Opinion

¿Tres pies al gato?

Carlos Irigoyen

2017-04-20

¿Cómo quisiéramos
 ver a Ciudad Juárez
en un futuro? ¿Qué 
clase de lugar queremos construir? ¿Qué sentido le queremos dar a nuestra comunidad en el concierto global? Necesitamos impulsar una mentalidad que nos lleve no sólo a desear ser prósperos, merecemos gestar y administrar una urbe donde seamos reconocidos a nivel mundial por características muy precisas, positivas e innovadoras y que no enfaticen sólo la turbulencia social, política y económica; requerimos de una astucia de liderazgo muy desarrollada, así como de la vitalidad cívica.
La ciudad del futuro pasa por tres áreas muy importantes, la infraestructura como marco del desarrollo, un sano contexto social con un profundo sentido humano y una visión estratégica que no sea cortoplacista.
El empresario habla del desarrollo social como la humanización y la educación de la comunidad, el político lo ve como una mejor calidad de vida; el académico se refiere al desarrollo cultural y a la educación y la ciudadanía pide la humanización de la sociedad que le traduzca el resultado en tener una mejor calidad de vida.
La visión estratégica agrupa a los cuatro actores en torno a desarrollar procesos de planeación, hechos con técnica, moldeados y acuñados por un razonamiento claro y contundente, sin aderezos ni suposiciones de compadrazgos o apadrinamientos inexplicables, cobijados en la cobardía de la corrupción.
La infraestructura y sus deficiencias se cuentan por sí mismas. La ciudad del futuro tiene varias medicinas, entender y prepararnos para ser competitivos mundialmente, un dinámico y diversificado desarrollo económico, la humanización de la sociedad, un sistema educativo de alto nivel, una nueva imagen, gobiernos de alto desempeño, desarrollar un mejor nivel de vida, utilizar la planeación estratégica en su más estricto sentido a la administración pública así como el desarrollo y consolidación de la infraestructura necesaria para la localidad.
La ONU en su estudio el Índice Básico de las Ciudades Prósperas, dedica un capítulo a Juárez analizando 6 indicadores. De acuerdo a sus calificaciones “panzamos” (termino estudiantil que se refiere a que se pasó de panzazo) en tres, reprobamos en una y en dos arrastramos la cobija. Lo mejor, la inclusión social; la sociedad es diferente, su naturaleza migrante le da un matiz de adaptabilidad muy importante. Los otras dos que se señalan como pasables son la calidad de vida y la productividad.

La “decentemente” reprobada es la infraestructura; pero las categorías imperdonables por su baja calificación son la sustentabilidad, la gobernanza y legislación urbana; “por su bajo desempeño en la escala de prosperidad, es necesario que Juárez priorice las políticas para las dimensiones de: gobernanza y legislación urbana y sostenibilidad ambiental”. Página 22 del apartado de Juárez. Nos dan una calificación en general de moderadamente débil. Dice el estudio, que para aspirar a tener prosperidad como ciudad hay que enfocar sobre el factor de la densidad urbana, acceso a internet, transporte masivo, áreas verdes per cápita, un plan de tráfico sustentable y escalonado, uso de energías renovables, la participación ciudadana en elecciones, la deuda y la expansión urbana.
En un intento por analizar a nuestra localidad desde una perspectiva académica los resultados son similares, utilizando un modelo denominado el Hexágono de Anholt, las seis caras arrojan condiciones difíciles para 4 de las 6 características. De nivel medio hacia abajo, el potencial de la plaza, estancadas la familiaridad y el reconocimiento de las virtudes y ventajas del lugar. En condiciones críticas la situación física de la ciudad y las cualidades básicas para la calidad de vida en el lugar. Los dos rubros en los que se comienza a percibir una mejora son la dinámica de la población así como la disponibilidad y apertura de la sociedad, los juarenses somos personas resilientes y decididas a dar el extra, no basta el ánimo y el arrojo para transformar a la sociedad, se requiere el conocimiento.
Hay muchas maneras de justificar un proyecto, pero solamente hay una vía de convencimiento y son los números, tan sencillo que es demostrar el costo-beneficio, pero el oropel de la apariencia sigue siendo irresistible.
Los números son fríos, no endulzan el oído, son contundentes y es que contra ellos no hay argumentos. Entre más digeribles sean los números de los proyectos, menor la indigestión en la percepción pública respecto a su utilidad se tendrá. Por naturaleza, al gato tiene cuatro patas pero el surrealismo sigue queriendo pintarlo con tres, ¿hasta cuándo seguiremos con la misma cantaleta?.
cirigoyen@itesm.mx

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