Opinion

No avanza el progreso

Javier Cuéllar

2017-01-17

De acuerdo a información proporcionada por el delegado estatal de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), José Luis de la Madrid Téllez, Ciudad Juárez cuenta a la fecha con 62 mil habitantes que se encuentran en un nivel de pobreza extrema y ese número se mantiene estable desde el año 2013 en que el Colegio de la Frontera Norte (Colef) realizó un estudio que arrojó dicho resultado, sin que las numerosas políticas de asistencia social que se han implementado para abatirlo hayan fructificado mayormente.
Con esos resultados, nuestra comunidad es la que más población en situación de pobreza extrema detenta en todo la entidad federativa de Chihuahua lo cual es preocupante pues 62 mil almas se encuentran sin acceso a los servicios de salud más elementales, sin servicios educativos, sin dotación de los servicios públicos básicos de agua potable, drenaje, energía eléctrica y seguridad social, lo cual resulta más triste.
En nuestra frontera existe una situación de pleno empleo pues incluso grandes sectores de la industria local están pasando por un contexto de falta de mano de obra para realizar sus procesos industriales y de prestación de servicios por lo que resulta inexplicable que ese conjunto de seres humanos no haya logrado salir de su postración.
En Ciudad Juárez podemos decir que no trabaja el que no quiere y como es conocido que “Dios da todas las cosas al trabajo y que en la casa del hombre trabajador llega el hambre pero no se atreve a entrar, ni tampoco entra la Policía a aprehender gente, ni el actuario a embargar cosas” meditando sobre el pensamiento de Benjamín Franklin, el atraso social de este conglomerado humano sólo se explica con base al bajo nivel de educación que este conjunto de población posee y que no le permite iniciar el proceso del progreso personal y familiar.
“El trabajo soluciona todos los problemas y el ocio los acrecienta” y por lo tanto resulta inexplicable que contando con abundantes fuentes de trabajo muchos de nuestros conciudadanos no logran superar su estado de extrema pobreza a pesar de vivir en una comunidad con buenas oportunidades de éxito o de elementos para incorporarse al fenómeno actualizado del progreso.
En estas circunstancias debemos emprender una obra de formación en todas esas familias que teniendo trabajo y un ingreso, modesto si se quiere pero un ingreso seguro, no logran abatir su estado de miseria. Esto sucede a pesar de los buenos presupuestos que se dedican al desarrollo social de nuestra comunidad por lo que podemos pensar que muchos de esos recursos y esfuerzos se están desperdiciando en algún punto del proceso de implementación.
La idea es: “Pescador, no me des pescado, enséñame a pescar” y de alguna manera debe instruirse a estas familias en el arte de hacer rendir sus exiguos ingresos y a administrar su miseria para que poco a poco vayan saliendo de su pobreza extrema. Tal vez algunos vicios no les dejan progresar, tal vez su desorden personal o su apatía. No lo sabemos pero queda claro que esa masa de 62 mil personas depauperadas no se ha podido levantar. No hemos acertado todavía a sacarlas de su postración, aunque en cierto modo convengo que esto no será posible si no es con su participación decidida y bien orientada, pero no debemos resignarnos a eso.
El Papa Francisco ha dicho que, indebidamente, “Nos acostumbramos a levantarnos cada día como si no pudiera ser de otra manera, nos acostumbramos a la violencia como algo infaltable en las noticias, nos acostumbramos al paisaje habitual de pobreza y de la miseria caminando por las calles de nuestra ciudad”, pero esto puede ser de otra manera si tomamos conciencia que, al margen del relativo confort que podamos poseer en lo personal, si hemos de ser consecuentes con la ideología predominante que existe en nuestro entorno social. 
Entonces debemos comprender que: “Los derechos humanos se violan no sólo por el terrorismo, la represión, los asesinatos sino también por la existencia de condiciones de extrema pobreza y estructuras económicas injustas que originan las grandes desigualdades” y debemos preparar nuestro ánimo para luchar contra estas desigualdades sociales que reclaman la atención de nuestra comunidad. Mientras ellos no avancen no podrá avanzar entre nosotros el fenómeno del progreso ni material ni mucho menos espiritual.

 

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