Opinion

Pobreza y populismo

Sergio Sarmiento

2017-03-15

Ciudad de México— Mucho se ha dicho que el populismo es consecuencia de la creciente pobreza que agobia al mundo, pero es mentira. Estamos viviendo el momento de menor pobreza en la historia.
La pobreza ha sido siempre compañera nuestra. La abrumadora mayoría de los humanos ha vivido en pobreza o miseria durante milenios. Antes no había estadísticas, pero la información disponible sugiere que más del 99 por ciento de la humanidad vivía en pobreza hasta hace muy poco.
Las primeras estadísticas internacionales sobre el tema surgen en 1820. En ese entonces, cuando la revolución industrial comenzaba, 94 por ciento de la población del mundo vivía en pobreza y 84 por ciento en pobreza extrema. La caída ha sido dramática. Para 1992 sólo 52 por ciento estaba en pobreza y 24 por ciento en miseria (Bourguignon y Morrison, 2002). Con una medición distinta, que define la pobreza extrema en 2 dólares por día en lugar del dólar diario tradicional, el Banco Mundial considera que esta condición ha caído de 44 por ciento en 1980 a 9.6 por ciento en 2015 (ourworldindata.org).
Un descenso tan dramático de la pobreza extrema, el principal problema del mundo a lo largo de la historia, debería ser motivo de grandes festejos. Si no los ha habido es porque la pobreza es un buen negocio para muchos políticos que viven de la promesa de que ellos sí acabarán con ella.
Los políticos no festejan, además, porque la pobreza no bajó por su trabajo, por las acciones de los gobiernos o de las instituciones multilaterales, como las Naciones Unidas, sino por la expansión del sistema de mercado y del comercio. El gran descenso de las últimas décadas se centró fundamentalmente en China y la India, los dos países más poblados del orbe. China abandonó el comunismo poco después de la muerte de Mao Zedong, en 1976, y adoptó una economía de mercado. La India también ha abierto su economía. Ni los subsidios ni la generosidad de los políticos redujeron la pobreza, sino la inversión productiva, la creación de empleos y el comercio internacional.
Los populistas están resurgiendo en el mundo no porque la pobreza esté peor, sino porque han hecho creer a mucha gente que el nivel de vida general se está deteriorando. Donald Trump, por ejemplo, convenció a sus electores que la Unión Americana es un país desgarrado y empobrecido por el libre comercio y la inmigración. De nada sirve que las estadísticas muestren que la economía estadounidense está creciendo a un ritmo razonable y que el país registra una tasa de desocupación históricamente baja, 4.7 por ciento. Los populistas de varios países de Europa están tratando también de ofrecer una falsa visión pesimista en su intento por conquistar el poder.
Hoy tenemos mucha información acerca de las políticas necesarias para rescatar a un país de la pobreza. Sabemos lo que han hecho Irlanda, Corea del sur o Singapur y también lo que ha empezado a hacer China. La apertura comercial, la inversión productiva, la educación y un mejor Estado de Derecho son factores que permiten reducir la pobreza. En México, en cambio, la pobreza y la miseria han permanecido al mismo nivel de los años ochenta, lo que permite ver que algo estamos haciendo mal.
El populista es muchas veces convincente. Para conquistar el poder pinta un panorama más negativo que el real. Luego se presenta a sí mismo como un salvador que, con políticas fáciles e indoloras, puede resolver todos los problemas. La realidad no importa. Para eso están los hechos alternativos.

Sube la tasa
La Reserva Federal subió ayer la tasa de interés de referencia en Estados Unidos medio punto porcentual, a un rango de 0.75 a 1%. Tan esperada era la decisión, que el dólar bajó en vez de subir, como era lógico suponer.

Twitter: @SergioSarmiento

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