Opinion

Sicólogos y sociedad

Cecilia Ester Castañeda/
Escritora

2017-05-24

La tormenta nubla la vista, sin duda. Impide ver la ruta a puerto seguro. Distrae la posibilidad de atar las amarras, de volver menos intenso el golpeteo que empapa el cuerpo y hace a los pies perder el contacto con el suelo.
Eso ha ocurrido con Ciudad Juárez y los sicólogos. ¿Cómo se explica de otra manera que en una sociedad con tantas heridas de temporales recurrentes prácticamente no se hayan implementado programas destinados a proteger la salud mental de sus habitantes? ¿Por qué, cuando cada año egresan de varias instituciones educativas de la localidad, decenas de sicólogos tienen dificultades para encontrar empleo mientras aquí se registran cifras al alza de ansiedad, depresión, adicciones y suicidios, según informes periodísticos?
El sentido común dice que hace falta un enfoque integral destinado a afrontar los desafíos actuales de sociedades como la nuestra. Los esfuerzos públicos han resultado insuficientes —cuando no peligrosos o contraproducentes—. En la mayoría de los casos, la sociedad civil ha tardado en comprender su potencial como vehículo de contención. Mientras tanto, los sicólogos juarenses celebraron su día el 20 de mayo siendo una de las profesiones con mayores índices de dedicarse a otras actividades.
En Ciudad Juárez se siguen esperando soluciones sencillas o mágicas. Sin embargo, la sicología ofrece herramientas capaces de permitir a los habitantes fronterizos, tanto a nivel colectivo como individual, responder a los desafíos de una sociedad en cambio.
Hoy, más que nunca, conviene empezar a tomar en serio a los métodos científicos para resolver nuestros problemas —ya sea la contaminación, la obesidad, la ubicación de zonas habitacionales o la violencia—. En demasiadas ocasiones hemos apostado a respuestas rápidas para situaciones complejas. La decepción no se ha dejado esperar, una y otra vez.
Es hora de actuar en todos los frentes. En el caso de la sicología, no sólo se trata de brindar servicios a personas aquejadas —o en peligro de estarlo— por algún trastorno mental o emocional a consecuencia de las condiciones colectivas. La sicología puede contribuir a entender los procesos de influencia social y, por lo tanto, a diseñar políticas y programas con vistas a facilitar la solución de problemas o reducir su impacto.
Por ejemplo, la adolescencia en una de las etapas en las cuales se dificulta más la aceptación de la diversidad. Es en los grupos de niños, entonces, donde se puede prevenir mejor la discriminación. O ¿qué tal métodos para la resolución de problemas, el proceso de toma de decisiones grupales, el desarrollo del sentido de comunidad?. Conocer los factores facilitadores de todos estos mecanismos permite diseñar programas para una sociedad mejor. Y todos inciden de alguna manera en el grado de violencia.
Hablando de violencia: ¿puede prevenirse a través de la aplicación de la sicología? Esto es un tema complejo, pero sí, estar conscientes de factores detonadores más allá de la delincuencia organizada y la impunidad brinda mayores herramientas para abordar dicho desafío, a nivel comunitario o individual.
Aprender a controlar el estrés es preferible a terminar deprimido o con alta presión. Manejar el duelo de manera saludable mitiga la pérdida de un ser querido. Desarrollar características “resilientes” es indispensable para cualquer crisis. Se trata, entre muchas otras, de técnicas que los sicólogos pueden enseñar. 
Tal vez algún día las columnas sobre desarrollo humano sean tan comunes como los horóscopos y, en Ciudad Juárez, se disponga de manera fija de extensos programas para resistir emocionalmente el desempleo o la inseguridad. Mientras tanto, hemos desaprovechado las respuestas de decenios de investigaciones sobre conducta y salud mental humana que ofrecen los sicólogos. En una sociedad como la nuestra, corremos el riesgo de pagar un precio demasiado caro por ello.
Quizá las condiciones de seguridad, confianza y optimismo previas no se logren reproducir ipso facto al incorporar métodos sicológicos. Pero sí se puede dar una perspectiva de empoderamiento que fomente medidas proactivas en vez de pasividad y miedo. 
Es preferible, me parece, a depender sólo de policías o soldados.

ccasta@redaccion.diario.com.mx

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