Opinion

Enero en Washington

Pascal Beltrán del Río

2016-12-08

Ciudad de México—  El miércoles por la noche, en Excélsior Televisión, el líder de los senadores perredistas, Miguel Barbosa —quien acababa de encabezar una posada en la que sus compañeros tundieron una piñata de Donald Trump— me dijo que no era conveniente que hubiese una representación mexicana en la toma de posesión de éste, el viernes 20 de enero de 2017.
Lo cierto es que no es común que los otros países tengan una delegación de alto nivel en la ceremonia, que desde 1937 se ha celebrado el 20 de enero del año posterior a la elección, salvo cuando esa fecha cae en domingo o luego de circunstancias excepcionales, como la muerte de los presidentes Roosevelt y Kennedy o la renuncia de Nixon.
“Los presidentes normalmente quieren usar sus tomas de posesión para agradecer a sus simpatizantes; son ocasiones para celebrar, no para trabajar en asuntos oficiales”, me dijo Paul Brandus, reportero e historiador de la Casa Blanca, quien maneja el muy exitoso sitio web West Wing Reports.
“Aun así, no veo nada malo en que líderes extranjeros sean invitados a la toma de posesión”, agregó.
La historia de las reuniones entre un Presidente de México y un mandatario electo de Estados Unidos es muy breve. Apenas ha habido dos encuentros de ese tipo: la de Carlos Salinas de Gortari con Bill Clinton, el 8 de enero de 1993, en Austin, Texas, y la de Felipe Calderón con Barack Obama, el 12 de enero de 2009, en la ciudad de Washington, DC.
Otra reunión se llevó a cabo entre Salinas y George H. W. Bush (padre), el 22 de enero de 1988 cuando ambos eran presidentes electos.
Esa última se realizó en uno de esos ciclos que ocurren cada 12 años en que México y Estados Unidos eligen Presidente con pocos meses de diferencia. Se le conoció como “Espíritu de Houston” por haberse llevado a cabo en esa ciudad texana.
Otro de esos ciclos se cumplió en 2000. Ese año fueron elegidos Vicente Fox y George W. Bush (hijo) para encabezar sus respectivos países. Fox hizo una gira por Estados Unidos y Canadá, en agosto de 2000, antes de que se celebraran los comicios en el país vecino, pero Fox y Bush no se verían por primera vez sino hasta después de que ambos tomaron posesión: el 16 de febrero de 2001 en el rancho San Cristóbal, en San Francisco del Rincón, Guanajuato.
La falta de una reunión previa tuvo que ver con el proceso contencioso de la elección estadunidense, que finalmente se resolvió a favor de Bush por un puñado de votos en Florida.
Los dos encuentros entre un Presidente de México y un Presidente electo de Estados Unidos —los de 1993 y 2009— tuvieron como eje el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
En la primera, el TLCAN estaba aún en proceso de negociación y aprobación. Había sido un proyecto impulsado personalmente por Salinas y Bush (padre), además del premier canadiense Brian Mulroney. La elección de Clinton como presidente de Estados Unidos parecía poner en suspenso el nacimiento del acuerdo, pero éste finalmente salió adelante.
La segunda reunión tuvo lugar 15 años después de que el TLCAN entró en vigor. Y el mensaje principal del encuentro entre Calderón y Obama —que se celebró en el Instituto Cultural Mexicano, en el inmueble donde alguna vez estuvo la embajada de México en Washington— fue que el tratado debería entrar en un proceso de actualización.
Es curioso que ese mismo mensaje —con matices de uno y otro lado de la frontera— sea lo que domine la relación de México con el equipo del presidente electo Donald Trump. Éste habla de renegociar el TLCAN, mientras que el gobierno mexicano dice que quiere modernizarlo.
Ayer, el secretario de Hacienda, José Antonio Meade, informó que no ha habido contacto entre el presidente Enrique Peña Nieto y Donald Trump en días recientes y no lo habrá sino hasta que éste haya entrado en funciones en enero.
Meade explicó que el equipo de transición estadunidense no puede realizar gestiones con otros países, aunque Trump ya tuvo una reunión con el primer ministro japonés, Shinzo Abe, el 18 de noviembre en Nueva York.
Lo cierto es que no parece que Trump y Peña Nieto vayan a encontrarse de aquí al 20 de enero. Y quedará en la memoria aquella reunión que tuvieron el 31 de agosto en Los Pinos, cuando pocos, muy pocos apostaban a que el empresario llegaría a la Casa Blanca.

 

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