Opinion

Cartel sin cartel

Sergio Sarmiento

2017-07-23

Ciudad de Méxio— El jefe de Gobierno de la Ciudad de México dice que es claro. La organización delictiva que encabezaba El Ojos de Tláhuac, Felipe de Jesús Pérez Luna, era "amplia, violenta, de cobertura que había rebasado la delegación Tláhuac", pero no tenía "toda la estructura de los que se denominan como cárteles". En todo caso, según Miguel Ángel Mancera, ésta "es una clasificación que sólo corresponde al Gobierno federal, es una clasificación que quien la puede hacer es quien la Constitución determina que es el único competente para ello".
La Constitución, en realidad, no da al Gobierno federal la facultad de definir un "cartel" (la Real Academia prefiere la forma aguda, aunque "cártel" es aceptable). El término significaba originalmente "un acuerdo entre empresas similares para evitar la mutua competencia y regular la producción, venta y precios en determinado campo industrial". Una organización como la OPEP, por ejemplo, es un cartel porque pretende mantener precios altos a través de restricciones artificiales a la oferta.
El término español procede del inglés, que a su vez lo tomó del alemán Kartell. El primer uso registrado es del parlamentario liberal alemán Eugen Richter, quien lo empleó en 1879 para denunciar un acuerdo monopólico entre productores metalúrgicos.
La palabra empezó a usarse en los años ochenta para designar organizaciones del narcotráfico cuando éstas eran verdaderos acuerdos monopólicos. Tal fue el caso del cartel de Medellín del colombiano Pablo Escobar, quien llegó a acuerdos con rivales como Gonzalo Rodríguez Gacha, Carlos Lehder y Jorge Luis Ochoa hasta controlar un 80 por ciento del mercado mundial de cocaína. En México el cartel de Guadalajara era una asociación de Miguel Ángel Félix Gallardo, Ernesto Fonseca Carrillo y Rafael Caro Quintero, entre otros, que tras un acuerdo con el cartel de Medellín logró dominar buena parte del tráfico de drogas que pasaba de México a Estados Unidos.
Esos carteles ya no existen. La guerra contra las drogas ha tenido éxito en su propósito de matar o detener a los líderes y desmembrar los monopolios. Al conseguirlo ha generado un mercado más abierto, dinámico y violento en el que decenas de organizaciones se disputan las ventas nacionales e internacionales de droga e incursionan en otras actividades como el secuestro. Quizá Mancera tiene razón al decir que el "cartel de Tláhuac" no es un cartel, pero tampoco lo son entonces los de Juárez, Tijuana, Sinaloa, los Beltrán Leyva, los Rojos, Guerreros Unidos, La Familia o Los Zetas, ni las demás organizaciones que hoy se disputan un mercado competido y fragmentado.
Nadie duda de la relevancia del grupo de El Ojos. No sólo controlaba el gran mercado de drogas de Ciudad Universitaria, sino que tenía presencia en todo el oriente de la zona metropolitana. Al parecer manejaba también ventas de droga al mayoreo a Europa, lo que lo colocaría dentro de la definición de cartel que usa el jefe de Gobierno en contraste con narcomenudista.
Cartel o no, el éxito del operativo que mató a Pérez Luna terminará siendo una maldición para los ciudadanos. Cuando una banda con control sobre un territorio es descabezada, se genera violencia. Esta lección la hemos sufrido los ciudadanos una y otra vez. Desmembrar un cartel no hace que desaparezca la demanda, sino que detona guerras entre grupos que buscan ocupar su lugar.

Cómoda ventaja
Una encuesta de Reforma coloca a Morena adelante en las preferencias para 2018 con 28 por ciento, contra 23 del PAN y 17 del PRI. El estudio no considera posibles alianzas, pero es claro que, como en 2006, Andrés Manuel López Obrador está empezando el proceso con cómoda ventaja.

Twitter: @SergioSarmiento

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