Opinion

La burra no era arisca

Vianey Esquinca

2017-04-23

Ciudad de México— El exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, que desfalcó a ese estado por varios miles de millones de pesos, finalmente está detenido en Guatemala. Ésta debería ser una magnífica noticia para el Gobierno federal, la mejor después de la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán y sin embargo no lo es.
¿Por qué? ¿Acaso la sociedad mexicana es tan ingrata que no es capaz de reconocer los generosos esfuerzos de su gobierno por combatir la corrupción? ¿No entiende lo difícil que ha sido para ellos perseguir a un colega con el que compartieron el pan, el vino y uno que otro recurso monetario? ¿Por qué no están los mexicanos celebrando semejante sacrificio y en cambio cuestionan y dudan hasta de una sonrisa?.
Por supuesto, es innegable que la captura de Javier Duarte es muy positiva, pero también es claro que el gobierno no tenía de otra. Ya no podía seguir cargando con el desprestigio que representaba su excompañero de partido. No en época electoral, no cuando saben que la bandera de todos los suspirantes del 2018 será el combate a la corrupción.
Sin embargo, el Gobierno federal dejó tantos huecos abiertos en la detención del veracruzano que por ahí se filtró la desconfianza y la sospecha de que no fue una detención, sino una entrega pactada.
Todo inició desde que se escapó el exgobernador. Nadie pudo creer que de la noche a la mañana haya desaparecido sin dejar rastro. Pero se fue, dejando en ridículo, una vez más, al sistema de inteligencia mexicano.
Cuando fue capturado, también, surgieron las dudas, por ejemplo, de que no se haya pedido la deportación de Duarte que hubiera sido más rápido y, en cambio, se prefirió un proceso de extradición que puede llegar a ser largo y tortuoso si el exmandatario decide apelar la decisión.
Durante meses el nombre de la familia de Javier Duarte, incluyendo a su esposa Karime Macías, estuvo mencionándose como parte de esa red de corrupción que permitió el lavado de dinero y, sin embargo, ¿no hay nada en contra de ellos e incluso Macías está en Londres? ¡Por favor!.
Aunque el lenguaje corporal no es evidencia de ningún delito, la sonrisa y la tranquilidad que mostró Duarte al ser detenido, alzaron la ceja de más de uno. Además de por supuesto las distintas versiones de su captura —dadas por las autoridades guatemaltecas— y el hecho de que, casualmente, logró ver a su familia antes de ser capturado son elementos que, por supuesto, despiertan suspicacias.

El gobierno siempre podrá decir: “¿Querían a Javier Duarte, no? Pues ahí lo tienen”, porque están acostumbrados a que la sociedad mexicana quiere a un chivo expiatorio para tranquilizar sus ansias de sangre, quieren un sacrificio humano y una vez obtenido son capaces de olvidar que para que Duarte pudiera desfalcar tanto dinero necesitó no sólo una red de corrupción, sino el silencio de sus pares, de otros gobernadores, incluso, del Gobierno federal.
El Partido Revolucionario Institucional no puede esperar que una captura haga verano. ¿Cómo creer que este partido de verdad va a combatir la corrupción cuando fue capaz de prestarle como hostal la Cámara de Diputados a Antonio Tarín García para que se refugiara mientras le concedían un amparo contra una orden de aprehensión de Chihuahua?. ¿Cómo creerles cuando ha retrasado el proceso de desafuera el otrora tesorero de Veracruz y ahora diputado Tarek Abdalá?.
Si el PRI pretende que con esas capturas y deslindándose del que fuera su amigo e incluso patrocinador podrá liberarse de su culpa está muy equivocado. Se requiere más, mucho más para lograr cambiar la negativa percepción que tienen, porque la burra no era arisca, la hicieron sus gobiernos.

 

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