Opinion

Demonios sucesorios

Pascal Beltrán del Río
Analista

2017-06-20

Las elecciones del pasado 4 de junio fueron el banderazo de la sucesión presidencial.
Todavía no se secaba la tinta en las actas de escrutinio cuando, en diferentes partidos, se desataron las ambiciones.
La única fuerza política exenta de escaramuzas para designar a su candidato presidencial es Morena. Ahí no hay debate interno y, por lo tanto, no habrá sorpresa. Quien aparecerá en su respectivo cuadro en las boletas será Andrés Manuel López Obrador.
En cambio, en los otros tres partidos grandes –PAN, PRI y PRD, por orden de registro–, los demonios andan sueltos.
El que los ha conocido por más tiempo es Acción Nacional. Hace ya dos años que comenzó la conflagración interna, de la que son principales protagonistas Margarita Zavala y Ricardo Anaya.
Pero, desde entonces, otros cuatro aspirantes a la nominación se han anotado en la lista. Los cito por orden de aparición: Rafael Moreno Valle, Ernesto Ruffo, Juan Carlos Romero Hicks y Luis Ernesto Derbez. Y es probable que se sume un séptimo jugador: Miguel Márquez, gobernador de Guanajuato.
En el PRD caminó en solitario durante mucho tiempo el jefe de Gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera.
Sin embargo, éste ya tiene compañía: los gobernadores Graco Ramírez y Silvano Aureoles. Este último llevó a cabo una gira en medios, la semana pasada, para dar a conocer sus intenciones.
Y no ha faltado quien mencione como potencial aspirante al telegénico excandidato a la gubernatura del Estado de México, Juan Zepeda.
En el PRI, la cosa estaba aparentemente tranquila hasta el pasado fin de semana.
Por supuesto, ha habido, casi desde inicio de sexenio, toda clase de versiones en los medios sobre quién podría ser el candidato presidencial de ese partido en 2018.
Muy temprano aparecieron como punteros del juego sucesorio los secretarios Miguel Ángel Osorio Chong y Luis Videgaray. Seguramente usted recordará aquella foto que acompañaba el reportaje de la revista estadunidense Time, de febrero de 2014, en la que aparecía el presidente Enrique Peña Nieto flanqueado por ambos.
Luego, por distintas razones y en diferentes coyunturas, se han ido agregando otros nombres a la lista de los tapados del PRI: Aurelio Nuño, José Antonio Meade, Claudia Ruiz Massieu, José Narro, Enrique de la Madrid y Eruviel Ávila.
Lo que se dio a conocer este fin de semana fue la integración de un grupo de políticos priistas que reclama –muy al estilo de lo que sucedió hace 30 años con la aparición de la Corriente Democrática– la apertura del proceso para elegir al candidato.
Como lo contó ayer en estas páginas mi compañera Leticia Robles de la Rosa, el grupo de 89 liderazgos del tricolor, y que es conocido por el nombre de Alianza Generacional, tuvo una reunión el viernes pasado, en la que se habló de lograr la democracia interna y empujar la elección de un candidato presidencial con el consenso de las bases.
De acuerdo con el borrador de sus documentos internos, publicados ayer por Excélsior, el grupo se propone impulsar la reflexión, la autocrítica y la propuesta dentro del PRI, y condena la corrupción de “quienes han llegado al gobierno para servirse y no para servir a la gente que los eligió”.
El mismo texto agrega: “Es pertinente recordar que sólo la capacidad de inclusión mayoritaria de un sistema puede garantizar su sobrevivencia, y que el grado de exclusión mayoritaria que padezca es igual a su decadencia”.
En el grupo destaca la participación de la exgobernadora de Yucatán y exsecretaria general del partido, Ivonne Ortega, pero no sería raro que los 89 firmantes sean la infantería de un colectivo del que también forman parte distintos generales, quienes se mantienen aún en la retaguardia esperando las reacciones a esta primera cargada.
Digo que no sería raro porque la última vez que la base priista aceptó sin chistar el dedazo presidencial en la selección del candidato del partido fue en el lejano 1982, cuando José López Portillo escogió, por sí y ante sí, a Miguel de la Madrid como sucesor.
Y aquel era un tiempo en el que ser designado candidato era equivalente a llegar a Los Pinos. De 1988 a la fecha, cuando ha habido Presidente de la República surgido del PRI, se ha generado turbulencia a la hora de nombrar al candidato.
Hasta dónde llegue este grupo de inconformes está aún por verse. Pero quien pensaba que Enrique Peña Nieto podría tomar la decisión de quién será el candidato tricolor, sin barullo de por medio, por lo visto estaba equivocado.

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