Opinion

Las lluvias de julio

Carlos Irigoyen/
Analista

2017-07-20

Avísenle a Mr. Donald Trump que sí hay cambio climático y que aquí en el metroplex Juárez-El Paso se está sintiendo muy fuerte. Las temperaturas son muy elevadas, sofocantes o de plano se siente como cual carne asada en las brasas.
Pero algunos días las lluvias han sido inmisericordes y en un abrir y cerrar de ojos en 20 minutos han causado estragos. Impresionantes las imágenes de los ríos que se formaron el fin de semana anterior en la zona de la Tapioca, Toronja Roja y calles aledañas, se requerían de Uber acuáticos, chalupas o de plano pequeñas embarcaciones.
Aparecieron los héroes anónimos que rescataban personas atrapadas entre corrientes de agua, cuerpos policiacos que se fajaron para entrarle al toro por los cuernos y cuerpos de emergencia que entraron a rescatar a personas que cayeron en la incredulidad y depresión por perder lo que tenían. Casi todo resultado de la cultura de la protección empírica y muy poco del desarrollo de la cultura de la protección civil.
Nuevo año/periodo y mismo problema, a las primeras lluvias se inunda la ciudad y con este fenómeno aparecen un sinfín de problemas que los juarenses de todos los tiempos nos sabemos de memoria y que desde “nantes” siempre han sido los dolores de cabeza, las inundaciones, las cuarteaduras de casas, las caídas de bardas, las pérdidas materiales, las alcantarillas tapadas, los choques por alcance, las alcantarillas al descubierto, los pequeños hoyancos, los cráteres ahora llamados socavones.
Definitivamente pudiéramos seguir diciendo miles de retos provocados por la furia de la lluvia en Juárez, pero la respuesta sigue siendo la misma que se ha dado por décadas, sin importar colores ni denominaciones, es muy costoso meter un drenaje que nos desagüe rápidamente y además solo es un mes. Pues sí, sólo que ese mes puede ser fatal y catastrófico para una ciudad que no está acostumbrada a lidiar con Tláloc y sus travesuras.
Doloroso oír decir “perdí todo”, el carro se me “echó a perder” o se metió “el agua hasta la cocina”; No aprendimos la lección de mediados de la década de los 2000’s donde una torrencial lluvia arrasó todo lo que se encontró.
No aprendimos como sociedad la lección. Es decir, seguimos sin interesarnos en la cultura de la protección civil, una asignatura que sería bueno impartirla en los planteles escolares, una materia extraescolar; qué interesante sería ver que los jóvenes de secundaria tengan ya preparación en qué protocolo seguir en caso de una emergencia climatológica, primeros auxilios, qué hacer en caso de algún evento violento y porqué no medidas extremas de seguridad en caso de una emergencia terrorista o biológica. Que no nos espante, el mundo y su convulsión nos pueden alcanzar en algún momento y no estamos preparados como colectivo. Aquí entra una segunda fuerza, academia “ahí te hablan”; la preparación de manuales, de cursos, de ponencias, de conferencias con toda la preparación de la disciplina científica de los materiales de exposición. Con todo el rigor de un trabajo académico y con la sencillez para ser comprendido por cualquier persona. Una tercera variable es involucrar a los empresarios, desarrollar políticas fiscales que incentiven el aprendizaje de sus colaboradores de este conocimiento para aprovecharlo en favor del colectivo social. Hay que apoyarse en la academia y crear certificaciones de protección civil que hagan que las personas tengan un conocimiento de alto valor agregado.
Las asociaciones no gubernamentales pueden extender su trabajo de servicio social y enseñarles a los habitantes de zonas precarias a anticiparse a situaciones de alto riesgo para su protección. El gobierno para establecer de forma más anticipada las alertas de eventos o bien ayudar en las labores preventivas o de reacción inmediata. El gobierno como medio de desarrollo comunitario tiene la obligación de proveer de los instrumentos que la sociedad pueda aprovechar para reconocer estas situaciones y dejar de ser actores pasivos en situaciones de urgencia para ser elementos activos en todas estas eventualidades. ¿Por qué tenemos que esperar a que se dé un evento de alto impacto para después instrumentar los operativos necesarios?.
Las lluvias de julio ya tienen una tendencia de ser muy fuertes para nuestra región, es insólito que a pesar de saberlo no tengamos sistemas comunitarios de protección civil, ni alianzas con medios de comunicación masiva o bien un despliegue efectivo en rede sociales que permitan una rápida y eficiente comunicación de los potenciales riesgos que se pueden presentar.
Pensemos y reflexiones, pero sobre todo actuemos con proactividad, la mejor medicina para la apatía, el desgano y la indiferencia de la sociedad es la comunicación intensiva y eficiente. No es que nos llenemos la boca de decir ahí viene el lobo, es que las apariencias suelen ser más costosas que las simulaciones cuando de evaluar las realidades se trata. Se llama protección y se apellida cultura. Urgen talleres de protección civil si queremos prevenir y lamentar pérdidas, el dinero va y viene, la vida no.

cirigoyen@itesm.mx

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