Opinion

Riberas del Bravo: su origen en dos actos

Elvira Maycotte/
Académica

2017-09-05

Seguramente en la memoria de algunos de nosotros todavía resuena el anuncio que en el año 2004 tan pomposamente hiciera el gobernador del Estado en ese entonces, Patricio Martínez García, al inaugurar Riberas del Bravo: “Único en su tipo en el país, y es para las familias juarenses”
Las imágenes y encabezados en los diarios no me dejarán mentir: se prometía un fraccionamiento con todos los servicios e infraestructura de primerísima calidad; familias sonrientes, niños felices, fachadas impecables y parques que presumían una incipiente vegetación ilustraban con algarabía aquella entrega de viviendas a las familias de bajos ingresos. Muy lejos estamos hoy de la fantasía que algunos, desde ese entonces, ya vislumbrábamos como un fracaso.
La historia no empezó ese año. En realidad, muchos factores y actores tuvieron que alinearse desde años atrás para dar a luz Riberas del Bravo, una historia que podemos englobar en dos actos:
El origen. El nacimiento de Riberas del Bravo podemos situarlo en el año 1992, cuando el presidente Carlos Salinas de Gortari promovió una reforma el artículo 27 constitucional en la cual se permitió la venta de los ejidos. Hasta antes de esa reforma, los ejidos que hasta entonces estaban consagrados como la propiedad rural básica y el máximo logro de la Revolución Mexicana a favor de los campesinos, no era susceptibles de venta y mucho menos de incorporarse al mercado de suelo urbano.
Esta acción, permitir el cambio de estatus de los ejidos de rural a urbano, fue en apariencia una medida a favor de los ejidatarios que les permitió “descongelar” su patrimonio, que para ese entonces poco valía por su tamaño, su falta de competitividad por utilización de tecnología obsoleta y falta de apoyos para cultivarlos.
Con esta medida, los ejidos, que ante el ensanchamiento de las ciudades se habían convertido en un cinturón que constreñía a las ciudades y limitaba su crecimiento, habían dejado de ser un obstáculo.
Si el valor del suelo al interior de las áreas urbanas antes resultaba alto frente a una demanda que rebasaba a la oferta, particularmente para proyectos de poca rentabilidad, o de carácter social, ahora dejó de ser un problema: la liberación del suelo tras la venta de los ejidos vino como anillo al dedo para aquellos que harían de su urbanización un negocio redituable, como no lo hubieran podido hacer antes de la reforma constitucional. Ahora, el nuevo negocio de centró en adquirir suelo ejidal a bajo costo y mantenerla reserva, pujar por su incorporación a los planes urbanos y ver, como con un plumazo, el precio de ese suelo antes inútil y perezoso se multiplicaba hasta más de tres veces sin invertir ni un peso adicional. El tiempo y la “gestión” para cambiar su estatus a “suelo urbano” lo hacían todo: una de las muchas modalidades de la especulación.
Fraguando el escenario. La primera acción que se debía llevar a cabo para erigir un desarrollo habitacional de la magnitud de Riberas del Bravo era conseguir suelo, y suelo barato… y para ello la mayor parte de los ejidatarios estaban más que dispuestos a deshacerse de una propiedad que no les redituaba económicamente ni tenía posibilidades de plusvalía a menos de que se transformase en urbano.
El fin de la historia la tenemos frente a nosotros: la mayor parte de los ejidatarios vendieron su tierra y el gobierno del estado formó una bolsa de suelo que puso a disposición de los desarrolladores de vivienda.
Con Riberas del Bravo, promovido por el Instituto de la Vivienda del Estado de Chihuahua, IVIECH -institución a cargo de la promoción de vivienda y administración de reservas de suelo cuyo nombre fue cambiado posteriormente para borrar de la mente las barbaridades que apadrinó- y desarrollado en sus diferentes etapas por las principales empresas constructoras de la localidad -unas ya desaparecidas y otras aún en operación- dejamos ir suelo muy valioso en cuanto a su potencial ambiental para todos los juarenses: basta con caminar por los bordes del mal llamado fraccionamiento y ver los sembradíos que aún sobreviven, ver los frondosos árboles que flanquean el perímetro y las frondosas arboledas de las parcelas que se negaron a sucumbir en el juego. Ese sí es un paraíso, un paraíso que se nos fue.
Poco después, a no más de tres años de distancia los titulares anunciaban con igual fiesta y grandes letras: “Sufren vecinos abandono oficial” Solo me pregunto, la gran pompa con que se anunció ¿Era una sentencia que nos anunciaba nuestro gobernador a los juarenses que tanto amó? ¿una amenaza?  Qué lejos estamos del sueño que nos prometieron; triste es aceptar -otra vez- que las promesas quedaron solo en ello, en palabras huecas que hoy resuenan en el viento, hierbas y polvo de nuestra Riberas del Bravo.

elvira.maycotte@gmail.com

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