Opinion

¿Águila o gusano?

Sergio Sarmiento

2017-05-24
“Quien quiera ser libre como águila, que vuele alto; 
quien quiera arrastrarse como gusano, nomás que cuando lo 
pisen no chille.” 
 
Andrés Manuel López Obrador
 

Nadie podrá acusar a Andrés Manuel López Obrador de exceso de humildad. El presidente de Morena, y candidato por tercera vez a la Presidencia, se ha considerado a sí mismo un rayito de esperanza, un ejemplo de honestidad valiente y un espíritu indómito que enfrenta una mafia del poder en la que participan todos los políticos y empresarios que no lo apoyan.
Esta semana Andrés Manuel lanzó desde las alturas su condena definitiva a su ex partido. "Es muy obvio que están de paleros de Peña Nieto los dirigentes del PRD –declaró en Ciudad Neza, cuando el PRD se negó a abandonar su campaña en el estado de México para apoyar a la candidata de Morena–. Ya lo sabíamos, nada más que les dimos el emplazamiento para que se quitaran la máscara."
Un voto por el PRD, dijo, "significa votar por Enrique Peña Nieto". Para volar alto como un águila hay que estar con López Obrador; de lo contrario, uno es un simple gusano arrastrado que sólo sirve para ser pisado.
Andrés Manuel no sólo está descartando de esta manera al PRD en 2017, sino también en 2018. "No hay posibilidades de una alianza" en la elección presidencial del año próximo, afirmó el 23 de mayo.
Las declaraciones de desprecio las dirige López Obrador a un partido de izquierda del que fue presidente y que lo ha postulado en todas sus candidaturas, desde Tabasco en 1994 hasta la presidencia en 2012, pasando por la jefatura de gobierno del Distrito Federal en 2000. Esos gusanos arrastrados son sus compañeros políticos de muchos años.
López Obrador es un político notable. Ha sido protagonista de la vida nacional desde los años noventa. Pocos tienen su resistencia y su cercanía con la gente. Estuvo a un cuarto de millón de votos de ganar la presidencia en 2006. En varias encuestas aparece hoy como primer lugar en la contienda presidenciales para 2018.
La arrogancia suele rendir frutos en estos tiempos del populismo. En 1999 le permitió a Hugo Chávez llegar al Palacio de Miraflores en Venezuela y en el 2000 impulsó a Vicente Fox a Los Pinos.
En 2016 hizo posible el triunfo de Donald Trump en Estados Unidos. A la gente le llama la atención un candidato que viene de la oposición y se muestra grosero con funcionarios y gobernantes, uno que promete elevarse por los cielos como águila y acabar de un plumazo con todos los males de un país.
El problema es que la política es un arte de lograr acuerdos y conciliar diferencias. En una democracia, el candidato ganador no tiene derecho a acallar a sus rivales y gobernar por decreto. Necesita lograr coincidencias con aliados y rivales. Pero eso no lo ofrece un político que afirma que quienes están con él volarán como águilas y quienes no serán pisoteados como gusanos.
Lo lamento porque López Obrador es, a mi juicio, un hombre honesto. Sus propuestas de abandonar la producción de crudo para promover la refinación o de echar para atrás la reforma energética o el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México me parecen locuras reaccionarias. Veo, sin embargo, que vive de manera discreta y sin las ostentaciones de tantos políticos.
Quien quiera que sea presidente en 2018, sin embargo, tendrá que negociar y conciliar con propios y extraños. Insultar y despreciar a quienes no piensan como él, incluso a quienes han sido sus compañeros durante años, no augura nada bueno para un gobierno de López Obrador.

Barreras a Uber
La Suprema Corte ha determinado que servicios como Uber pueden ser regulados por los estados. En principio no está mal, pero el problema es que ha avalado también disposiciones del gobierno de Yucatán que no tienen más propósito que imponer barreras de entrada para afectar negativamente a los consumidores.

Twitter: @SergioSarmiento
 

X