Opinion

La generación actual y la corrupción

Oscar Fidencio Ibáñez Hernández/
Académico

2017-04-28

El arresto del exalcalde de Chihuahua y otros dos funcionarios de primer nivel del gobierno estatal anterior ha llamado poderosamente la atención. Revivió una serie de acusaciones de corrupción e impunidad asociadas a la gestión del ex gobernador César Duarte. Esta acción representa el cumplimiento parcial de la promesa del Gobernador Javier Corral de llevar a la justicia a su antecesor y a funcionarios coludidos a actos de corrupción.
Algunos estudiosos del comportamiento de los jóvenes votantes conocidos como “millenials” identifican un aumento en la desconfianza hacia el gobierno y a los partidos políticos que los llevan en general a despreciar la política, sin embargo también recientemente muestran una sensibilidad frente a la corrupción e impunidad que en algunas ocasiones los moviliza, ya sea en demostraciones callejeras, en su activismo a través de redes sociales, e incluso hasta en la participación a través del voto.
Los resultados de las últimas elecciones para gobernador en Chihuahua y para alcalde en Ciudad Juárez durante 2016, hicieron que la oposición panista o el candidato independiente ganaran, y según varias encuestas, la principal motivación de los electores para votar en contra del partido gobernante, fue el hartazgo social por la corrupción e impunidad de los políticos, no solo votaron los jóvenes, sino que una gran cantidad de gente que tradicionalmente no votaba salió ese día a manifestar su oposición.
Aunque el sentimiento puede ser más intenso entre los jóvenes, todas las edades de esta generación parecen haber llegado a un punto de quiebre donde no se tolera más la corrupción, por lo que su prevención y castigo se puede convertir en el eje de participación ciudadana en esta época.
La falta de ética en los operadores bancarios se asume como la causa principal de la crisis económica de 2008, que se inició en los centros financieros de los países más ricos y afectó a millones de personas en todo el mundo, un grave problema de corrupción en las empresas.
Frente a esta evidente crisis ética global, los políticos no han sido capaces de reaccionar y crear un sistema eficaz de prevención y combate a la corrupción. En México llevan años discutiendo nimiedades y evitando a través de negociaciones y componendas crear un Sistema Nacional Anticorrupción, no se atreven a disminuir sus privilegios y enfrentar la evidente degradación del sistema, por lo que los ciudadanos deben ser quienes obliguen a cambiarlo. Lo mismo pasa a nivel estatal, donde aún no se aterriza el Sistema Anticorrupción Estatal
Para los ciudadanos, existe la responsabilidad de hacer algo, empezando por una congruencia ética en sus quehaceres cívicos, tanto en el ámbito profesional, como en el económico y político, desde el voto en las elecciones hasta la participación activa que incluye organizarse, denunciar y dar seguimiento a las malas conductas no solo del gobierno sino de las empresas, así como involucrarse en la construcción de propuestas que puedan renovar el sistema político y económico.
La corrupción la pagan los más pobres, son los primeros afectados: por el desvío de recursos que impiden que les lleguen servicios de salud, educación, o agua y drenaje; por el acaparamiento de bienes que acrecientan la desigualdad; y por la falta de obras de infraestructura y su mala calidad que les quita las oportunidades de salir de su condición de pobreza.
Paradójicamente, los jóvenes de esta generación que en apariencia rechazan las tradiciones, están descubriendo la necesidad de valores universales, la importancia de distinguir y señalar el bien y el mal, de construir referentes éticos que hagan sentido en un ambiente que pretende relativizar todo, y que en la práctica permite los abusos de los más fuertes, de los corruptos protegidos por el poder político o económico.
Esta parece ser una vía que detone la participación ciudadana y mantenga la presión sobre las autoridades para que se enfrente la corrupción, y se castigue a quienes caigan en acciones deshonestas.
La regla de oro que implica tratar a los demás como quisiéramos ser tratados, tiene su raíz más poderosa en la síntesis cristiana de amar a Dios, y al prójimo como a sí mismo. Y a partir de esta referencia, es necesario construir la ética que permita a esta generación ir más allá de la protesta, la venganza o algún tipo de justicia efímera y coyuntural, para avanzar hacia prácticas y políticas permanentes de prevención y combate a la corrupción. Como en cada momento histórico, esta generación puede cambiar el estado de cosas o permitir que sigan como hasta ahora.

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