Opinion

Integrar a la tercera edad

Cecilia Ester Castañeda

2017-02-22

Para celebrar el
“Día del Abrazo”, esta semana
voluntarios miembros del Club Activo 20-30 acudieron a asilos con el propósito de convivir con adultos mayores poco integrados en la sociedad juarense. Según la información publicada en El Diario, los huéspedes de una estancia local son visitados una o dos veces al mes. No me parece aventurado suponer que ése es el promedio con el cual ven a sus familiares gran número de personas de la tercera edad, moradores de hogares especiales o de sus propias casas.

Los hombres y mujeres de más de 65 años conforman un segmento ignorado de la población. En términos prácticos, como sociedad no sólo desperdiciamos su experiencia y sapiencia, sino dejamos de lado sus necesidades a la hora de diseñar nuestro plan de vida comunitario. Y eso que cada vez vivimos más años. Según datos del CONAPO, se espera que entre el 2014 y el 2030 prácticamente se duplique en Chihuahua el número de personas de la tercera edad.

¿Cómo viven los adultos mayores? Aun los que gozan de salud, recursos y apoyo familiar se topan —como tantos otros grupos— con una exclusión social. Nada más intente usted conseguir trabajo ya cumplidos los 50. Trate de subir los escalones de algún puente peatonal, si es que lo hay, o de caminar por una banqueta sin peligros u obstrucciones. Encuentre cerca de su casa actividades de esparcimiento organizadas para nuestros padres o abuelos, a las cuales puedan ellos desplazarse por su cuenta.

 

Le deseo suerte. El énfasis en la juventud, la escasa previsión, la discriminación laboral, el deficiente transporte público, la falta de acceso a servicios de salud y seguridad social, las familias nucleares, el ritmo de vida, la menor convivencia intergeneracional, la migración, el individualismo, las innovaciones tecnológicas y la ausencia de un diseño urbano para facilitar la movilidad de peatones y personas con capacidades diversas limitan considerablemente la calidad de vida de nuestros adultos de la tercera edad y privan a todas las generaciones de ese lazo de continuidad, esa empatía y esa perspectiva enriquecida desarrollados mediante el contacto con la gente mayor.

Volvamos a los ejemplos locales. En días recientes, alertadas por una queja, las autoridades clausuraron una estancia para personas de la tercera edad debido a que no cumplían con los requisitos para su funcionamiento. Y yo me pregunto, ¿cumplen los hogares de nuestros padres y abuelos con las condiciones necesarias para ellos?.


Con demasiada frecuencia, olvidamos que sus necesidades van cambiando. Los atendemos o visitamos como hijos acostumbrados a ser mimados en vez de comprobar el bienestar de esa persona otrora tan independiente. Por ejemplo, ¿alcanza a cortarse las uñas de los pies? ¿Puede bañarse sola? ¿Por qué prefiere no salir? ¿Cuáles son sus inquietudes? ¿Qué necesita? Hace falta cierto grado de observación y ponerse en el lugar del adulto mayor para comprender los limitantes naturales de la edad y adoptar medidas destinadas a desarrollar lo más posible su potencial como ser humano.

En cuanto a quienes viven en asilos, el reto es aún mayor. La gran mayoría de dichos lugares tienen alta rotación de personal, señal de condiciones laborales insatisfactorias. No se puede esperar que ofrezcan atención de primera a nuestros seres queridos. Si acaso, se encargan de sus necesidades básicas. Pero, como sabrá cualquier persona que haya estado internada, encontrarse en condiciones físicas de dependencia significa no tener control sobre cosas tan sencillas como qué objetos tener en la mesita de al lado o cuál ropa ponerse. Imagine eso día a día, semana tras semana.

Corresponde a los familiares vigilar que sus adultos mayores estén siendo bien atendidos y no sólo sean dopados y arrinconados —o peor aún, maltratados—. Es responsabilidad de ellos asegurarse de que tengan acceso a cuestiones como actividades, ejercicio, compañía, tratamientos médicos y aire libre, sobre todo si aparentemente no se dan cuenta de nada. Es entonces cuando más debemos nosotros defender su dignidad como seres humanos.

Pero para ello necesitamos hacer a nuestros adultos mayores parte integral de nuestra vida, vivan o no con nosotros.

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