Opinion

Voy derecho, no me quito

Sixto duarte
Analista

2017-06-19

Una frase que los niños utilizan frecuentemente es aquella que dice “Voy derecho, no me quito. Si me pegan, me desquito”. Es una manera que tiene el infante de expresar la determinación de lograr un objetivo a costa de lo que sea, defendiendo su postura.
En el ejercicio de gobierno, esta frase se convierte en ocasiones la máxima preferida de muchos gobernantes. Aquella frase acuñada por Carlos Salinas de Gortari de “ni los veo, ni los oigo”, viene a representar en términos generales lo mismo que la frase infantil: un gobernante que no escuchará razones u oposición, pues cree tener claro su objetivo.
En una democracia representativa, las decisiones políticas se delegan en nuestros gobernantes, y éstos rinden cuentas ante la ciudadanía de sus acciones. Es imposible emular los procesos democráticos de Grecia, y reunirnos todos los ciudadanos a deliberar en una plaza pública sobre la “res pública”, de ahí el concepto de democracia representativa. Habrá ocasiones en las cuales la decisión que tenga que tomar el gobernante o representante no sea del todo popular, pero sea absolutamente necesaria. La democracia representativa implica otorgarle un voto de confianza al gobernante o representante, mismo que tendrá que rendirnos cuentas de forma periódica.
El querer llevar plebiscitos y referéndums todo el tiempo al pueblo, para que sea quien tome una última decisión, puede dar la apariencia de democracia, mas en realidad es solamente la evidencia de la incapacidad y temor de un gobernante en turno. Hay temas que deben someterse a la consulta popular, pero hay temas absolutamente necesarios para la supervivencia del Estado que no pueden ser consultados.
Un ejemplo son los impuestos. Si el día de mañana le preguntaran a la población si los impuestos deben desaparecer, estoy seguro que la mayoría votaría por la afirmativa, sin reflexionar que, sin impuestos, el Estado como entidad política colapsaría.
Otros ejemplos más recientes son la salida del Brexit, que a la fecha tiene al gobierno británico sin saber qué decisión tomar. Me parece que fue una irresponsabilidad de David Cameron preguntar algo que él debió haber decidido (para eso recibió el mandato popular). El voto popular en contra de la tregua con la guerrilla en Colombia fue otra irresponsabilidad de Juan Manuel Santos, pues en un tema que desata tantas pasiones, la decisión no debe dejarse al sentimiento popular, sino a una reflexión ministerial y a los expertos. La invitación a Trump por parte de Enrique Peña en plena campaña desató muchas molestias (la de un servidor incluido). Una decisión fría y pragmática fue tomada por el Ejecutivo, y el tiempo terminó dándole la razón.
Lo que estoy tratando de ilustrar es que, hay decisiones que los gobernantes toman, sin basarse en el clamor popular, que terminan siendo las acertadas. Y que hay decisiones que los gobernantes toman, basándose en la opinión mayoritaria, que terminan siendo las erróneas. De ahí la importancia que el gobernante actúe de forma madura y tome las mejores decisiones para el desarrollo de su pueblo.
Ahora, esto no implica que el gobernante deba ignorar su mandante. Verlo de esa manera, es verlo desde una óptica tiránica. Simplemente me refiero a decisiones que puedan poner en riesgo la estabilidad del Estado. En aquellas otras decisiones, el gobernante debe escuchar a la población. Debe existir una sintonía en entre pueblo y gobierno.
Lo anterior lo menciono por el conflicto del Colegio Bachilleres. No ha habido ningún funcionario que le haya causado tantos problemas al gobernador Javier Corral que Teresa Ortuño. Las razones son de todos conocidas. El querer sostenerla en el puesto a pesar de los enormes conflictos que ha causado a la educación representan precisamente el “Voy derecho, no me quito” (junto con muchas otras decisiones oficiales). Entiendo que el gobernador no quiera dar su brazo a torcer, pues puede dar la imagen de débil. Sin embargo, tantos conflictos y una opinión unánime sobre ella quieren decir algo. ¿De verdad es tan necesaria Teresa Ortuño para la educación? ¿Vale la pena el desgaste por sostenerla?

sixto.duarte@gmail.com

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