Opinion

Elitismo y poder municipal

Jesús Antonio Camarillo/
Analista

2017-08-04

Es difícil imaginar a “Mascarita” como presidente municipal. O, en su caso, que “El Cochiloco” de “El Infierno” encabezara las sesiones del Cabildo. Tampoco que a uno de los enemigos de Bond, James Bond, le preocupara una ciudad que no aparece en el imaginario criminal de su propia y mítica trama. Pero esos son personajes. Persona no es el hombre. Originariamente  “persona” es sólo la máscara que cubre al actor que sube a escena. No es sustancia ni es espíritu, es solamente faceta o papel dramático.
Detrás de la careta, pues, está el ser humano, con todos los atributos que escolástica y no escolásticamente se le pueden atribuir. Joaquín Cosío no es “Mascarita” ni es “El Cochiloco”, aunque mucha gente, en las calles, lo identifique como tal. Esos personajes que estando guardados en la difusa filmoteca que el pueblo ha entronizado como formando parte de sus favoritos adquirieron nueva vitalidad cuando se empezó a mencionar a Cosío como un posible contendiente por la Alcaldía de Ciudad Juárez. Y fue Juan Carlos Loera, enlace nacional de Morena en la ciudad, quien afirmó que ese partido buscará al actor para preguntarle si le interesaría participar en el proceso electoral.
La sola mención de una eventual candidatura de Cosío despertó controversia. Algunos pensaron que solamente era una broma tardía que se quedó como residuo del día de los inocentes. Otros más, entre los que se encuentran los que se creen los dueños de la ciudad, empezaron a dar un trato peyorativo a la simple idea. ¿Cómo el “Mascarita” va a gobernar Ciudad Juárez? ¿A quién se le puede ocurrir que “El Cochiloco” regrese de “El Infierno” para encabezar una administración municipal de una urbe tan compleja como Juaritos? Zapatero a tus zapatos; actor a tus películas; poeta a tus poesías. Frases que se instrumentaron para poner límites imaginarios a una iniciativa que empieza a adquirir contornos definidos pero no definitivos.
Detrás de las críticas a la sola mención del actor como un posible candidato subyacen, entre otras cosas, los cartabones del elitismo y del corporativismo. Reducidos grupos que han mantenido siempre en el atraso a nuestra ciudad, velando siempre por sus propios intereses y estableciendo cadenas de mediación por las cuales dejar correr sus muy particulares pretensiones, resistirán a cualquier ejercicio que implique o genere un cambio.
Para ellos es necesario presentar como profundamente anómalo, cualquier indicio de candidatura no legitimada desde sus propias élites. Ese tufo elitista que ahora viene con el socorrido cuento de que “X”, porque proviene de cierto sector o desempeña cierta actividad, no sabe gobernar. Como si los que han estado en el poder municipal por décadas hayan sido acreedores natos del ambiguo rótulo del “buen gobierno”.
Han sido, eso sí, excluyentes de las mayorías ciudadanas. Han colocado sus pretensiones por encima del interés general. Han medrado con el esfuerzo colectivo y no han sabido dar resultados en lo que concierne a su ámbito competencial. Así, sin comprender siquiera los alcances de la fuerza del municipio como el poder más cercano a las necesidades de la población, han mantenido a la ciudad al margen del desarrollo que otras ciudades  -inclusive muy cercanas- y regiones del país han experimentado.
Se quiera aceptar o no, pero la candidatura independiente y el acceso al gobierno municipal de Armando Cabada ha propiciado una coyuntura que nos acerca un poco más a una vida municipal democrática. Pero ese acercamiento no puede permanecer estático, porque sería sumamente efímero el respiro. Se requiere seguir transitando por caminos que no han sido explorados. Los mismos grupos, los mismos intereses, las mismas componendas, no podrían arrojar más que los mismos resultados. Después de todo: ¿Quién dijo que todas las vueltas a “El Infierno” son malas en sí?

epistemek@yahoo.com

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