Opinion

Migración, un tema urgente

Lourdes Almada Mireles
Analista

2017-05-11

La semana pasada se llevó a cabo en la ciudad el foro “Migración y Derechos Culturales”. Un evento sumamente interesante, con expositores de diversos ámbitos: académicos, activistas, organismos de gobierno. Se compartieron ahí datos significativos sobre la migración en diversas partes del mundo.
Aunque la información fue abundante, llamó especialmente mi atención la presencia escasa de temas relacionados con la infancia. Si bien es cierto, esta actividad estaba enfocada a los derechos culturales, muchas de las ponencias presentaron datos estadísticos sobre migración y análisis de diferentes situaciones de vida de las y los migrantes.
Se hace necesario distinguir al menos tres situaciones en cuanto a migración en México: 1) los repatriados –de manera especial aquellos que se encontraban establecidos en el país del norte–, 2) los migrantes indocumentados en Estados Unidos y 3) los centroamericanos sin documentos en territorio mexicano.
La ausencia de ponencias sobre la realidad de los migrantes indocumentados que atraviesan nuestro país para llegar al Norte es un indicador de que no hemos tomado la suficiente conciencia sobre la situación para a partir de ella, asumir la responsabilidad que como mexicanos tenemos en el respeto de sus derechos. Sobre los dos primeros temas presento algunos datos presentados en el foro mencionado y algunas reflexiones en torno a ellos.
Jesús Peña, del Colegio de la Frontera Norte, habló sobre algunos de los cambios en materia de migración. Del total de mexicanos deportados de Estados Unidos durante 1995, el 8 por ciento tenían más de un año viviendo allá, mientras en 2015, ese porcentaje subió hasta 23.8 por ciento. Se trata de personas que ya estaban establecidas en el país del norte, en muchos casos de personas que crecieron en Estados Unidos y no hablan español o lo hablan muy poco. Del total de personas deportadas, 35 por ciento dejaron al menos un hijo menor de 18 años en Estados Unidos.
Nuestra ciudad ha sido testigo de estas repatriaciones y de las dificultades que enfrenta esta población, que en muchos casos se enfrenta a una realidad que no conoce, sin documentos que acrediten su experiencia y sus capacidades, con escaso o nulo dominio de la lengua y con varios duelos por elaborar por la pérdida del trabajo, las expectativas de vida y a veces la familia.
Hemos conocido algunos jóvenes repatriados, que llegan a una ciudad desconocida, sin familia y en condiciones de extrema vulnerabilidad; hemos visto cómo, al no tener ningún vínculo ni soporte, son presa fácil de la delincuencia organizada.
Estamos frente a una realidad que exige, como lo planteó Peña, “preguntarnos qué necesitan y hacer lo correspondiente”, enterarnos de cuáles son sus derechos y prepararnos para recibirles, desde nuestra condición fronteriza, con el respeto que merecen.
Por su parte, Dulce Matuz (presidenta de la Coalición de Arizona por el Dream Act y activista indocumentada hasta 2016 en que se le otorgó la ciudadanía estadounidense), expuso que el 24 por ciento de los habitantes de Estados Unidos que nacieron fuera de ese país, son indocumentados; cinco millones de niños tienen por lo menos uno de los padres indocumentados.
Matuz abrió una mirada de esperanza, que no es otra que la de luchar por la conquista de los derechos. Narrando su propia experiencia, fue planteando la necesidad de avanzar por el camino de la no violencia y la desobediencia civil. El planteamiento fue claro en su fondo humanista y en su voluntad de acción. En la base de la no violencia está el amor, el reconocimiento de que cada ser humano tiene derecho a desarrollarse plenamente y a que sus derechos sean respetados. La condición migratoria no debería ser un obstáculo para ello.
Coincido plenamente con ella sobre “el lugar” en que radica la esperanza: “Necesitamos activarnos, participar. Nos tenemos a nosotros mismos, tenemos la comunidad, tenemos la posibilidad de organizarnos”.
Como afirmara Nuria Sanz, representante de la UNESCO en México, necesitamos combatir los silencios sobre migración –y diversidad cultural– que tiene la frontera. Necesitamos MENOR SILENCIO, MAYOR ACCIÓN, MÁS POLÍTICA PÚBLICA.

lourdesalmada@gmail.com

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