Jorge Fernández Menéndez
Analista
Ciudad de México.– La administración Trump ya está lista para iniciar la renegociación del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá. Según las autoridades estadunidenses se podría comenzar el 16 de agosto, pero también fueron muy claros respecto a que no habría fechas fatales para su culminación, al tiempo que en el Congreso estadunidense se confrontan muchas posiciones, pero dos claramente antagónicas: las que plantean una negociación simplemente económica, mientras otros, sobre todo, en el Partido Demócrata, quieren incluir allí desde la ecología hasta el derecho laboral.
Ya se verá con claridad a mediados del mes próximo cuáles de estas posiciones se imponen, pero el punto importante en todo esto es que no hay seguridad de que la renegociación del Tratado no se termine empalmando con el proceso electoral del año próximo. Es verdad que Estados Unidos también tiene elecciones legislativas en noviembre de ese año, pero no sólo hay algunos meses de diferencia entre ambos comicios, sino que también lo que está en juego es muy diferente.
En Estados Unidos sólo hay elecciones legislativas que difícilmente serán determinantes para el futuro de la administración Trump. En México en julio del año próximo nos estaremos jugando, en muy buena medida, el futuro del país. La confrontación entre el proyecto nacionalista-populista que Morena representa mejor que nadie, se enfrentará al modelo liberal y globalizado que, de muchas, distintas maneras y con desiguales resultados, viene siguiendo México desde fines de los años 80.
Por eso mismo, que se empalme la negociación del Tratado de Libre Comercio con el proceso electoral es una muy mala noticia. La idea, por supuesto, es hacer una negociación rápida, directa y con resultados tangibles, que se pueda cerrar en diciembre, pero por la forma en que se han expresado funcionarios y legisladores estadunidenses sobre el tema, deberíamos temer que el tiempo será utilizado por los estadunidenses para lograr mejores resultados para ellos en la negociación trilateral. Jugarán con la urgencia que pueda tener México para tener un acuerdo antes de que comience el proceso electoral.
Pero en Washington también se debería comprender que a nadie le conviene, en términos estratégicos tampoco a ellos, que en México las campañas se terminen transformando en una suerte de referéndum sobre el TLC, o convirtiendo un hipotético arancel sobre algún producto en un tema de debate. Siempre las negociaciones se dan bajo presión, pero en este caso, las presiones deberían ser estrictamente las intrínsecas a la propia negociación: abrirlas, ampliarlas, convertirlas en tema de debate público y electoral, afectará los resultados y dañará los intereses de todos los involucrados, por lo menos de aquellos sinceramente interesados en que continúe y se amplíe el propio acuerdo comercial.
La seguridad y las reformas
El mes de mayo ha sido el más violento de los últimos 20 años: dos mil 186 ejecutados en el mes, nada menos que tres ejecutados por hora. Es por la lucha entre los cárteles, desatada y brutal en varios estados del país, en forma destacada en Guerrero, Tamaulipas, Sinaloa, pero también por las carencias de las fuerzas de seguridad estatales, cada día menos presentes, con menor capacidad de operación y reacción. La violencia criminal se escenifica con los enfrentamientos entre los distintos grupos, pero también en ataques como el que sufrieron los agentes de las policías ministerial y federal días atrás en Guerrero.
Lo increíble, como hemos insistido muchas veces, es que se siguen sumando las víctimas, la violencia y el control delincuencial sobre distintas zonas del país, pero el Congreso sigue en lo suyo, sin aprobar ni la ley de seguridad interior ni la de mando policial. Es una buena muestra de voluntad política que la Conago trate de construir una fuerza policial especial, donde cada estados destinará algunos elementos, 20 o 30, para combatir ciertos delitos, pero mientras no existan verdaderas fuerzas locales de seguridad que puedan intervenir en sus propias entidades servirá de muy poco.
Pero los legisladores no tienen tiempo, llevan dos o tres sexenios sin tenerlo, para discutir y votar las leyes pendientes que les permitan, por una parte, a las fuerzas militares tener certidumbre y seguridad jurídica en su accionar. Y por la otra, obligar legalmente a los estados a tener fuerzas de seguridad eficientes y operativas.
Pero los legisladores no creen que eso sea importante, no les interesa, no avanzan ni quieren avanzar porque no está en su agenda, porque quieren intercambiar las leyes de seguridad por nombramientos, designaciones o por acuerdos electorales por debajo de la mesa. Juegan a tratar de acomodarse en el proceso sucesorio de su propio partido, no a legislar. Alguien podrá asegurar que así es la política. No es verdad, así es la politiquería, la barata, la que no sirve, ayuda ni interesa a la gente.