Opinion

A defender el Parque Central

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2017-07-19

La falta de mantenimiento en el lago y los estanques del Parque Central denunciada recientemente por el director de Obras Públicas de la zona norte, Andrés Carbajal Casas, es apenas uno de los pendientes por atender en uno de los espacios naturales más emblemáticos de la ciudad. Para los usuarios del parque, no es noticia.
La sección poniente del lugar fundado en los antiguos terrenos de la Escuela de Agricultura Hermanos Escobar sigue siendo un remanso en medio del ajetreo urbano. No obstante, también es reflejo de la actitud local hacia los espacios naturales: una mezcla de asombro, abandono y desdén.
Hay familias que gozan saludando a la jirafa Modesto, viendo al avestruz, los pavorreales o patos. Nunca falta quien se siente a disfrutar el movimiento de la fuente. Personas de todas edades se mantienen en forma recorriendo las veredas o inventando un camino bajo los árboles. De vez en cuando, alguien medita a la sombra. Y, a pesar del ruido del tráfico de la Avenida Tecnológico, el aire puro, el sonido de las aves y la vista del agua transmiten una reconfortante paz que prepara el espíritu para cualquier reto.
Algunas cosas han mejorado. Los señalamientos de la distancia en el perímetro para corredores son una novedad. Al parecer, por fin están reparándose los juegos infantiles. Los egresados de la ESAHE renovaron uno de los edificios de la entrada que se hallaba abandonado. Cada vez son más variados los talleres disponibles para el público. Y Modesto ya tiene una casita más protegida. 
Pero al mirar todo más detenidamente se notan detalles inquietantes: las zonas secas donde debería haber pasto, las losetas desacomodadas o ausentes, el menguante color rojo en los caminos de arcilla, los adoquines caídos, el grafiti, los patos con plumas maltratadas, las bancas arrumbadas, el desatendido parque botánico con invasión de nopales, el escombro, el agua estancada y ese preocupante tono verde del líquido que ya se aprecia hasta en las alturas de la fuente.     
Ésas son cuestiones de mantenimiento. Pero a mí, la verdad, me preocupa más la pérdida de terrenos de vegetación. No me refiero sólo al número de tocones de árboles no repuestos. Después de un tiempo sin ir, me topé con que en el Parque Central continúa la penetración al alza de la burocracia.
Despacito, como dice la canción de moda, se van ampliando los edificios de las oficinas estatales de la Secretaría de Fomento Social, cuyos empleados aparentemente no están en muy buena condición física, a juzgar por lo cerca que necesitan dejar sus automóviles. Tampoco bastó asignar superficie al Gimnasio de Bachilleres y a su estacionamiento. Hoy continúa aumentando asimismo el número de vehículos gubernamentales —grandes y pequeños, particulares y oficiales— donde antes había árboles o invadiendo por si fuera poco espacios como senderos o banquetas.
Es hora de defender el Parque Central. Precisamente en esta época cuando está resultando evidente la necesidad de respetar a la naturaleza, es un símbolo de la determinación de los juarenses de replantear nuestra relación con el Universo entero.
En la ciudad nos urgen áreas verdes. Nos ayudan a contrarrestar los efectos de la contaminación, la industrialización, el ruido, el hacinamiento. Estar en contacto con la naturaleza contribuye a mantenernos sanos —hasta los efectos benéficos del ejercicio se intensifican al aire libre, dicen estudios—. La Naturaleza nos relaja, nos da lecciones de vida. Con suerte, nos enseña a valorarla. ¿Cómo vamos a cuidarla si la desdeñamos, si la vemos como un flagelo, si pasamos la mayor parte de nuestros días encerrados en espacios con climas artificiales, si no la conocemos? A fin de protegerla hace falta sentirla de manera estrecha, gozarla y disponernos a entenderla. Para eso sirven los parques.
Ojalá, por ejemplo, los usuarios del Parque Central Poniente monitoreen el estado del lugar y se organicen en su defensa. Ojalá todos los juarenses convirtamos ese histórico legado en la oportunidad de demostrarnos que se puede salvar la naturaleza para deleite propio y de nuestros hijos.
Ello implica poner un alto a la escasa conciencia ecológica de nuestras autoridades.

ceccastaneda@hotmail.com

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