Opinion

El valor de la verdad

Francisco Ortiz Bello

2017-03-18

Dice una frase célebre del mismísimo Jesucristo en la Biblia que la verdad nos hará libres, lo que significa, en contrapartida, que la mentira nos apresará entre las sombras de la esclavitud.
Y no es que apelemos al sentido ético-religioso de la sentencia, dado que la pronunció el Mesías de los católicos, no, sólo que la frase tiene, en sí misma, un valor propio de trascendencia mayúscula. Decir la verdad siempre significa la posibilidad de vivir a plenitud y sin temores de ninguna clase.
Me refiero a esta frase en estos cruciales momentos que vivimos los chihuahuenses, porque creo que encierra un mensaje profundo para nuestros actuales gobernantes, quienes parecieran estar atrapados, y entrampados, entre las sombras del engaño o de las verdades a medias.
La sentencia completa, contenida en Juan 8:31-38, dice así: “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”.
Evidentemente se trata, en el contexto de la Biblia y de los hechos que narra, de una frase motivacional de Jesús a sus discípulos, quienes ciega e incondicionalmente habían creído en él, pero también representa una clara visión cosmogónica para enfrentar y afrontar la realidad con todas sus consecuencias.
Sí, sé que hay diversas interpretaciones y filosofías sobre el concepto de verdad, pero para no entrar en niurkescas disertaciones sobre “mi veldá” y “tú veldá”, para efectos de este análisis, puntualizo que la verdad a la que me refiero se trata de la realidad de los hechos consumados, visibles a los ojos de todos y que no admite controversia alguna, porque son eso: la realidad de las cosas.
La primera verdad que el Gobierno estatal, encabezado por el panista Javier Corral, se niega a reconocer, es que su gestión está dejando mucho que desear. Y que conste que no estoy calificando apresuradamente de mala o deficiente esta gestión, sólo describo lo que es una percepción generalizada entre la sociedad chihuahuense de insatisfacción y desasosiego.
Y está dejando mucho qué desear, porque no se perciben actos de gobierno que permitan ver que hay un rumbo definido. La indefinición del Ejecutivo estatal en muchos de los temas más sensibles y trascendentes para los chihuahuenses, se ha traducido en incertidumbre, inquietud, temor y hasta irritación en algunos sectores.
Sin embargo, pese a ser una realidad que está ahí, que se palpa en el ambiente, funcionarios y gobernador se empeñan en negarla y, por el contrario, afirman que las cosas están mejor que antes y que, el gobierno del ‘nuevo amanecer’, va en el camino correcto.
La segunda verdad a medias que nos quieren hacer pasar como verdad completa, es la promesa de campaña de que éste sería un gobierno de inclusión, plural y democrático, como es la esencia del partido del cual emana el gobernador.
Efectivamente, el gobierno de Corral ha sido incluyente pero sólo para algunos sectores o grupos de la sociedad, no para todos. Por ejemplo, en seis meses de trabajo, el titular de la administración estatal no ha tenido una sola reunión de trabajo, de acercamiento, con otras fuerzas políticas con representación y fuerza política en la entidad.
Es decir, en seis meses, no ha escu chado formalmente lo que la oposición política le tiene que decir. Eso, ni es incluyente ni es democrático porque, más allá de filias y fobias partidistas, la piedra angular de la democracia es, precisamente, la capacidad de los gobernantes para escuchar a sus gobernados, incluso a quienes piensan distinto, y no sólo escucharlos, sino atenderlos e incluir sus propuestas.
Hablando de democracia, Corral tampoco ha sido cabalmente respetuoso de las instituciones, de la legalidad y de la división de poderes. Ha atropellado aparatosamente la autonomía e independencia de instancias, órganos y entes descentralizados del gobierno, en aras de revanchas y venganzas políticas y hasta personales. Pero niega haber hecho nada de esto, aunque la evidencia arrolladora de la realidad le pase por encima cada vez que lo dice.
Afirmo lo anterior, porque no es casualidad que todos los enemigos políticos, o personales del gobernador, han caído en desgracia “repentinamente” y en muy poco tiempo, situación de la que, por supuesto, los personeros del mandatario estatal lo han querido deslindar con muy poco éxito, ante lo contundente de la evidencia.
Lo único que sí ha quedado claro, clarísimo, en estos primeros seis meses de gobierno es que, ser enemigo político, enemigo personal, criticar o contradecir al gobernador, es motivo suficiente para que “de pronto” todo cambie, les “caiga” la mala suerte y les empiece a ir mal, se les acabe el trabajo, como al auditor superior del Estado; los destituya el Congreso, como al magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia anterior; los remueva su consejo de comisionados como al presidente del Ichitaip o bien, les manden sorpresivas y extrañas auditorías como a los magistrados de Parral o al notario público Guillermo Dowell, presidente del PRI estatal.
Y no estoy afirmando que algunos de los mencionados merecieran la destitución o la remoción, ni que sean blancas palomitas, lo que digo es que las formas utilizadas para esos fines han sido iguales, o peores, que las usadas en el régimen priista de Duarte, tan odiado por el panista Corral.
Por su formación como legislador, Corral asegura ser respetuoso de la legalidad y de las diferentes instancias de gobierno, sin embargo, parece haber olvidado esa premisa cuando ordenó, así de un plumazo, una grosera e ilegal intervención en las corporaciones policiacas de seis municipios de la entidad, donde literalmente tomó las plazas mediante la invasión de la policía estatal, ignorando y atropellando la autonomía municipal.
Luego, ante los reclamos, protestas y hasta huelgas de hambre de los inconformes, el gobierno de Corral mintió descaradamente asegurando que todas las autoridades municipales habían consentido y acordado dicha intervención, lo que fue completamente falso como lo demuestran todas las publicaciones periodísticas al respecto. Forzaron arreglos y acuerdos mucho tiempo después, ya con el conflicto en pleno, pero no antes como debió haber sido, pero el hecho es que mintieron e intentaron engañar a la opinión pública con algo que nunca ocurrió.
Otra de las medias verdades usadas como arma por Corral, para intentar desacreditar a los medios de comunicación, es la injusta generalización que hace al acusarlos de haber recibido “carretadas” de dinero del régimen anterior, encabezado por su odiado enemigo César Duarte, para acallar las críticas a su gestión, guardar celosamente sus malos manejos y “comprar” el halago fácil.
Digo que es una verdad a medias, porque sí, es cierto, algunos medios de comunicación o periodistas cayeron en ese juego, pero lo perverso del manejo que hace Corral de esa acusación es que, sin precisar nombres ni detalles, menos evidencias, generaliza agrediendo por igual a decenas de periodistas y medios de comunicación que realizaron su trabajo profesional y honestamente, intentando generar con ello un muy mal ambiente social hacia la prensa en general, lo que resulta sumamente delicado.
Lo que parece ignorar el gobernador es que los políticos ocupan el lugar número 20 de credibilidad y confianza ciudadana, el último, mientras que los medios de comunicación ocupan el lugar número 5, es decir, la sociedad le cree 4 veces más a lo que dicen los medios, que a lo que dicen los políticos.
Con este sucio juego y manejo perverso de medias verdades, entreveradas con mentiras completas, implementado desde el Gobierno estatal, lo único que ha logrado es enturbiar una relación gobierno-sociedad que debería estar fluyendo entre el apoyo, el reconocimiento y la participación. Lo que siembras cosechas, y si siembras vientos, inevitablemente recogerás tempestades.

 

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