Opinion

La ciudad más resiliente

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2017-08-19

Esta semana la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu) declaró a Juárez la ciudad mexicana más resiliente, según información de El Diario. Si bien se trata de un término utilizado con frecuencia en diversos ámbitos durante los últimos años, de seguro muchos habitantes fronterizos aún se preguntarán “¿más qué..?”
La resiliencia se refiere a la capacidad de resistencia o de recuperación ante la adversidad. A nivel comunitario, implica seguir adelante tras episodios de inestabilidad, novedad o cambios. La adaptación no es necesariamente inmediata o uniforme, ni por un solo medio, ni siquiera continua. Pero, sea en una persona o una sociedad, a decir de los estudiosos sí termina dándose con relativa rapidez y reincorporando una actitud positiva. ¿Recuerda usted a quienes hace unos cuantos años auguraban que Ciudad Juárez estaba acabada? Bueno, mire el bullicio de las calles hoy en día. Eso es resiliencia.
Desde luego, en la frontera no se inventó este concepto. Según datos periodísticos, para el galardón del Sedatu se consideró a Tijuana, La Paz, Manzanillo, Durango, Mazatlán, Pachuca, Atlixco, Puerto Vallarta, Zihuatanejo, Aculco, Allende, Playa del Carmen y Tapachula. Al elegir como ganadora a Ciudad Juárez se tomó en cuenta “la organización para hacer frente a los desastres, identificación, comprensión y uso de escenarios de riesgo, capacidad financiera, institucional y social para la resiliencia, diseño y desarrollo urbano y ambiental, infraestructura, capacidad de respuesta adecuada y efectiva y la reconstrucción y recuperación de la ciudad”.
A juzgar por dichas variables, pareciera que vivimos en un municipio modelo de eficiencia y de previsión. Bueno, en ese sentido quizá nos falte un buen tramo por avanzar. Pero, definitivamente, Ciudad Juárez se ha sobrepuesto a mucho, muchas veces. Si no lo cree, sólo estudie un poco la historia local. Contra viento y marea, la primera ciudad fundada a lo largo de la zona limítrofe entre México y Estados Unidos —de hecho, antes de que se estableciera el Bravo como frontera— se ha reinventado en repetidas ocasiones. El antiguo Paso del Norte prácticamente se ha estado levantando y vuelto a levantar desde el Siglo XVII.
Por eso no sorprendió que en el 2015 la Fundación Rockefeller eligiera a Juárez de entre más de mil ciudades de alrededor del mundo como una de las 100 poblaciones resilientes a las cuales apoya mediante subvención y asesoría logística de dos años. Según el sitio de internet 100resilientcities.org, en nuestra ciudad “están tomándose medidas a efecto de mejorar el desarrollo económico, fomentar la sensación de identidad, abordar la violencia asociada con las drogas y reducir su vulnerabilidad a las inundaciones a través de un proceso en el cual se busca una mayor participación ciudadana”. Las presiones locales pueden clasificarse en delincuencia/violencia, desigualdad económica, clima extremoso, pobreza y desempleo, dice la página.
Como vemos, resiliencia no implica falta de de problemas. Quiere decir, al contrario, seguir funcionando a pesar de desafíos que impactan una sola vez o en forma intermitente o sostenida. Y, dígase lo que se diga, la prolongada ola de asesinatos en hogares o lugares públicos o los repentinos socavones parecen hacerle a la frontera “lo que el aire a Juárez”.
Las fronteras son resilientes por naturaleza. Inmersas entre dos sistemas, deben adaptarse en forma continua a las políticas de ambos. Esas condiciones de incertidumbre las obligan a replantearse periódicamente sus mecanismos de respuesta, como dice el historiador Oscar Martínez, “en un entorno humano único producto de la distancia física de las regiones centrales y una exposición constante a los procesos trasnacionales”. Así sobreviven.
A finales del año pasado se creó el Comité Municipal de Resiliencia de la Fundación Rockefeller para brindar asesoría y sugerir proyectos, mientras que el premio de la Sedatu se traducirá en fondos destinados al rubro del agua, según publicó El Diario.
Pero, por definición, la resiliencia comunitaria va más allá de los esfuerzos gubernamentales. Implica creatividad, soluciones innovadoras y la participación de todos los sectores de la sociedad que actúan en diferentes tiempos y formas. De una u otra manera, las medidas tomadas por cada uno de sus miembros inciden en las soluciones colectivas. Y suelen tomarse independientemente —antes incluso— de la respuesta institucional, teniendo en consideración las condiciones particulares de cada momento y lugar. Por ejemplo, para muchos habitantes fronterizos irse a trabajar a Estados Unidos ha sido tradicionalmente un recurso viable en tiempos de desempleo. Con el cambio en las políticas migratorias del vecino país, las familias que recurren a esa fuente de recursos están modificando su utilización. O los negocios cambian de giro conforme baja el turismo de artesanías en la ciudad.
Los científicos sociales han identificado factores que facilitan la resiliencia. Al apego, el autoestima, la salud, el autocontrol, la edad superior a los 30, la fortaleza y la empatía mencionados  para soportar mejor el impacto de sucesos o condiciones turbulentos se suman cuestiones que incluyen la cultura —entendida como creencias, actitudes y tradiciones—, la educación, el sentido de propósito, el estatus, los recursos sociales y financieros y un número reducido de condiciones estresantes.
En otras palabras, podemos trabajar en diversos renglones que nos ayudarán a enfrentar los embates colectivos. Esa labor proactiva, de hecho, contribuye a nuestra propia resiliencia.
El manejo del agua, el mejoramiento de la infraestructura y los espacios públicos se encuentran en la agenda de los programas locales del Sedatu y la Fundación Rockefeller, según El Diario. ¡Qué bien! Pero recordemos que la adaptación a las situaciones potencialmente adversas posee muchos frentes, beneficiándose con las apreciaciones y acciones desde diversas trincheras.
Un niño necesita a su lado de un adulto que confíe en él mientras crece. Para las nuevas generaciones, el reconocimiento por los logros obtenidos o los problemas resueltos es tan importante como desarrollar la capacidad de concentrarse, dominarse, tener paciencia y ser optimista. Conviene también reforzar el vínculo de pertenencia.
En particular, a los ciudadanos nos corresponde mantener los lazos sicosociales. En Ciudad Juárez existen demasiados segmentos vulnerables en varios sentidos. Hacerles sentir que importan y disponen de apoyo sostenido no sólo es cuestión humanitaria. Es brindarles las herramientas para responder a condiciones difíciles, esos desafíos reflejados en la sociedad entera. 
Hoy en día, la única certidumbre es lo cambiante de la situación a nivel global. Necesitaremos como nunca un alto grado de resiliencia. Si, como asegura la Fundación Rockefeller, han empezado a cobrar fuerza los esfuerzos conjuntos del Gobierno, las organizaciones civiles y los habitantes fronterizos destinados a fortalecer el estado de derecho y los sistemas de mitigación de riesgos en Ciudad Juárez, vamos por buen camino.

ceccastaneda@hotmail.com
 

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