Opinion

Al borde de una crisis política

Miriam A. Ornelas

2017-01-05

El gasolinazo ha desatado una ola de protestas que amenazan con desestabilizar el país. Si atendemos a la multitud de bloqueos y actos de protesta que se han generalizado en toda la República, lo que incluye varios actos de vandalismo y saqueos, nos dan la impresión que este aumento alocado en los precios del combustible es el pretexto para que grupos de agitación política se estén organizando, o ya estaban organizados, para realizar un linchamiento en contra del gobierno federal y de las instituciones.
En un año electoral previo a la elección presidencial, el sistema PRI gobierno se enfrenta a un electorado enfurecido porque el alto precio de las gasolinas está desatando un proceso inflacionario de pronósticos reservados, que va a afectar a toda la cadena de producción de bienes y servicios.
Las cadenas de producción apenas comienzan a verse afectadas por el impacto del gasolinazo pero ya se observan ajustes a la alza de todos los precios de los servicios y mercancías que inciden en los mercados del país y esto ha desencadenado ya un proceso inflacionario que someterá a una prueba muy dura al aparato económico nacional. El dólar ya reanudo su deslizamiento alcanzando mínimos de cotización históricos y el proceso amenaza con seguir.
Concomitante a este incremento en los precios de las gasolinas, se han aplicado ya incrementos injustificados a las tarifas del gas en todas sus modalidades, de la electricidad, del servicio de agua potable y alcantarillado, al transporte público y en general a todo lo que tenga alguna relación con los medios de transporte, que abarcan una amplia gama de productos de primera necesidad que nos han precipitado en un panorama de desestabilización económica, que no tenía otro antecedente que el similar al que se vivió al término de la Administración de José López Portillo, cuando parecía que el país se nos desbarataba entre las manos.
El Gobierno federal no encuentra una explicación para lo inexplicable de su debacle financiera y del fracaso de su reforma energética y da la impresión que ha perdido el control de los hilos económicos del país lo que está afectando gravemente a la planta productiva y al trabajo. Esta semana muchas líneas de producción han sido paradas debido a los intensos y difundidos bloqueos de carreteras y de vías férreas que transportan a las fabricas los insumos de la producción y con esto se están produciendo graves pérdidas para la industria que resienten así el estar establecidas en un país donde se está dando un fenómeno de desestabilización económica y política tan malo como en los peores tiempos de la violencia de los carteles de la droga que sufrimos recientemente. Esta industria transnacional puede emigrar a otras regiones si la paz y el estado de derecho no se restablecen en corto tiempo.
El secretario de Hacienda y Crédito Público se ha rebelado incompetente para manejar la crisis y me da la impresión que el gobierno de Peña Nieto debe substituirlo por alguien más avezado que pueda controlar la situación. Sin embargo salvo Luis Videgaray, no se ve en el panorama político del círculo presidencial un colaborador capacitado para sacar al país del colapso en que se encuentra. La solución de fuerza pública que muchos exigen para meter a los manifestantes al orden y parar tanto saqueo y robo tumultuario es muy riesgosa porque puede atizar un movimiento sedicioso que se encuentra provocadoramente a la espera de un mártir.
Me parece un error nombrar al licenciado Luis Videgaray como secretario de Relaciones Exteriores cuando lo que ese hombre sabe hacer es conducir las cuestiones económicas del país, creo que su lugar debiera estar de nuevo en la secretaría de hacienda donde la crisis económica que nos afecta es muy grande y requiere de una mano experta que haga los ajustes necesarios para que la economía del país no se desbarranque en el caos.
No se vale jugar con el futuro económico de México poniéndolo en manos que tan solo nos han traído caos y desajustes. El actual secretario de Hacienda debe renunciar.


 

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