Samuel F. Velarde
2017-01-06
En octubre pasado, conocí en Cracovia a una alumna del doctorado en ciencia política de la universidad Jagellonica, su especialidad son las relaciones internacionales y ello la ha llevado por diversos países del mundo: Tanzania, Somalia, Kenia, países de Europa, América Latina y otros, es decir su recorrido y visión del mundo es muy amplia, por supuesto que los cinco idiomas que habla le permiten entrar en contacto directo con la gente de esos países. En ese encuentro se acercó y me comentó que visitaría la Ciudad de México por cuestiones académicas y que deseaba conocer Juárez, por supuesto que sentí gusto por su interés por la ciudad y me ofrecí ayudarla al respecto. Naturalmente que me preguntó sobre la seguridad de la misma y si no había tanto crimen como en el pasado.
Y efectivamente llegó a nuestra ciudad, sin embargo a pesar de las malas noticias que llegan al mundo en relación a Juárez, siento que pasó una Navidad tranquila y en ambiente familiar, su percepción no fue tan negativa, a no ser por lo baches y hoyancos que tuvimos que sortear mientras circulábamos por las vialidades de Juárez o por las calles sucias y malolientes de la zona Centro, pero en general, su impresión fue buena o tal vez practicó su diplomacia al respecto.
Y en ese recorrido por el Centro histórico, se percibe que le falta mucho para ser rescatado de manera digna, aunque también hay que hablar de la calidez de sus comerciantes, que con penurias y todo, han sorteado la crisis económica y la competencia de comercios más grandes. Es interesante que haya productos nacionales que luchan por competir con los productos chinos, en este recorrido nuestra amiga polaca buscaba un cinturón de cuero para su padre, escogió uno pero al darse cuenta de que estaba hecho en China lo dejó inmediatamente, para luego decidirse por un cinturón mexicano. Entonces, si es importante rescatar a esos vendedores locales que impulsan productos mexicanos.
El Centro de la ciudad podría convertirse en un atractivo no solamente turístico en términos tradicionales, sino más bien en un punto donde cualquier juarense que deseara salirse de la frivolidad de los “malls agringados” pudieran no solamente consumir sino también recrearse con un ambiente culturalmente diferente al establecido por las grandes cadenas de tiendas y alimentos. A lo mejor, habría que insistir en la higiene de ese espacio y trabajar con los comerciantes al respecto, tal vez algo bueno se conseguiría.
Algo muy importante, la amiga polaca nos hizo reflexionar sobre la calidez del juarense y de los mexicanos al compararnos con la frivolidad del europeo eslavo o del eurocentrismo francés por decir algunos ejemplos, que de alguna manera nos sube los ánimos a partir de como uno se auto juzga. Y esa reflexión debería ser una base para implementar políticas públicas basadas en la confianza, en la participación ciudadana, que redundara en lograr espacios públicos dignos, transitables y de cohesión, más que de exclusión social.
Pero en estas propuestas es importante que las autoridades se acerquen a los que saben, muchas veces la autoridad tiene el poder mas no el conocimiento, en ocasiones son burócratas sostenedores de instituciones, no especialistas en temas urbanos, ambientales o de cohesión social, yo invitaría a que estas autoridades se acerquen a los académicos urbanistas, trabajadores sociales, sociólogos, biólogos, ambientalistas, sería muy saludable ese acercamiento para poder lograr diseñar proyectos no precisamente caros y de relumbrón o de estupidez espontanea, sino muy cercanos a las verdaderas necesidades sociales. Y en el Centro de la ciudad hay mucho que hacer.
Ojala algún día, nuestra querida ciudad se convierta en un espacio mejor, que pueda ser visitada con más perspectiva cultural y humana, que tenga al menos la seguridad de ser una ciudad cálida y transitable, más que por el mito de una canción o de lo negativo de la ciudad. La amiga polaca con su perspectiva, me motivó mucho como juarense.