Opinion

La querencia

Gerardo Galarza

2017-02-19

Ciudad de México— La mayoría de los migrantes mexicanos no tiene la menor intención de regresar a su país de origen, que no les pudo ofrecer una vida más o menos digna.
Popularmente la Ley de Gravedad establece que todo lo que sube, baja. Por supuesto que don Isaac Newton nunca formuló así su Ley de la Gravitación Universal. Es más complicado y el escribidor no sabe nada de fuerzas, masas, distancias y, mucho menos, cuando tienen la variante de inversamente proporcionales a algo así. Pero, que lo que sube (lo material; los precios, no) baja, baja.
En sus años de reportero de la fuente policiaca, un jefe de la entonces Policía Judicial le explicó al escribidor que todo lo que se cierra se abre, por más sofisticada que sea la cerradura; en otras palabras: “Pa’los toros del Jaral, los caballos de allá mesmo”.
Donald Trump, en mala hora presidente de Estados Unidos, amenaza hoy con completar el muro en la frontera de su país con México para evitar lo que técnicamente se llama inmigración ilegal y, tratando de congraciarse con sus votantes, asegura que los mexicanos pagarán esa construcción. Es de reconocer que su soberanía nacional permite a Estados Unidos concretar la promesa de su Presidente, pero eso de que México la pagará, pues… es otra cosa.
Hasta hace algunos años, ya décadas, en las escuelas primarias se enseñaba que los humanos son migrantes por naturaleza. Un ejemplo de ello era la forma en que se pobló un continente que hoy se llama América, a través del estrecho de Bering. La tradición afirma que la Gran Tenochtitlán fue fundada por migrantes, provenientes de Aztlán, que buscaban un nopal con un águila devorando una serpiente. Y hay muchos cientos de historias similares en todas las culturas, siempre en busca de algo: tierras, agua, frutos, especies, promesas, empleo, protección, seguridad y, a veces, alguna aventura.
Los antiguos migrantes siempre enfrentaron (con éxito) obstáculos naturales y después, gracias al egoísmo del concepto de propiedad (individual o colectiva, privada o pública), las barreras impuestas por sus congéneres. En México, “mojado” es el concepto que definía a quien se mojaba al cruzar el río Bravo, el obstáculo natural rumbo a Estados Unidos.
Las dificultades geográficas y climáticas y las de la policía migratoria estadunidense hicieron crecer el negocio de los “polleros”,  aquellos que trasladan a los “pollos” (los migrantes indocumentados), mediante cantidades a veces exorbitantes, casi siempre en dólares. Y los “pollos” ya no sólo son mexicanos, ahora los hay centro y sudamericanos, caribeños, africanos y asiáticos, quienes ven en el territorio mexicano la puerta de entrada.
La larga frontera del norte de México, más de tres mil kilómetros, también sirve para el tráfico de drogas hacia el mercado más grande del mundo. Y la utilizan no sólo narcotraficantes mexicanos, sino también de otros países, bajo el mismo criterio que los migrantes.
Buena parte —unos mil 200 kilómetros— del muro prometido por Trump ya existe, iniciado en 1994 por Bill Clinton y continuado por todos los siguientes presidentes republicanos y demócratas.
El escribidor proviene de una región expulsora de migrantes mexicanos. Conoce a cientos de ellos, algunos fueron sus compañeros y amigos, otros son sus parientes. Sabe de sus historias, de algunos de sus usos y costumbres, de sus leyendas, de sus rupturas, de sus sufrimientos, de sus luchas.
Y sin mucho riesgo de errar, la mayoría de los migrantes mexicanos no tiene la menor intención de regresar a su país de origen, que no les pudo ofrecer las oportunidades para una vida más o menos digna. Puedo sonar políticamente incorrecto, pero poco o nada les importan los “programas” promigrantes del gobierno federal y los gobiernos de sus estados natales. Saben, creen, que es simple propaganda.
Nunca ha sido fácil cruzar pal norte, pal otro lado, al gabacho. Pero la necesidad exige decisión. Acá, para la mayoría, no hay de otra. O pasas o pasas. Con muro o sin muro. Es probable que Donald Trump logre su agresión. Su muro, como todos los que han existido, caerá también.
En tanto, los migrantes mexicanos  —los otros también, así como los que cruzan el río Suchiate en la frontera mexicana del sur y acá son maltratados— seguirán burlando cualquier barrera en la búsqueda de su propia vida. Aquí aplica y aplicará, a pesar de Trump y sus seguidores, aquel dicho popular convertido en canción: “Dicen que me han de quitar las veredas por dónde ando, las veredas quitarán, pero la querencia cuándo…”. Si lo que sube, baja; si lo que se cierra, se abre; lo que se amuralla, se salta, se burla, se horada…

 

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