Opinion

El feminismo no es una solución

Olga Tuda

2017-03-14

El pasado 8 del mes se llenaron las oficinas de regalos, pasteles y flores; las redes sociales no dejaron de publicar felicitaciones. Fotos llenas de mujeres y a veces hombres que las festejaban. Una amalgama de abrazos, sonrisas y buenos deseos enmarcaron el día y no faltaron las comidas y los brindis… “por la mujer: la que nos apoya, la que nos comprende, la que nos ama, por la que sufrimos, la que nos complace, etc.”.
Vinieron los recuerdos de quienes las han desdeñado; arrepentidos expresaron las frases que habían omitido en otras ocasiones. También hubo quienes se dedicaron a emitir improperios y se refirieron a ellas con desdén y desprecio, como si su finura no alcanzara para limitarse a decir algo respetuoso.
Pero algo no quedó claro, la verdadera esencia por la que se instauró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer. La mujer que lucha, los derechos de la mujer trabajadora (que también es humana), la que sacude las telarañas, cuida a su familia y sale a su trabajo a buscar la superación profesional, llevar el pan a casa, o bien la que se queda con las tareas del hogar, la que barre, la que plancha, hace comida, lava, paga recibos, contesta mensajes y todavía tiene tiempo para darse una manita de gato.
Esa mujer, la que defiende la ONU, que por el sólo hecho de ser humana, debería gozar de los derechos que por existir como persona le corresponden. No tiene que haber una lucha por la igualdad de género, cuando los resultados de un trabajo son iguales o a veces mejores que los de los hombres. No es mejor un género que el otro. Simplemente somos individuos capaces de ejercer un trabajo, de ocupar un espacio, de compartir conocimientos y de tener una convivencia en beneficio mutuo.
Tampoco el feminismo es una solución, porque la raza es una sola (aunque según la historia de la creación, los seres vivos evolucionaron, perfeccionándose en cada paso. El último de esta cadena fue la mujer). Porque somos tan responsables, como todos, de crear el machismo, ya que desde chiquitos enseñamos a los niños la superioridad o los privilegios del varón, en que la mujer es relegada a trabajos que se dicen propios de la mujer y se les educa erróneamente en un plano, en que ellas deberán subyugarse a ellos.
Declara el secretario de la ONU: “A pesar de algunas mejoras, los cargos superiores en general siguen estando ocupados por hombres, y la disparidad económica entre los géneros se está agrandando como consecuencia de actitudes anticuadas y de un machismo arraigado. Debemos cambiar esa situación empoderando a las mujeres en todos los niveles, permitiendo que se escuche su voz y dándoles el control sobre sus propias vidas y el futuro de nuestro mundo”.
¿A caso no somos seres civilizados, que no necesitamos de leyes, ni de ordenamientos para comportarnos como los supuestos animales superiores que razonan? Por ese privilegio de tener la primacía que el propio hombre ha considerado, como entes que se clasifican en lo más alto de un reino biológico, tenemos la obligación de superar las ignominias que padecemos en estos tiempos.
El respeto a nuestros semejantes, como a todo lo que tiene vida es necesario para que reine la armonía en este mundo. El hambre de poder nos está consumiendo en todos los ámbitos, no es necesario apoderarse de lo que caduca: las estructuras y las mafias aberrantes de superioridad, la eternidad se consigue haciendo historia y la historia hablará bien o mal de nuestra conducta, aunque seamos famosos.
“Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces la mujer es inmensamente superior”, Mahatma Gandhi.
TIP: Cuando entendamos que todo lo superfluo fenece, tal vez el mundo tenga otra razón de ser.


 

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