos humanos, con el desarrollo de nuestras facultades? ¿Podríamos ponernos de acuerdo? Porque a diferencia de los vasallos, tenemos capacidad de decisión y por lo tanto, somos corresponsables. El resultado de la elección local del pasado 2016 pareciera confirmarlo.
En estos días, la percepción de inseguridad pareciera incrementarse por la persistencia de actos violentos que han derivado en homicidios y feminicidios. A ello abonan también las acciones dirigidas en contra de elementos de las fuerzas de seguridad pública. Los incidentes viales han incrementado sus víctimas y enlutado familias. Las fuerzas de la naturaleza han afectado a viviendas y a la infraestructura urbana. Por otra parte, diversos conflictos dan cuenta de que diversas fuerzas políticas se encuentran en movimiento con miras al proceso electoral 2018.
El año próximo se disputan prácticamente todos los cargos de representación popular en los ámbitos local y federal. Se votará por la presidencia de la república, por la integración de las cámaras de senadores y diputados, por el congreso del estado y por las presidencias municipales del estado de Chihuahua.
Se disputan esos cargos y se presenta nuevamente la oportunidad, como en cada proceso electoral, de elegir. Y más aún, la oportunidad de participar no sólo otorgando el voto a favor de un(a) representante, sino de impulsar lo que consideramos es necesario para desarrollar nuestras facultades, para dotarnos de “un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”. Otra oportunidad para elegir y acompañar a quienes deben tomar las decisiones en el sentido en que se les demande.
La alternativa podría plantearse en este sentido, entre permitir que unos cuantos continúen actuando como si encarnaran el Estado, o bien, corresponsabilizarnos y pugnar por superar los obstáculos y prácticas que han posibilitado el estado de cosas existente.

sergio.pacheco@uacj.mx

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