Opinion

Infraestructura

Sixto Duarte
Analista

2017-07-17

En recientes días, una de las noticias que más se difundió en diversos medios de comunicación nacionales, fue el del “socavón”, en el Paso Express rumbo a Cuernavaca. Por ineficiencia, indolencia, corrupción o una mezcla de todas ellas, un tramo de la carretera se abrió  y se tragó a dos personas que circulaban en ella, acabando con sus vidas.
El escándalo no es para menos: una de las obras que más se presumió por los distintos niveles de gobierno en Morelos era esa precisamente.
Hoy, es tristemente conocida por la tragedia que ahí ocurrió. Desde luego que dicho accidente genera muchas preguntas, la mayoría de ellas sin respuesta. Esta desgracia trae consigo la certeza de que alguien no hizo bien su trabajo, sea la autoridad que no supervisó adecuadamente la obra, el contratista que la construyó de manera deficiente, o una responsabilidad compartida entre ambos. Incluso, se presume la existencia de un acto corrupto, por la calidad de la tan anunciada obra.
Desafortunadamente, cuando este evento deje de ser nota, todo mundo olvidará lo que ahí pasó, volveremos a nuestras actividades cotidianas, y no volveremos a recordar esta desgracia hasta que una nueva desgracia ocurra y se rememore lo que pasó en Morelos.
Los gobiernos, de todos los niveles y de todos los partidos, han sido señalados por corrupción en diversas obras públicas que se han desarrollado. Desafortunadamente nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción en México, que ya no nos sorprende que se haga negocios al amparo del poder, específicamente en el tema de obra pública. La tragedia ocurrida en Morelos es una cara más de la corrupción.
No estoy diciendo que quien haya construido dicha obra haya lucrado indebidamente con la misma. Tampoco estoy diciendo que los encargados de la ejecución de la misma hayan hecho dinero con ella. No me consta nada de ello. El problema en nuestro país es que equiparamos el concepto “corrupción” con cohecho, o enriquecimiento de unos cuantos. El no supervisar una obra, aun y cuando no haya retribución por ello, es también un acto de corrupción.
Hace algunas semanas, citaba en este mismo espacio un fragmento de la obra “Drácula” de Bram Stoker. Jonathan Harker se dirige al castillo de Drácula, atravesando los Montes Cárpatos. El camino es sinuoso y se encuentra en pésimas condiciones, con hoyos, baches, y barrancos. Era costumbre no reparar dichos caminos, pues cuando se iniciaban obras de reparación, los habitantes del país vecino (turcos), pensaban que se estaba preparando alguna ofensiva contra ellos, pues creían que el fin era traer tropas a la región. Para el efecto de no elevar la presión, se prefería mantener los caminos en malas condiciones. En su momento dije que lo mismo pasaba en Juárez, y para el efecto de no generar tensiones con el gobierno de Trump, Cabada prefería no tapar los baches de la ciudad.
Para broma está bien, pero una vez que se ve lo que pasó recientemente en Morelos, considero que los gobiernos estatal y municipal deben evaluar riesgos en la infraestructura de esta ciudad. Cada vez que inicia la temporada de lluvias, los automovilistas temen ser tragados por alguna deficiencia en las calles de la ciudad. El deber de todo gobierno es cuidar de sus ciudadanos. ¿Es la infraestructura de la ciudad segura para los juarenses?
En el pasado hemos tenido aquí en la ciudad tragedias similares a la ocurrida en Morelos. ¿Cuál ha sido la respuesta oficial ante las mismas? ¿Debemos esperar otra tragedia en la ciudad para que nuestras autoridades se pongan manos a la obra? El discurso repetitivo (que suena más bien a pretexto) de que no hay dinero para hacer obra es cada vez menos creíble. Quienes hoy gobiernan tienen el deber de brindar seguridad a la ciudadanía. ¿Existen garantías de que a nadie le pasará nada?
Una sugerencia a quienes hoy gobiernan es precisamente llevar a cabo un análisis de obras y riesgos que podemos encontrar en la ciudad. Un trabajo preventivo hoy puede evitar una desgracia mañana.
sixto.duarte@gmail.com

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