Opinion

Oaxaquización; la indefinición de Javier

Luis Froylán Castañeda/
Analista político

2017-01-07

En los presentes tiempos de oscuridad, desasosiego y valores trastocados, no se vislumbra en el horizonte una luz de esperanza, una señal cierta que nos hable de un trago amargo pasajero o indicador que describa un remolino impertinente pero incapaz de causar daños mayores.
La estrella que guió a los magos de oriente hasta el portal de Belén se apagó este año para los chihuahuenses. La oscuridad cubre al nuevo amanecer, irónico fenómeno en un invierno sin frío, inusual en nuestras latitudes.
En el barullo ensordecedor de malas noticias al inicio de año, falta la voz refrescante que nos permita tomar la crisis del combustible como un mal momento que debíamos pasar, el mensaje de aliento sincero que nos haga recobrar la confianza, el abrazo acogedor.
El país sufre las políticas desacertadas y lacerantes de un presidente ausente de la realidad, incapaz de comprender lo que sucede fuera de su entorno próximo, ajeno a la desdicha ciudadana y, lo peor, falto de carácter y oficio para conducir los destinos de una sociedad cada vez más inconforme.
El presidente Peña nos dice que para mantener la estabilidad económica del país, sólo tenía tres opciones: la peor, la pésima y la muy mala. Obviamente, como jefe de Estado que sabe tomar decisiones dolorosas, tomó la menos mala, las otras dos representaban un colapso financiero ¡Qué consuelo, estábamos mejor cuando estábamos peor!
Los datos que proporciona es que dispondrán de 200 mil millones de pesos, antes aplicados al subsidio de combustibles, cantidad casi cuatro veces mayor al presupuesto del estado. Su conclusión es que estamos salvados, el apretón rescata las finanzas nacionales que venían arrastrando un billón de pesos desde la administración de Calderón.
La culpa al anterior, el de atrás paga, sólo que entrado el quinto año de su gobierno ese argumento carece de credibilidad, lo hubiese dicho al inicio. Está como Duarte cuando pretendió responsabilizar a Reyes de la deuda, nadie se lo creyó, está fuera de tiempo.
De acuerdo a sus mensajes debemos cantar aleluyas y alabanzas, aplaudirlo por tomar decisiones tan valientes y acertadas, así sean dolorosas. Su explicación es casi la de un rescate financiero a las familias más necesitadas del país, ahora no perderán el empleo, ni pagarán más de IVA. Amarga pero eficiente medicina, ya pasó.
Hay dudas sobre los razonamientos del presidente, el presupuesto nacional es de 4.9 billones de pesos, esos 200 mil ahorrados representan el cuatro por ciento ¿Debemos aceptar que el gobierno se da un balazo en el pie por el cuatro por ciento de su presupuesto? Lo dudo.
Hay más de fondo, la realidad de las finanzas nacionales es que están colapsadas más de lo que nos han informado, de otra manera habrían detenido el golpe. Ese cuento que se lo reciten a los legisladores levantadedos.
Para que el gobierno tome una decisión a tal punto impopular en momentos preelectorales, como el brusco aumento a las gasolinas, es que el hueco financiero del país es mucho mayor a lo que nos informan.
Algo en esa administración está podrido e intentan simular su mal olor o transferirlo a los próximos, como han hecho nuestros gobernantes en las últimas décadas. En la soledad del poder, Peña quizás pensó en que llegó el momento de escribir las tres cartas destinadas al que sigue.
Es muy justa la indignación ciudadana, la gente sabe que tras el gasolinazo vendrá el aumento de precios a productos básicos y servicios en general, la nefasta inflación que impacta de frente la economía familiar, especialmente a los más pobres, muchos de los cuales todavía llevan cuenta en tiras de cartoncitos del comercio en la esquina. Esas cuentas serán cada vez más difícil de pagar.
Frente a esos hechos de impacto nacional resulta ocioso hablar de repercusiones políticas, especular sobre resultados electorales en el 2018. Para zanjar el tema sólo diré que la pregunta correcta no es si el PRI ganará o perderá las elecciones, sino saber si llegará o no al 2018 como partido nacional.

Lo despedazan
A menos que suceda un milagro en el curso de los próximos 18 meses, hoy su condición electoral es la de un partido decadente, devastado, hecho jirones. En términos médicos se diría que desahuciado.
En Chihuahua estamos peor, Peña por lo menos intenta dar gobernabilidad al país, sabe que necesita recomponer las finanzas y toma la decisión cueste lo que cueste, pues nadie mejor que él tiene la certeza de las consecuencias para su gobierno y su partido.
Desde ese punto de vista, lo digo con sinceridad, mis respetos, se tragó el sapo sin hacer gestos y además defiende su sabor y textura. Son ingratos los que ocupan cargos públicos, sean de elección o designación, de su partido que lo critican.
Patricio Martínez se equivoca, deje usted que haya aprobado la reforma energética, lo hicieron hasta diputados y senadores del PAN, el senador muestra ingratitud con un partido que le ha dado todo ¿Mañana llamará pendejo a Peña Nieto como a Zedillo, que lo hizo gobernador?
Para hablar con credibilidad necesita desmarcarse de su partido y del presidente, asumir los riesgos de la insurgencia política y confesar las meas culpas de su pasado. Ser líderes sociales implica compromiso con la gente e independencia del poder, buenos argumentos cualquiera los puede tener.
Sin embargo pienso que Javier Corral es el peor en esta jornada de iniquidades, por una sola razón, teniendo la responsabilidad de contribuir a la gobernabilidad, se puso al lado de los que causaron el caos.
Los hechos indican que alentó los bloqueos pretendiendo capitalizarlos políticamente, hasta darse cuenta del daño que causaba a la entidad y aún así tuvo dificultades para asumir la responsabilidad de retomar el orden.
Desde su mensaje de nuevo año abrió fuego contra Peña y alentando los bloqueos, con frases tales como el “gatillazo de bomba despachadora”, así, gatillazo, como disparo contra el ciudadano; “comprendo y acompaño a los manifestantes”, para que vean que estoy con ustedes; “seré garante de las libertades de expresión y manifestación”, conmigo no hay problemas, hagan lo que quieran; “me uno a las voces de las y los chihuahuenses que…”; “las fuerzas del orden nunca actuarán contra las manifestaciones…” están seguros en sus actos de protesta.
Se cuidó hablando de manifestaciones pacíficas, de no permitir el daño a terceros, de que liberen carreteras, instalaciones petroleras y presidencias municipales y demás oficinas tomadas. Faltaba más, pero en el mejor de los casos, su mensaje del domingo uno de enero, por ambiguo, alentó el caos de los siguientes tres días y sus atroces consecuencias que hasta hoy sigue padeciendo el estado.
Dicen que en política lo que parece es,  en la jornada del caos parece que Javier Corral participó activamente de los bloqueos, intentando asumir el liderazgo de un movimiento que dañaba la economía del estado e inconformaba a los ciudadanos.
En este punto hay que estar muy claros, Javier se puso al lado de las organizaciones, no de la ciudadanía, ni siquiera de los empresarios, a los que escucho reticente hasta el miércoles cuatro por la noche.
Es bastante obvio que mientras El Barzón y transportistas tomaban carreteras e instalaciones petroleras, la enorme mayoría de los chihuahuenses sufría por sus consecuencias, mientras el gobierno de Corral permanecía paralizado, como si tampoco tuviese gasolina.
Esas organizaciones no representan a los chihuahuenses, se representan a sí mismas, además sus liderazgos son cuestionables, pues muchos son vividores profesionales del movimiento subversivo. Javier lo sabe, no es ingenuo al respecto, por eso su responsabilidad, quiso jugar al demócrata sin importarle que al estado se lo llevase el diablo.
El asunto le salió mal y no por el prurito del enfado ciudadano sufriendo el desabasto de combustible, la gente les importa poco. La crisis y su plan de insurgencia le reventaron en las manos cuando sintió la presión ejercido por los empresarios que, alarmados, veían atenuada la industria maquiladora.
Hasta el miércoles, tras la reunión con empresarios, es que decidió actuar para liberar carreteras e instalaciones de Pemex, cuando el daño ya estaba hecho, y apenas el viernes convocó a los sectores y legisladores de todos los partidos, pero no lo hizo para discutir la emergencia de Chihuahua, sino para que lo autorizaran a llevar la protesta ante el gobierno de Peña.
Hasta este momento, el señor gobernador no se ha dignado asumir la responsabilidad de su inacción, siendo que miles, quizás millones de chihuahuenses sufrieron los bloqueos por él alentados.
Sí, da weba, saber que tenemos un gobernador que clara y evidentemente está con las organizaciones sociales cuestionables; un gobernador que confunde su obligación con acciones de presión. Ojalá le haya servido la experiencia, tiene tiempo de recomponer el rumbo de su gobierno, por el bien de Chihuahua que lo haga, todos queremos un nuevo amanecer, los años de oscuridad han sido muy largos.

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