Opinion

Municipalizar la JMAS, promesa incumplida de Corral

Carlos Murillo/
Abogado

2017-08-26

No es lo mismo ser borracho que cantinero, eso reza el refrán que es producto del ingenio popular. Y eso pasa precisamente con Javier Corral, quien ha fracasado al brincar la frontera entre ser oposición y ser gobierno.
Es una regla de la política mexicana que un exitoso opositor se convierte en un pésimo gobernante. En Chihuahua esto ha pasado en dos ocasiones. La primera vez con Pancho Barrio y la segunda con Javier Corral, pero entre ambos hay más coincidencias.
En cuanto a su origen y destino encontramos que los dos crecieron políticamente con el discurso de la resistencia civil en contra de un mal imaginario, un anticristo que oscurece el futuro de la sociedad, crear esa ficción es muy rentable desde el punto de vista del marketing político, así que ambos construyeron a modo un contrincante para pelear en las elecciones, según Barrio combatía contra la opresión y en favor de la democracia, Corral por su parte tuvo que aceptar que ya hay democracia y en el 2016 inventó la bandera contra la corrupción y defendía al pueblo de los abusos del poder.
Por otro lado, en cuanto al quehacer político, ambos tienden a ser políticamente sectarios, por ejemplo, Barrio mantenía operadores al interior del PAN pero sus maniobras frecuentemente fallaban, por lo que terminó consolidando a otros grupos antagónicos que terminaron por erosionar las bases hasta tocar fondo, la muestra es que, después de Pancho Barrio vinieron 18 años de fracasos para el PAN.
Otras diferencias son simbólicas; los dos dicen ser juarenses pero no nacieron en Juárez, Barrio es de Satevó y Corral es de El Paso, así que la gente de Chihuahua no los consideraba de Juárez y eso le favorece para transitar entre la élite económica de Chihuahua –que es la misma de hace doscientos años–; los dos panistas compitieron contra juarenses en las elecciones, Barrio contra Chuy Macías y Corral contra Enrique Serrano, por lo que se puede traducir en una competencia Juárez-contra-Juárez, pero sucedió algo parecido al caso de Barack Obama, porque los simpatizantes más conservadores veían al candidato republicano como un afroamericano, pero con un color “no tan oscuro”, algo así como “café con leche”, para así justificar su voto, regresando al caso de Corral, también los chihuahuitas pensaban que a pesar de ser de Juárez era menos juaritos que Serrano, porque había vivido los últimos veinte años en la Ciudad de México.

Además de estas similitudes, que para algunos podrían pasar como nimiedades, la otra condición que comparten Barrio y Corral es que ambos fracasaron en la administración del estado desde el principio porque les ganó la soberbia y la inexperiencia. Quizá Pancho Barrio se tardó un poco más en demostrar sus deficiencias, pero a la mitad del sexenio el fracaso fue inocultable, por eso perdió el control político del Congreso y, por tanto, la gobernabilidad.
Tanto Barrio como Corral, parecen olvidar que, en las administraciones estatales, hay ciertas reglas que no se deben olvidar, la primera es que la gestión se divide en dos partes de tres años; el primer periodo debe ser destinado a consolidar los proyectos más complejos, los que pueden ser resueltos con la negociación cuando se tienen las condiciones a favor y que, inclusive, pueden ocasionar un riesgo de perjuicio en la imagen pública en el corto plazo, pero que valen la pena a largo plazo.
La segunda etapa de una administración estatal es la preparación de la retirada; en los últimos tres años el gobernador va perdiendo fuerza rápidamente y capacidad de negociación. En realidad estos tres años se convierten en dos, porque el último año son las elecciones, así que el gobernador en turno es opacado por el candidato más fuerte.
En este caso, se trata de un periodo de cinco años y hay malas noticias: en realidad Javier Corral gobernará uno, el que ya se le escurrió entre las manos ¡y no hizo nada!, los demás años serán su peor pesadilla; el siguiente año son elecciones federales y estatales, pero como va, seguramente el PAN perderá muchos de los espacios en el Congreso Local y los demás partidos recuperarán terreno junto con los independientes que seguramente competirán ahora por diputaciones y sindicaturas, además de las presidencias municipales que ya gobiernan.
Entonces, después del 2018 le quedarán a Javier Corral dos años antes de comenzar la caída libre al tercer año, pero con estas referencias seguramente le pasará lo mismo que en 1995 a Barrio, porque perderá la mayoría relativa en el Congreso, un momento estratégico, en el que el PAN no pudo refrendar el triunfo de 1992 y tardaría 21 años en volver a obtener resultados favorables.
Con esos escenarios, para Barrio y Corral fue fácil olvidar las promesas que se hacen en campaña por una razón muy simple: la mayoría de las promesas quieren cumplirlas y otras tantas no las pueden cumplir.
Experto en la retórica barata, el ex senador usó la persuasión para envolverse en la bandera de las promesas imposibles. Sabedor de que sus posibilidades eran pocas durante la campaña, Corral aventó la casa por la ventana en cuestión de propuestas con tal de conseguir votos
Pero no pensaba que iba a pasar lo inimaginable: por fin alcanzaría el triunfo en una elección después de perder de todas, todas. Entonces, por primera vez perdió-ganando, cuando estaba acostumbrado a ganar-perdiendo.
El resultado de las elecciones del 2016 fue sorpresivo hasta para Javier Corral, el día de la elección a las 6:00 p.m. en rueda de prensa anunció que ganaba por 0.5 por ciento, pero al final del conteo llegó a 9 por ciento, una diferencia abismal cuando se habla de una votación que sobrepasó el millón de votos.
Nadie pensó que ganaría Javier Corral, ni él. Después de las promesas eufóricas vino la resaca, antes del 5 de junio prometió “el doble o el triple de recursos para Juárez”, “becas para los universitarios”, “nueva imagen para Juárez”, “permanente regularización de vehículos” y así podríamos seguir con un rosario de promesas incumplidas del gobernador, pero mi favorita es la promesa de municipalizar la JMAS, lo dijo el 28 de abril de 2016 “Vamos a regresarle a Juárez la Junta Municipal de Agua y Saneamiento, vamos a traer la Secretaría de Desarrollo Social a esta ciudad, vamos a quitarle el control político a un gobierno autoritario y corrupto, pero también vamos a detonar un modelo económico para beneficiar a las familias juarenses”.
Después, no contento con hacer la promesa como candidato, lo refrendó en un encuentro con el presidente municipal electo Armando Cabada en el Café La Nueva Central, todavía con la alegría de haber ganado dijo “nosotros hemos hablado de darle cumplimiento a la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación para conferirle al Municipio de Juárez la Junta de Agua y por supuesto, lo que buscamos es también que haya un órgano administrador realmente transparente… un organismo administrador, gestionador del recurso, que realmente la ciudad aproveche una institución así”, con la prensa como testigo y una pieza de pan del ojo de pancha que se convirtió en ojo de hormiga.
Finalmente, el pasado 28 de junio Javier Corral descartó entregar la JMAS al municipio, dijo “por lo pronto no lo hemos pensado”, así de fácil se le olvidó su promesa. Sin embargo, en varias ocasiones el presidente Armando Cabada le ha pedido que cumpla con su palabra, pero eso es como pedirle peras al olmo.
Prometer, no cumplir y mentir. Esas son las tres etapas que llevaron al fracaso a Pancho Barrio y que se están convirtiendo en el PAN de todos los días con Javier Corral.

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