Opinion

Nuestros inmigrantes

Sergio Sarmiento

2017-02-23

Ciudad de México— Conocí a Bruno Güezou Rousseau en 1978 en San Miguel de Allende. Era un joven rubio francés que estaba tocando una flauta barroca en un jardín. Me detuve a escucharlo y empecé a conversar con él. Me pareció fascinante. Era un hombre de cultura profunda y sensibilidad que había llegado a nuestro país casi por azar. Poco después me visitó en la Ciudad de México. Le di alojamiento unos días tras lo cual decidió quedarse a vivir en una tierra de la que se había enamorado.

Son muchos los extranjeros que se enamoran de México. Bruno empezó a trabajar sin documentos en una amplia serie de actividades. En 1985 vivía temporalmente conmigo y mi esposa en la colonia Condesa cuando tuvo lugar el sismo del 19 de septiembre. Desde la mañana de ese día y durante semanas se dedicó en cuerpo y alma, de 12 a 14 horas diarias, a trabajar en brigadas de rescate y ayuda. No recibió ningún pago, pero sí el agradecimiento permanente de cientos de damnificados.

Bruno tuvo suerte. Consiguió un empleo formal y la empresa aceptó tramitarle la muy codiciada FM3, un documento que permite vivir y trabajar en México como no inmigrante y cuya obtención requiere de la devoción de un santo. Durante años trabajó para ese patrón, aun cuando tenía que pasar la pesadilla de renovar el FM3 todos los años. Parecía destinado a quedarse a vivir en el país que tanto amaba.

Un día, sin embargo, la empresa hizo un recorte, como muchos. Para él, sin embargo, las consecuencias fueron dramáticas. El Instituto Nacional de Migración lo expulsó del país por el delito de haber perdido el empleo. Había vivido en México más de 20 años.

Hoy nos quejamos de las medidas de Donald Trump contra los inmigrantes en Estados Unidos, pero el sistema migratorio mexicano es muchas veces peor.

¿Nos quejamos de que en Estados Unidos es muy difícil obtener documentos de trabajo? En México es casi imposible, a menos de que uno tenga mucho dinero para repartir. ¿Cuestionamos que en la Unión Americana se expulse a personas que llevan años viviendo en el país? En México se hace exactamente lo mismo. ¿Nos preocupa que los agentes migratorios de

Estados Unidos tengan facultades discrecionales que utilizan para abusar de los inmigrantes? Lo mismo ocurre en nuestro país. ¿Nos inquieta que no se respeten los derechos de los inmigrantes en Estados Unidos? Ese maltrato no es ni una pálida sombra del que sufren los extranjeros en México. Por lo menos en Estados Unidos no tienen un Artículo 33 Constitucional que permite la expulsión de extranjeros por virtualmente cualquier motivo.

Las reformas de 2011 repararon algunos de los daños de nuestra legislación migratoria. Antes, por ejemplo, la Ley General de Población de 1974 consideraba la inmigración ilegal como un delito que podía castigarse con 10 años de cárcel en caso de reincidencia. Hoy la ley reconoce derechos a los migrantes, incluso derecho de audiencia a los expulsados por el Artículo 33, pero la legislación sigue siendo muy restrictiva. Por esta razón sólo 0.9 por ciento de los residentes en el país nació en el extranjero contra 13.1 por ciento en Estados Unidos o 20.6 por ciento en Canadá.

Los políticos mexicanos no pueden cuestionar las acciones de Estados Unidos contra los inmigrantes cuando nosotros somos peores. Si queremos decirle a Trump que la inmigración es buena, nosotros mismos debemos escucharnos. Quizá un cambio de rumbo no ayude ya a Bruno, que tanto amó nuestro país. Para muchos más, sin embargo, todavía hay oportunidad.

Bipolar
Trump despotrica contra el TLCAN, Steve Mnuchin, secretario del Tesoro, dice no habrá cambios en el corto plazo. Trump afirma que habrá deportaciones masivas, John Kelly de seguridad interna dice que no. ¿Son bipolares o están negociando con las tácticas de de The Art of the Deal?.

Twitter: @SergioSarmiento

 

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