Opinion

La tragedia de Guadalupe

Arturo Mendoza Díaz

2017-02-24

Las consecuencias de la política del presidente Trump contra la inmigración ilegal, que llevó a intensificar las deportaciones y prevé en breve la erección del muro entre los dos países, deben hacernos tomar medidas pertinentes, asumiendo que ya nada será igual.

Todavía antes de que hubiera una malla en el lado estadounidense del Río Bravo algunos juarenses se ganaban la vida transportando personas que querían ir a El Paso, en balsas hechas con cámaras de las que se usan en las llantas de automóvil.

De hecho hasta hace cuatro décadas no había cambiado mucho la situación desde un siglo atrás, poco después de la guerra con Estados Unidos. Entonces José R. Acosta, a falta de puentes internacionales, sacaba el sustento con su chalana, una lancha pequeña, viajando a la vecina Franklin.

Incluso en los años noventa, cuando este escribidor tenía a su cargo las escuelas de la región de Ascensión, e iba a veces al ejido Josefa Ortiz de Domínguez, “La Chepa”, en algunos tramos la línea divisoria, una cerca de alambre de púas, había desaparecido.

Ahora, el levantamiento del muro en donde no lo hay traerá implicaciones de diversa índole: Ecológicas, sociales y políticas. Una tribu de Arizona de residencia binacional dijo que impediría con sus propios cuerpos los trabajos para hacer el muro.

El Cabildo de Las Cruces, por su lado, aprobó una resolución en contra de esa propuesta de Trump, a la vez que por doquier brotan opiniones en el mismo sentido, aludiendo a la afectación para la fauna del desierto o por razones humanitarias, diplomáticas y comerciales.

Mas el mundo se ha transformado, y debe aceptarse que el proceso de integración de las naciones es innegable. Por algo se formó la Unión Europea, constituyendo una entidad que no se desentiende de las personas que emigran de otros continentes.

Y es que la globalización no es sólo económica, sino en todos los órdenes: Cultural, humanístico, étnico y demás, en una homogeneización que rebasa las fronteras, por lo que las murallas ya no resultan funcionales, si es que algún día lo fueron.

Eso lleva a pensar que, más que muros, mejor sería que los gobiernos trataran de encontrar
puntos coincidentes, dando la bienvenida a la forzosa interdependencia. Lo anterior porque las naciones, como los individuos, se necesitan entre sí.

Desde un ángulo sin demagogia, diremos que la afluencia que había antes de Juárez a El Paso por el río respondía a una necesidad. Las mujeres iban a cocinar y asear casas, mientras que los hombres servían como jardineros o laboraban en el campo.

Con ello, los empleadores, a su vez, desempeñaban un trabajo, contribuyendo a la actividad económica y engrandeciendo a su ciudad, puesto que ésa es la esencia de la economía, produciendo bienes y distribuyéndolos para solventar necesidades.

Por supuesto, el gobierno de los Estados Unidos, que son una nación soberana, puede en su territorio hacer un muro o los que le plazca, y establecer la política de inmigración que desee, pero ante eso no debemos quedarnos cruzados de brazos.

Seguramente habrá quienes sigan arriesgándose. Juan Carlos, un salvadoreño asaltado por policías municipales en Juárez, dice: “Un muro no nos detendrá”. De cara a eso nuestra postura debe ser propositiva y humanitaria, brindando hospitalidad y empleo.

No deben, por ningún motivo, producirse más casos como el que acaeció en Tijuana, donde un compatriota, Guadalupe Olivas Valencia, se suicidó arrojándose desde un puente después de ser deportado, junto a la línea divisoria.

Tal proceder se explica considerando su depresión por estar en tierra extraña, acaso sin dinero para sobrevivir y agobiado por problemas, en una situación que bien pudiera multiplicarse por millares, conforme aumente la repatriación.

Ante ello es necesario que las distintas esferas de gobierno materialicen planes que sean eficientes, a fin de que nuestros connacionales al volver a México, desorientados y sin saber qué hacer, hallen un escenario distinto al que percibió Guadalupe.

Después de todo también aquí hay vida económica, y si en aquel lado del río les fueron cerradas las puertas, en esta tierra podrán encontrar una existencia digna, con ofertas de superación y trabajo, en un recibimiento con los brazos abiertos.

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