Opinion

Entre Tonatiuh y Tláloc

Carlos Irigoyen
Analista

2017-06-22

Cuenta la leyenda que ambos dioses no se ponen de acuerdo –y no estoy hablando de política–, es que recién comienza la temporada de calor y lluvias en nuestra frontera, y siempre nos hemos jactado de ser un lugar con clima caprichoso, o se pone re’gacho el calor, el frío está que “cala los huesos”; llueve como si se estuviera “cayendo el cielo” o de plano “nos hace lo que el aire a Juárez”. Pero, ¿Y si ocurriera un temblor de 4 grados en la ciudad, un tornado F3 o una ola de calor que llegue a los 50 grados, estamos preparados? La desprotección civil.
Por el momento preocupan en extremo dos situaciones, el excesivo calor y las lluvias propias de junio y julio. Tonatiuh, dios del sol se manifiesta omnipotente en la región marcando los 43 grados centígrados e impulsado el empleo de medidas como poner en lugares públicos platos con agua para las mascotas y llevar pipas con agua a colonias donde falta el insustituible recurso. La comunidad busca cuidarse de los rayos solares, usa bloqueadores, no salir en horas pico de calor y hasta compra mangas que se venden en los cruceros.
Debemos poner especial atención con adultos mayores y los niños ya que pueden sufrir golpes de calor, hidratarlos continuamente, no dejarlos en el carro el ¡vengo rapidito! es una excusa pueril por las consecuencias que puede traer y no olvide que sus aparatos tecnológicos no están diseñados para soportar altas temperaturas dentro del carro, luego no le “chille” a la Tablet porque no prende. Y si usted ve una mascota encerrada en el calorón de un carro ¡denúncielo!, las mascotas sufren al igual que los humanos de este extenuante calor.
Pero luego vienen más lluvias, días previos al mítico día de San Juan que marca el inicio de temporada y en el que por cierto se debe imponer la racionalidad cívica de no desperdiciar agua bañándose los unos a los otros como era en antaño. El problema no es el carácter revoltoso de Tláloc, es que la infraestructura citadina no da para más; cualquier lluvia es capaz de convertir al Parque Central en la pequeña Venecia y al paso a desnivel en una fosa olímpica; el deseo de un drenaje pluvial pedido con irreverente devoción a Santa Clos, los Reyes Magos, el ratón de los dientes, al genio de la lampara e incluso hasta encumbrados políticos no ha traído nada y como dijo don Teofilito, ¡ni lo traerá!.
Hay que aguantar las lagunas, rodearlas, aunque a algunos les alborota su hormona emprendedora al pasar gente en una especie de trajinera urbana; los chiquillos que se zambullen en las lagunas emulando una epopeya olímpica y cómo dejar de mencionar los clásicos baños de agua estancada; la menudencia actitud de exhibir con soberbia un ejemplar valemadrismo en el colectivo ciudadano por personas que aceleran el vehículo y mojan con singular alegría a cuanto cristiano alcancen. Pero como buen programa de concursos, la diversión al extremo para el final. Pasar en el carro las lagunas al estilo la catafixia de Chabelo; en la primera tenemos una con hoyos rompe-amortiguadores, en la otra la alcantarilla mal puesta quiebra-transmisiones, una tercera con cráteres quiebra-suspensiones y en el peor de los casos la cuarta, legítimos boquetes marca traga-carros.
La solución no es solamente quejarse contra el gobierno ante la percepción ciudadana de la falta de interés en arreglar esta situación, ¿Qué tal si aprovechamos una página de internet para denunciar baches, cráteres o situaciones urbanísticas de alta peligrosidad que sea alimentada directamente por los ciudadanos? Así como somos de caritativos para denunciar los retenes con alcoholímetro incluido, ojalá nos interesara denunciar anomalías de infraestructura y darle un espacio ciudadano al gobierno para decirle qué hay que arreglar y que no finja demencia, pequeñas acciones para dar pasos de gigante en la consecución de una mejor calidad de vida de todos los habitantes.
Más de 13 millones de m2 de baches en nuestra ciudad no pueden ser invisibles y la peligrosidad de estar bajo una laguna son los ingredientes perfectos para una baja sensible en su patrimonio. Hay que prevenir grandes tragedias humanas y materiales, aquellas lluvias del 2006 nos trajeron una lección dura de asimilar y no hemos terminado de aprender, a reforzar diques, alcantarillas, cercanías a la Acequia Madre y sobre todo mucha educación en protección civil, de esa que falta porque nos sobra pereza ciudadana y hay exceso de displicencia gubernamental.
Usted que prefiere, ¿La intransigencia de Tonatiuh o la inclemencia de Tláloc? Tan malo el pinto como el colorado, y no; tampoco por hoy estoy hablando de política.

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