Opinion

100 días sin rumbo

Carlos Murillo/
Abogado

2017-01-14

Javier Corral cumple 100 días al frente del Gobierno del Estado y durante este periodo ha demostrado su estilo de gobernar: autoritario, frívolo, ineficaz, fraudulento y errático.
Es común que el síndrome del poder embriague a los espíritus débiles, pero los chihuahuenses esperaban más del "cambio" que prometió Javier Corral quien, hasta ahora, definitivamente no ha demostrado ser mejor administrador que el anterior gobernador.
El origen de este periodo fallido tiene su antecedente en la campaña electoral, cuando Corral, como abanderado del PAN, hizo promesas desesperadas para ganar votos, muchas de ellas ni siquiera las razonaba, simplemente las agregaba a su discurso como apéndices con la esperanza de que le dieran el triunfo en las urnas y con el cálculo de que, después de la elección, los chihuahuenses las olvidarían. Así comenzó a escribir esta crónica de un fracaso anunciado, con la premisa de "ganar a como dé lugar", mintiendo y estafando sin vergüenza.
Desde que era candidato, Javier Corral abandonó su código de ética al mentirle a los chihuahuenses y ya en el gobierno volvió a defraudar la confianza de los ciudadanos, no se conformó con incumplir lo que prometió, al final hizo lo opuesto.
Hoy, es incongruente y absurdo que cuelgue en las oficinas cuadros con un supuesto código de ética ¡que el mismo Corral no cumple en lo más elemental! Entonces ¿con qué cara le pide a sus empleados que lo cumplan?
Es una burla que en sus cuentas hablen de 100 días de un gobierno honesto, cuando ha mentido sistemáticamente desde el primer día que tomó protesta cuando, sin ningún rubor, se contradijo en estos tres compromisos incumplidos desde el arranque: las becas escolares, disminuir la deuda y el respeto de la autonomía de los poderes, que se sumaron a una gruesa lista de promesas rotas premeditadamente.
Javier Corral, en lugar de ahorrar en el gasto corriente, aumentó la burocracía de primer nivel con la creación de la Secretarías de Cultura, de la Función Pública y Desarrollo Municipal, así como las nuevas coordinaciones de Jefe del Gabinete y Gobierno Abierto, todas estas oficinas hacen exactamente lo mismo que antes, pero más costoso para el erario público. Estos virreinatos se inventaron como pago compensatorio para sus aliados, cuyos nuevos cargos prácticamente son títulos nobiliariarios para la aristocracia panista que quiere recuperar el tiempo perdido fuera del presupuesto.

Hoy, la nómina estatal es usada como chequera para pagar favores políticos y el Gobierno del Estado, lejos de ser un promotor del desarrollo, es una agencia de empleos high class para los panistas y las izquierdas pragmáticas que son sus socios de coyuntura. Esta práctica no es nueva, ni exclusiva del PAN, pero demuestra mi argumento, Corral no es mejor que los gobiernos anteriores.
En plena crisis económica, los chihuahuenses esperábamos que Corral tuviera un plan para reducir la deuda estatal –como lo prometió–, pero resultó que están tan perdidos como un náufrago en medio del océano; aislados y sin una estrategia financiera, comenzaron a pedir préstamos a lo loco hasta llegar a 6 mil 850 millones de pesos más de deuda en 100 días, incumpliendo con una promesa de campaña y, lo que es peor, a este ritmo Chihuahua duplicará la deuda antes de que Corral llegue al primer año. Hace falta recordarle al gabinete panista que la peor forma de corrupción es la ineficacia, hasta ahora la impronta panista.
Pero las finanzas no es la única contradicción, antes de asumir la gubernatura, Javier Corral intentó cargar los dados en la elección de rector en la UACH, lo que demuestra el pequeño tirano que guarda en las vísceras; más tarde, ya como mandatario, arregló la salida anticipada del presidente del Supremo Tribunal del Estado para imponer a un viejo aliado, retorciendo la ley hasta hacerse de justicia por la fuerza, como lo hacía la Santa Inquisición contra los infieles. Esto demuestra el autoritarismo y el enfermizo deseo de venganza que lo mueven.
Con estas acciones, conocimos rasgos del carácter del gobernador Javier Corral, pero quienes lo tratan más de cerca, en el círculo azul, lo describen como "solitario y obstinado", ellos mismos aceptan que Corral no está acostumbrado a dirigir un equipo, no escucha a sus asesores, ni acepta críticas, es de mentalidad cerrada e irritable, éstos son los secretos peor guardados de Palacio. Todos saben que éstas no son aptitudes para el gobernante que quiere ser un estadista en una democracia.
El Gobierno de Corral, durante estos primeros 100 días ha demostrado ser agresivo con los periodistas, intolerante con la oposición, manipulador de las protestas sociales y que mantiene una guerra santa contra el Gobierno de Duarte, es evidente que sus objetivos en la administración pública se orientan a ganar una guerra, no a la paz y progreso, porque Corral sigue en campaña –al ser especialista en el chapulineo, seguramente se prepara para dar un salto en el 2018–.
Esta semana, El Diario de Juárez publicó una encuesta en la que se evidencia que el trabajo de Javier Corral está reprobado ante los juarenses, lo que demuestra un hecho irrefutable: el bono democrático nunca existió, la realidad es que era una burbuja electoral que tenía la apariencia de apoyo social en favor del proyecto de Acción Nacional.
El espejismo de legitimidad que le dio el triunfo en las urnas a Corral, no era apoyo para él, resultó ser una venganza del pueblo contra el Gobierno, ésto producto de varios factores; el primero es una ruptura al interior del PRI, el segundo el cambio de paradigma en los valores del votante (hace seis años votaron por la seguridad y hoy, que ya hay seguridad, entonces votan por algo más valioso, en este caso el combate contra la corrupción) y, tercero, el voto de castigo a los gobiernos del PRI.
Las estadísticas son consistentes con este diagnóstico; el PAN no creció en votación, simplemente se mantuvo, mientras el PRI sí perdió el 30% de fuerza electoral (muchos de estos votos se fueron con Chacho Barraza, no con Corral), entonces perdió el PRI, el PAN no ganó nada, mucho menos Corral.
Visto de este modo, podemos decir que a la fecha, Javier Corral, por sí mismo, no ha ganado ninguna elección, si no es por vía plurinominal o por un fenómeno electoral externo que le favorece de rebote y por azar.
Como usted puede observar, el PAN pudo poner de candidato al Burro Chon y hubiera ganado, por lo tanto, no hay bono democrático para el PAN, ni para Javier Corral, la legitimación social de este gobierno no está en Palacio, se esfumó el día de la elección con el voto de castigo, que se traduce en un cintarazo y ya. Pero el círculo azul sigue con la quimera de un mundo ideal, donde Corral es el Rey Midas de las elecciones y el voto de castigo los legitima, nada más falso.
La calificación reprobatoria le cayó como balde de agua fría a los nuevos lacayos del Palacio, que podrían desestimar hasta las más simples matemáticas con tal de complacer a su patrón, para seguir inflando una burbuja donde las frivolidades sigan distrayendo a los más ingenuos: sus perros Galo y Greta, las carreras pedestres, las compras en Marshalls y el cambio de retratos en la pared, hacen que la administración de Corral luzca sobreactuada, pero cualquier recurso mediático es mejor que la triste realidad de incongruencias y erráticas decisiones.
Lo más preocupante es que mientras el gobernador sigue en su burbuja, en los primeros diez días se presentaron 60 asesinatos; en la capital aumenta considerablemente el robo de autos; en la región hay cuatro secuestros reportados cuando durante los últimos 3 años no hubo ninguno; regresaron las extorsiones y los carjackings; hoy, se judicializan menos del 5 por ciento de los homicidios cuando antes era el 40 por ciento, lo mismo que el delito de narcomenudeo que bajó de 35 a 5 por ciento; perdemos competitividad cada día y a este ritmo vamos a retroceder en materia de economía y seguridad, lo que siempre genera inestabilidad social.
No podemos permitir que esto siga así, Chihuahua no sobrevivirá 5 años de este Gobierno. Corral debe aceptar el fracaso de estos 100 días y cambiar de actitud frente a los retos del estado.
 

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