Opinion

Estereotipos

Jesús Antonio Camarillo

2017-04-14

Algunos expertos los consideran ya una auténtica enfermedad social. En realidad siempre estuvieron ahí, pero ahora se les identifica, estudia y explicita. Son los estereotipos, esas fotografías mentales con las que usualmente damos significado a diversos segmentos del mundo. Los hay de muchos tipos: positivos, negativos, descriptivos y prescriptivos, se suelen contar entre su exuberante listado; pero lo cierto es que algunos sí que traen consigo grandes lastres.
Lo hacen por varias razones. Una de ellas es que el estereotipo tiende a simplificar insulsamente la realidad. Siendo la vida tan compleja, éste llega y quiere meter a su cajón todo a la fuerza, por eso el estereotipo se opone a la pluralidad. Al etiquetar, marca un territorio de poder, en el que el diferente o es excluido o es simplemente invisible. Al mismo tiempo, suele echar el cimiento del edificio de las creencias compartidas, que al convertirse eventualmente en mayoritarías llegan a legitimar desigualdades sociales.
Los estereotipos están en todas partes, los vemos en ejemplos ligeros de la arena pública cotidiana, como aconteció en días recientes cuando un grupo religioso del Consejo Evangélico de Ciudad Juárez solicitó al alcalde Armando Cabada Alvídrez cancelar la presentación de “El Circo de las Pesadillas” porque supuestamente el espectáculo “atenta contra los principios morales y espirituales que rigen a la mayoría de los ciudadanos que anhelan la paz”. El estereotipo es claro, los evangélicos ni siquiera habían presenciado el espectáculo pero ya estaban “deliberando” en el seno del Cabildo sobre la presunta carga negativa y diabólica del circo.
Pero más allá de este ejemplo tan reciente y mediático, los estereotipos parecieran ser omnipresentes, aumentando su fuerza excluyente y perniciosa en decisiones legislativas y judiciales en las que su influjo llega a servir de apoyo para la justificación de determinadas conductas y omisiones de la autoridad.
Un campo propicio para el cultivo de estereotipos es también, por vía de ejemplo, la legislación familiar. Las normas del derecho de familia siguen tratando a todos los sujetos vinculados, todavía bajo la óptica de sendos cartabones que al momento de resolver disputas frecuentemente arrojan lamentables resultados.
Y en otros escenarios suceden cosas igual de reprochables. Expertos que aluden a la utilización de estereotipos en sede judicial y prejudicial, suelen aludir a la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos sobre el caso del campo algodonero de Ciudad Juárez, como uno en el que un tribunal internacional identifica y reprocha a los órganos locales el que la utilización de estereotipos negativos determinó y condicionó sus omisiones cuando menos en dos de los casos.
En ellos, cuando las madres solicitaron la acción de la justicia, la respuesta fue burdamente estereotipada, afirmando la autoridad que las jóvenes habían actuado de forma promiscua. Aquí la Corte Interamericana hace énfasis en la denominación, identificación y trascendencia del uso de estereotipos de género como razones para que la Policía decidiera no investigar.
Son precisamente los estereotipos basados en cuestiones de género los que están implicados en temas que actualmente adquieren suma relevancia tanto en modelos generales y abstractos como los que atañen a la legislación, como en los relativos a casos concretos, en sede judicial, como lo es ya famoso caso de la sentencia de amparo concedido a uno de “Los Porkys”.
Lo importante es que nos percatemos que la demolición de los estereotipos no es cosa fácil. Y una cuestión prioritaria es hacernos conscientes de su presencia. Nombrarlos, identificarlos, explicitarlos. Conocer al enemigo, pues, y saber cuál es su juego. Luego educación y más educación. Pero una educación que no erija nuevos estereotipos, cuando menos no de los que excluyen y discriminan.

epistemek@yahoo.com 

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