Opinion

La paz se rompe con la impunidad

Miriam A. Ornelas

2017-02-16

En sus peores momentos la ola de violencia que azotó a Ciudad Juárez en el año 2010 llegó a levantar hasta doce asesinatos diarios. Las autoridades no acertaban a controlar la ola de criminalidad. Finalmente amainó, llegando a disminuir a un nivel de poco menos de un homicidio cada día en promedio, llegando a considerar que eran normales esos crímenes que se daban cotidianamente. Como que en términos absolutos el ser humano no puede vivir sin violencia.


Sin embargo, con el cambio de Gobierno estatal y municipal, algo parece haberse roto. De dos meses a la fecha la crecida de homicidios ha llegado a promediar tres asesinatos diarios, con lo cual vuelve a surgir el temor de que los tiempos negros de la violencia en Ciudad Juárez y el Valle de Juárez vuelvan a aposentarse entre nosotros perturbando el ambiente de relativa paz que se había conquistado tras muchos años de sufrimiento donde no existió una sola familia que no haya experimentado el homicidio de alguno de sus miembros.

El Diario de Juárez ha difundido una noticia ventilada por la DEA según la cual un cártel de Jalisco ha comenzado a establecerse en esta comarca y que a esa circunstancia se debe el incremento de la violencia, aunque las autoridades tanto estatales como municipales dicen desconocer ese hecho, de todas maneras la incidencia delictiva de alto impacto acusa la inestabilidad de las bandas de la delincuencia organizada.

Comprendo que nuestras máximas autoridades desconozcan algunas cosas respecto a la efectiva composición social de las bandas de criminales que operan en nuestra región, pero más que ignorar la presencia de tres cárteles, nuestras autoridades encargadas de la paz y la seguridad públicas debieran de investigar a los autores intelectuales y materiales de estos homicidios para adoptar las medidas que sean necesarias para conjurar el peligro que representa para la ciudadanía la crecida de la criminalidad de alto impacto que se ha observado en los últimos dos meses.

Deben realizarse investigaciones policíacas de fondo para detener a los causantes de esta ola de violencia sanguinaria que se ha ensañado contra muchos jóvenes entre nuestra población pues si esta racha de inseguridad se prolonga puede repetirse el fenómeno del exilio de nuestros ciudadanos a otras regiones del país y de los Estados Unidos en busca de la paz y la seguridad que aquí se les niega y que no son capaces de preservar nuestras autoridades. La impunidad que prevalece en torno a esta ola de homicidios alienta positivamente a sus autores que saben de antemano que sus fechorías quedarán sin castigo.

Tanto el Gobierno del estado como el municipal de nuestra ciudad deben esforzarse para detener esta ola de asesinatos que nos están quitando nuevamente la tranquilidad que con tanto esfuerzo se habían ganado en los últimos años. Su confesión de ignorar las razones de lo que está sucediendo nos hace pensar que se encuentran desconectados de la problemática social que nos afecta de manera tan grave. Perseguir y castigar a los delincuentes es una responsabilidad que recae directamente en las manos de las autoridades estatales por mucho que podamos decir que la autoridad policíaca municipal solamente le compete la actividad preventiva en el delito pero la incidencia de homicidios que padecemos también pone en tela de juicio la labor que la policía municipal está realizando.

La paz y la seguridad son indispensables para que pueda darse el fenómeno del progreso en una forma sostenida. Nada es posible realizar en un territorio donde la violencia se encuentra a la orden del día. Sin un adecuado o razonable ambiente de paz no es posible realizar nuestro trabajo. La gente se queda en sus casas retenida por el temor de verse involucrada en un crimen como sucedió en el pasado reciente. La sociedad entra en una etapa de parálisis.

Lo más importante de la tarea gubernamental es el restablecimiento del orden jurídico constitucional pues la paz es el nuevo nombre que se da al fenómeno del progreso.


 

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