Opinion

Cómplices

Adela S. González

2017-04-09

En la persecución del 
exgobernador César 
Duarte llamado por la justicia a responder de un “quebranto” de 6 mil millones de pesos, se centra la atención en su persona y la afectación al patrimonio estatal en lo que no pudo actuar solo, como se va estableciendo en las diligencias judiciales en las que comparecen funcionarios de su administración.
Si bien, sobre César Duarte se colocan todas las faltas cometidas a lo largo de seis años, la búsqueda de responsables debe extenderse a todos los que intervinieron en su gobierno, incluidos legisladores que en su momento actuaron bajo sus órdenes, funcionarios que lo solaparon, parientes, el partido al que pertenece ... quienes debieron saber sus andanzas y cayeron en la misma deshonestidad con calidad de cómplices de la repartición de riqueza ilícitamente alcanzada, lo cual hace entendible la “lluvia” de amparos tramitados la semana anterior.
Al igual que el exgobernador de Veracruz, Duarte también y también prófugo por las mismas acusaciones, el chihuahuense es visto como “modelo de corrupción” y ejemplo negativo de miles de hechos similares registrados en los oscuros anales del priismo. Mal contraste puede hacerse de esa imagen triunfalista a la actual, diametralmente opuesta a la que el presidente Peña Nieto les concedió como íconos de la nueva política mexicana: los Duarte, Roberto Borge de Quintana Roo, Moreira de Coahuila y un largo etcétera.
Los exmirreyes (calificados así por el escritor Ricardo Raphael en su libro del mismo nombre) cuya prepotencia y ambiciones no conocieron límite, son ahora prófugos y sus posibles secuaces preventivamente cautivos. Provocan conmiseración y repudio al verlos sumisos, agachados frente a las autoridades, despojados de su ego y sufriendo depresiones que en sus gozosos días jamás supusieron.
Su partido no les responde cuando debería disponer para su defensa a los seiscientos y tantos abogados con los que empecinadamente defendieron la pérdida electoral. Guillermo Dowell, como titular del PRI estatal evade estos casos que –todos sabemos- son altamente ilustrativos de lo que ha sido permanente deshonra en la larga existencia de este organismo político.
El desenlace de lo que acontece en Chihuahua, Veracruz y otros espacios no va a ocurrir pronto y no será como esperamos: ver encarcelados y despojados de su riqueza ilícita a los hasta ahora presuntos responsables. Los tentáculos priistas están donde quiera abrazados a fuertes compromisos y vericuetos legales que pueden librarlos de castigo mas no de la sanción social. La impunidad ampara la corrupción contagiada a otros partidos que llegan al gobierno con las mejores intenciones pero impotentes para contravenir las reglas no escritas que más temprano que tarde los absorben volviéndolos igual de corruptos.
Como lo escribe Héctor Aguilar Camín hay pirámides de corrupción en todos los gobiernos y, consecuentemente, en los tres poderes que dan forma al Estado de Derecho. El Ejecutivo y el Judicial son los más frecuentemente escrutados mientras que el Legislativo se escuda en la “autonomía” cuando en realidad es cómplice sumiso del primero. El escándalo chihuahuense los envuelve con la misma cobija aunque no lo suficiente para librarlos al menos de un mal rato.
Austria y la cultura.- No confundamos el país de Johann Strauss con el nombre de la titular de la Secretaría de Cultura que en poco tiempo dio qué decir como funcionaria proclive a los abusos. Sin embargo, antes de retirarle el nombramiento habría que evaluar si responde a la confianza exigida y realmente es apta para el trabajo de una dependencia tan importante. Quitar funcionarios por cuestiones políticas abona al fracaso gubernamental y atraso en todos los sentidos.
 

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