Opinion

PAN-PRD, alianza dura de lograr

Pascal Beltrán del Río
Analista

2017-06-15

A raíz de los resultados electorales del pasado 4 de junio, panistas y perredistas han comenzado a hablar, con mayor intensidad, de formar una alianza para los comicios presidenciales de 2018.
En parte, tiene que ver con que Andrés Manuel López Obrador canceló cualquier posibilidad de ir con su antiguo partido a esos comicios. También, con que el PAN y el PRD ganaron juntos las elecciones en Nayarit y Veracruz, lo cual los ha animado a repetir el modelo.
Pero, sobre todo, porque al PRD le fue mejor de lo que esperaba el 4 de junio y al PAN, peor. Eso los puso a la misma altura. Ninguno de los dos mira desde arriba al otro.
Puestos de acuerdo en que no tendría nada de malo ir de la mano el año que entra, panistas y perredistas tienen ahora lo más difícil de resolver: ponerse de acuerdo en el candidato.
En el PRD hay cuatro opiniones sobre la participación del partido en 2018: hay quienes aceptarían ir con el PAN y que el candidato fuera panista; hay quienes no ven mal la alianza –con el PAN y otros partidos–, pero desean que el aspirante sea alguien independiente; luego, quienes quieren que el PRD postule a su propio candidato en lo que se resuelve si van o no con el PAN, y quienes de plano rechazan la alianza “con la derecha” y quieren intentar que AMLO recapacite.
En Acción Nacional, donde tampoco todos están de acuerdo con la alianza, están en otra lógica. Incluso quienes se dicen aliancistas no contemplan siquiera la posibilidad de que el candidato común no sea panista. Primero, dicen, que se resuelva la lucha por la candidatura del PAN y ya luego se verá lo demás.
Definir al candidato va a ser un problema. Incluso si se cumple lo que dicen muchos perredistas: primero el programa y luego el nombre.
No hay muchos personajes en la llamada sociedad civil que generen interés de los dos partidos como para representar a la alianza en la elección. Esa solución existe sólo en teoría; en la práctica no se ve de dónde saldría un tercero para ser candidato.
Tampoco está claro cómo resolverá el PAN sus disputas internas sin vaciarse de energía para pensar, después, en una alianza con el PRD.
Luego, viene un problema mayor. Incluso encontrando al candidato externo o poniéndose de acuerdo en alguien de casa, los dos partidos tendrán que ver cómo enfrentan a los pesos completos de la elección: la maquinaria del PRI y López Obrador.
Es cierto que la suma de los votos del PAN y el PRD los vuelve competitivos. Pero se necesita más: un propósito, una causa. De preferencia, algo que los haga distintos de las otras ofertas.
Si la elección presidencial, como ha sido costumbre, se vuelve una competencia de dos –entre 2000 y 2012, los dos primeros lugares han concentrado entre 69.8% y 78.6% de los votos–, ¿cómo haría la dupla PAN-PRD para volverse uno de los dos contendientes principales? ¿Desplazaría al PRI o desplazaría a López Obrador?
Con el PRI, divide el voto antiAMLO. Y con López Obrador, divide el voto antiPRI.
En una situación óptima, la alianza podría arrancar votos al PRI en el norte y occidente del país, y arrebatar votos a Morena en el centro y sur. Y podría sumar en los bastiones panistas y perredistas. Sin embargo, la alianza no puede ser por sí misma la oferta para el electorado. ¿Cuál sería su mensaje principal? ¿Cuál sería el rival a vencer, el PRI o AMLO? No pueden ser ambos al mismo tiempo.
Pese a todas esas dificultades, creo que una eventual alianza PAN-PRD podría encontrar su propia marca en un tema que sus rivales no explotan. ¿Qué tal si el lema de campaña de la alianza azul-amarilla fuese la seguridad, algo que millones de mexicanos añoran por encima de muchas cosas?
Es cierto, tiene el problema de que los gobiernos encabezados por el PAN y el PRD no han tenido los mejores resultados en ese terreno, pero priistas y morenistas tampoco tienen mucho que presumir en las causas que enarbolan.
Todos quieren mayor seguridad. Y la inseguridad ya es un problema en la mayor parte de los estados.
La alianza PAN-PRD podría desmarcarse así del enfrentamiento entre el PRI y Morena. Podría “triangular”, como dicen los estrategas electorales, es decir, colocarse por encima de sus rivales. Y tendría un tema atractivo para los electores, independientemente de su perfil ideológico.

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