Opinion

Contra el trabajo infantil

Lourdes Almada Mireles
Analista

2017-06-22

El 12 de junio se conmemora el día mundial contra el trabajo infantil, un tema sobre el que hay que llamar la atención e incrementar las políticas y los presupuestos. Según datos de diversos organismos, 250 millones de niños trabajan en el mundo y más de 150 millones lo hacen en condiciones peligrosas. Además, más de un millón de estos niños son víctimas de tráfico humano.
El trabajo infantil es un problema de gran envergadura. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) éste se define como “todo trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad, y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.
El trabajo infantil se realiza en la agricultura, los servicios, la industria y el trabajo doméstico y en lo que la OIT define como “las peores formas de trabajo infantil”: todas las formas de esclavitud y servidumbre; la utilización y el reclutamiento de niños para la prostitución y producción de pornografía y la utilización y el reclutamiento de niños para la realización de actividades ilícitas.
Según el reporte de Unicef en 2015, en Chihuahua trabajaban 5 mil 979 niñas y niños entre 5 y 13 años de edad, lo que significa una proporción de 0.9 por ciento respecto al grupo de edad, muy por debajo del promedio nacional de 3.6 por ciento. En el caso de los adolescentes de 14 a 17 años que trabajaban, la tasa de ocupación era de 8.1 por ciento (más de 22 mil), frente a la tasa promedio del país de 20.3 por ciento.
Podría pensarse que el trabajo infantil no es un problema serio en nuestra entidad. Sin embargo, hay dos aspectos que resaltar sobre la condición de nuestros niños en este tema. En primer lugar, el alto porcentaje de niños y adolescentes que trabajan en nuestra entidad y no asisten a la escuela (74 por ciento, contra 36 por ciento a nivel nacional), lo que implica que la incorporación al trabajo –del tipo que sea– está vinculada con el abandono de la escuela y las implicaciones para su desarrollo que ello tiene.
En segundo, la existencia amplia de “las peores formas de trabajo infantil” entre nuestros niños y adolescentes. Desgraciadamente existe poca información sistematizada al respecto, pero basta con ver la cantidad de mujeres adolescentes que siguen desapareciendo en nuestra ciudad y/o la implicación de adolescentes en ilícitos que aparecen en las noticias diarias para dimensionar el problema.
Algunas de las problemáticas severas que vive hoy nuestra ciudad están relacionadas y tienen origen en el trabajo infantil y en el desprecio por el desarrollo educativo de su población. Durante varias décadas la industria maquiladora contrató sin ningún recato –y con la anuencia de las autoridades y la sociedad– adolescentes de 13, 14, 15 años, que solicitaban el empleo con un acta de nacimiento falsificada, en la que se sobreponía el año de nacimiento de manera que se lograra la edad reglamentaria de 16 años.
Según los organismos internacionales, “la edad legal mínima en la que los niños están autorizados a trabajar es de 15 años (14 en los países en desarrollo). Para trabajos ligeros (sólo unas horas de vez en cuando) el límite mínimo de edad es de 13 a 15 años (12 a 14 en los países en desarrollo). Finalmente, para realizar trabajos arduos el límite asciende a los 18 años (16 años bajo ciertas condiciones en los países en desarrollo)”.
La escolaridad mínima que se exigía era primaria. Ante las largas y extenuantes jornadas y la “inutilidad” de seguir estudiando, se fue extendiendo en Juárez, sobre todo en los sectores populares, una cultura de apenas concluir la primaria. Era común, hasta hace algunos años –ante lo “inecesario” de la secundaria, lo caro de la escuela y la necesidad de incrementar el ingreso–, encontrar adolescentes fuera de la escuela “esperando a cumplir los 16 años para entrar a la maquila”.
Lo anterior se sumó a la falta de inversión y el abandono de la ciudad en materia educativa, que tiene las tasas más altas de adolescentes fuera de la escuela. En realidad vivimos en una sociedad que minimiza el trabajo infantil, que no ha querido ver el problema y que permite que las políticas y los presupuestos sigan ignorando el tema.
Es cierto que no hay respuestas fáciles. Se requieren acciones de gran envergadura, que partan del fortalecimiento del ingreso de las familias y la multiplicación de oportunidades de desarrollo (educativo pero no solo) para nuestros niños y adolescentes. Tenemos un gran reto, pues si deseamos una ciudad diferente, necesitamos dar prioridad a este tema.

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