Opinion

¿Mujeres o corderos a inmolar?

Arturo Mendoza Díaz
Analista

2017-04-25

“¿Van a Juárez a que las violen y las maten?”, les preguntó sin recato en uno de tantos retenes de la carretera Panamericana un agente a algunas señoras que viajaban a esta ciudad. Eran los años en que aparecían mujeres muertas en diversos rumbos de la población.
Así, hacia esa malhadada etapa nos remontó el reportaje de la periodista Luz del Carmen Sosa, publicado hace tres días en este medio informativo, sobre el repunte de esos homicidios en Juárez, considerando los casos habidos en los cuatro primeros meses de 2017.
Y no es que, como dicen, “al que se quema con leche hasta al jocoque le sopla”. Esa situación nos dolió tanto a los juarenses y lastimó a tal grado la imagen de nuestra urbe que la sola posibilidad de que se repita nos hace estremecer.
Sin embargo, aludiendo a un estado de cosas que preocupa, el trabajo periodístico citado señala que de enero a abril han sido asesinadas 30 mujeres, un número que, según datos de la Fiscalía General del Estado, no se registraba desde 2014.
Cabe decir que, como si las mujeres fueran el cordero a inmolar en aras de los arranques de ira o del desbordamiento de ambiciones, el asesinato de doña Matilde Gil Herrera, esposa del diputado Rubén Aguilar, es otra muestra de la creciente inseguridad en Chihuahua.
Las estadísticas hablan de extremos graves en Juárez, como por ejemplo los habidos en 2010 y 2011, con 304 y 195 muertes, respectivamente. Empero, eso pasó cuando la marea de violencia que ensangrentó a la ciudad estaba en su apogeo.
La verdad es que esas tres decenas de homicidios causan consternación, e incluso indignan. Con otras muertes no es lo mismo, como cuando alguien fallece en encuentros pandilleriles o hay ajustes de cuentas en el ámbito del crimen organizado.
Mas no se entiende por qué una niña de 14 meses muere a manos de la persona que le dio el ser, la joven madre que lucha para sostener a sus hijos tiene qué ser asesinada, y su cuerpo arrojado en el desierto, o a una joven de 14 años se le arranca la vida.
Los motivos que trascienden difieren de los que forjaron la leyenda negra de Juárez hace años. No se trata de choferes pervertidos o de canallas que, degradados moralmente, asumen a las mujeres como objetos, usándolas y desechándolas, como inertes bagazos humanos.
No, no es eso, aunque las razones de todos modos son altamente reprobables. De por medio están la violencia familiar y las acciones delictivas de las parejas sentimentales de quienes fueron asesinadas. En otros casos se ignoran los móviles.
Por esas causas quedaron huérfanos los niños de Evelyn Méndez; Kenia Rodríguez Santana, de 14 meses de edad, fue asesinada por su madre, y murieron a balazos Maribel Domínguez y su progenitora, Carmen Patricia Martell Rivas, dejando solos a cinco pequeños.
Como datos adicionales tenemos que los hechos se produjeron principalmente en los distritos de Policía Sur y Valle, que la mayoría de los homicidios fue con arma de fuego y que de los 30 crímenes únicamente se han aclarado ocho.
Esto debe llevar a que se hagan campañas intensivas de prevención de violencia en las familias, así como de difusión en escuelas, templos y centros de trabajo, de principios que reafirmen actitudes de respeto al prójimo y a la vida en general.
Precisamente, notas como la que el lunes apareció en El Diario, firmada por Cinthya Ávila, habla de un alentador caso de armonía familiar en el que Damaris Márquez, pareja del agente Onassis Solís Longoria, con quien tiene tres hijos, le pidió matrimonio.
Para ello Damaris tuvo el concurso del secretario Ricardo Realivázquez Domínguez, oficiales y policías en el Distrito Centro de la Secretaría de Seguridad Pública, como si fuera una película de Pedro Infante en la que todos los agentes de Tránsito entonan la canción “Qué te ha dado esa mujer”.
Hablamos de una fantasía cinematográfica, por supuesto, pero hasta las ficciones pueden volverse realidad, como ésta en la que el policía Onassis, conmovido hasta las lágrimas, amorosamente aceptó materializar el sueño de Damaris, haciéndola su esposa.
De ese modo, ¿no será posible desterrar o, al menos, disminuir la violencia familiar, para que ya no haya más asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, en lo que ha sido un anatema que arrastramos y que se niega a desaparecer del todo?

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